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medios 'progresistas' han tratado de retratar a Lasso como enemigo de las mujeres

Lasso respalda a las fuerzas del orden frente al discurso feminista que pretende justificar la criminalidad en Ecuador

El presidente de Ecuador, Guillermo Lasso. Europa Press

El presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, se posicionó nuevamente como defensor de la ley y el orden, al ratificar su respaldo a la policía frente a los reclamos de activistas feministas que acusaron abuso policial, tras vandalizar la capital del Ecuador.

«Como presidente del Ecuador, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y responsable de la Policía Nacional, yo siempre voy a estar del lado de los policías«, exclamó el mandatario.

Es común que la retórica feminista acuse a sus detractores de “medievales” y “retrógrados”. No obstante, en la práctica, son las activistas feministas las que salen a las calles con antorchas para hacer sus reclamos con vehemencia. Fue así que la policía usó mangueras para contenerlas.

«Una mujer policía que enfrentó a otra mujer cuyas pasiones se desbordaron, y obviamente la fuerza pública tiene que actuar», explicó el mandatario. «Respeto la opinión de quienes no coincidan conmigo, pero yo como presidente de Ecuador siempre estaré del lado del orden y de la ley, y en este caso de la Policía Nacional, y respaldo a esta mujer policía que actuó con criterio«, ratificó.

Lo dijo durante el programa “Encontrémonos por la ciudadanía”, donde semanalmente invita a dos periodistas de diferentes medios. Delante de cámaras Lasso reivindicó: «Me parece que hay un exceso de sensibilidad cuando la Policía tiene que advertir riesgos y actuar frente a estos».

Medios “progresistas” han intentado retratar al presidente Lasso como enemigo de las mujeres y supuesto abusador de Derechos Humanos. Pero lo cierto es que es una mujer la que está a cargo del Ministerio de Gobierno y por ende la responsable del accionar policial.  Lasso también reiteró su respaldo a la ministra Alexandra Vela y sostuvo que ella se encargó que haya personal femenino liderando el accionar policial ante cualquier enfrentamiento con las manifestantes. El presidente asegura que la ministra «tomó precauciones» al enviar un contingente policial para controlar esta manifestación compuesta por mujeres.

Si bien se puede observar a personal masculino entre los policías, no debería ser un conflicto ético en cuanto el feminismo de género, el de la llamada tercera ola, que afirma que la sexualidad no está definida por la biología sino la ideología. Por ende, basta declararse mujer para serlo.

Lo cierto es que el ser mujeres no ha reducido la violencia contra las mujeres policía. Al contrario, lo ha exacerbado. Aunque el feminismo alega luchar por la igualdad, cada vez es más diferenciado el trato que exige, al punto que las fuerzas del orden deben exponer a su personal femenino para enfrentar a las turbas que, alegando luchar contra la violencia hacia la mujer, terminan violentándolas.

En el caso de Chile y México han sido particularmente violentas las activistas feministas, quienes incluso han prendido fuego a las mujeres policía. Y Ecuador no dista de esta realidad. Cuando en octubre del 2020 celebraron el primer aniversario de las “brisas bolivarianas” que llegaron al Ecuador, una turba feminista, en complicidad con agrupaciones indigenistas como la CONAIE, intentaron derribar una estatua de la Reina Isabel la Católica en Quito y las feministas arañaron los rostros las mujeres policía que custodiaban el patrimonio histórico.

Sin embargo, no hubo “sororidad” alguna para estas mujeres. Al contrario, en febrero del 2021, la referente feminista “Lolo” Miño anunció que los policías no son vulnerables, que sí lo son los “PPLs”, abreviación políticamente correcta para referirse a las “personas privadas de su libertad”, un eufemismo usado para suavizar la conducta de los criminales presos.  Lo dijo luego que el entonces candidato presidencial Guillermo Lasso apoyó públicamente a la policía, tras un motín que hubo en la prisión del litoral, donde la barbarie fue tal que entre los reclusos no solo se masacraron sino que incluso desmembraron partes de sus cuerpos.

Cuando sucedió el siguiente motín, a mediados del mismo año, una mujer policía resultó violada por un prisionero. De inmediato los usuarios de las redes sociales se volcaron contra la activista feminista. Pues el caso evidenció que la policía sí es vulnerable ante la violencia de los reclusos.

Esto no remite al pensamiento de una mera activista, sino que obedece a una doctrina jurídica “garantista” que lejos de garantizar mayor justicia, lleva la dialéctica hegeliana del oprimido y opresor al delincuente, para proclamarlo víctima de la sociedad y posiciona a la fuerza policial como opresora, sea hombre o mujer. Así se justifica agredir a la policía, pues forma parte de su “lucha” contra el sistema. Bajo esa misma lógica la respuesta de las fuerzas del orden resulta doblemente “revictimizante”. Y desmonta la retórica feminista que supuestamente lucha contra la violencia hacia la mujer, pues arremeten las feministas con vehemencia contra las mujeres que combaten delincuencia.

Esta ira se vio exacerbada en el mes de marzo, dado que el presidente Guillermo Lasso anunció que vetaría la ley que pretendía despenalizar el aborto en caso de violación, sin denuncia contra el violador y sin límite en el tiempo de gestación, hasta el mismo día del nacimiento. No obstante, tal como estaba prevista, no pudo ser aprobada. Fue necesario bajar las semanas de gestación a 12 para lograr un voto mayoritario.

El proyecto de ley, en su esencia, demuestra el carácter contradictorio del feminismo. Dice luchar contra la desigualdad pero pide leyes diferenciadas. Luego alega combatir la violencia hacia la mujer, pero no lo aplica para las que están en el vientre y, mientras ostenta luchar contra la injusticia, violenta a las mujeres que combaten la delincuencia. 

Ante eso el presidente Guillermo Lasso puso un alto. Aclaró que la ley es para todos y que las mujeres policía no valen menos que las demás. Al contrario, defendió a las fuerzas del orden contra el continuo ataque de la izquierda progresista que clama por la protección de delincuentes y la muerte de inocentes.

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