El año 2021 en Chile será muy movido electoralmente. Comienza con la agenda del proceso constituyente, pues el próximo 11 de enero vence la fecha para inscribir los candidatos. El oficialismo aún evalúa si va en una lista (UDI, RN, Evopoli junto a Republicanos), mientras que la oposición ―por ahora― iría fragmentada. No obstante, a los que van como independientes se les acaba el tiempo para conseguir firmas para poder inscribir sus candidaturas, siendo los que están en mayor desventaja.
Tras la insurrección y anomia que se vive en el país desde el 18 de octubre de 2019, los políticos de todos los sectores ―con excepción del Partido Comunista― firmaron en noviembre de ese año el “Acuerdo por la paz social y la nueva Constitución”. Este pacto implicó que numerosos actores cederían contra su voluntad ante una agenda levantada desde la más extrema violencia.
Sin embargo, este hito de la revuelta no auguró un escenario de tranquilidad en las bases sociales ni tampoco en la institucionalidad. Las revueltas, las protestas y los enfrentamientos de insurrectos contra Carabineros aún continúan. El pasado lunes 04 de enero hubo violentas protestas en Plaza Baquedano, irrumpiendo una vez más la normalidad de la ciudad de Santiago, pues los insurgentes llaman a “liberar a los presos políticos de la revuelta”. Esto se suma al dramático aumento de la violencia ligada al narcotráfico y al boicot dentro del Congreso.
El pacto de noviembre asentó un nuevo camino político resultando el proceso constituyente en curso. El pasado 25 de octubre los chilenos decidieron que sí desean una nueva Constitución, depositando esperanzas y anhelos en su redacción ya que implicaría que esta nueva Carta Magna no será escrita entre “cuatro paredes”, como se le acusa injustamente a la vigente, por lo que la voluntad ciudadana se vería manifestada en ella.
“La señora Juanita” –como le decimos en Chile al ciudadano común y corriente– podría participar en la Convención Constituyente si logra reunir los votos que la patrocinen ante el Servicio Electoral antes del próximo 11 de enero, fecha que vence el plazo de inscripción de candidaturas para los constituyentes. Estos serán electos por la ciudadanía el próximo 11 de abril, día que también se vota por alcaldes, concejales, y gobernadores.
La revuelta evidenció un gran descontento con la política institucional, en especial contra los partidos políticos. Pero a pesar de esto, la elección de constituyentes beneficia a quienes vayan auspiciados por un partido político, poniendo en desventaja a quienes se presenten como independientes, presentando una gran contradicción.
¿Por qué? Porque la forma de elegir a los constituyentes sigue la misma norma que la elección de diputados a través del método D’Hont. Es decir, un sistema proporcional que favorece la suma de votos de las listas. Pero los que se presenten como independiente no suman votos con nadie ―al menos que se presenten listas entre dos o más independientes― por lo que sus probabilidades de salir electos son muy bajas.
Este escenario puede implicar que las esperanzas depositadas en este proceso se vean rápidamente difuminadas, ya que es más que probable que sean los mismos políticos de siempre los que estén encargados de redactar la nueva Constitución.
Desde octubre, numerosos diarios chilenos ya han dado pistas de quiénes serán las figuras de los distintos partidos, gran parte de ellos representan a la política de transición propia de la década de los noventas. Por otro lado, numerosos liderazgos jóvenes también van auspiciados por partidos políticos.
En total, 155 constituyentes saldrán electos, de los cuales 17 cupos son reservados para pueblos originarios. Además, las listas deben establecer paridad entre hombres y mujeres. Todos ellos serán electos en 28 distritos, y dependiendo de la población de estos, serán elegidos entre tres y ocho constituyentes por distrito.
Para que una candidatura independiente sea aceptada, requieren que sean patrocinados por lo menos al equivalente del 0,2% de los electores que votaron en los últimos comicios de diputados, teniendo como tope mínimo 300 firmas. Pero los independientes que vayan en una lista, requieren en total ser auspiciados por el 0,5% de la votación registrada en la última elección de diputados, siendo una opción “menos mala”.
Aún así, el sistema proporcional D’Hont beneficia a los partidos fuertes, y no a aquellos débiles, y menos a los independientes. Además, para armar una lista entre distintos independientes necesita de una organización mínima, complejizando el escenario. Por esta razón, muchos de ellos pretenden ir como independientes pero con un cupo asegurado por un partido político. Pues, si este va solo, debe obtener más votos que toda una lista.
Falta todavía el último tramo antes de oficializar todas las candidaturas a constituyentes y ver cómo se compondrán las listas. Pero no olvidemos que este proceso surgió debido a la imposibilidad por parte de los actores políticos de frenar la extrema insurrección que el país vive desde el 18-O, y que aún con todo esto no ha cesado. Por ello, la incertidumbre para Chile en el 2021 es muy alta.
La presión de la violencia y la anomia puede afectar el funcionamiento de la Convención, viéndose ella y sus integrantes amenazados si no establecen algún capricho como derecho, a pesar de la regla de los 2/3.
Y si bien esta nueva Constitución puede quedar como un gran catálogo de derechos (fundamentales, de segundo y tercer orden), como lo demuestra la experiencia en Latinoamérica, es muy probable que no puedan ser cumplidos. Y con ello, todas las esperanzas ciudadanas de mejorar la situación individual y colectiva queden frustradas generando mayor descontento. Y, una vez más, este descontento sea articulado por una izquierda radical e insurreccional que continúe con la revuelta porque el sistema político, otra vez, no pudo garantizar la “dignidad” para los chilenos, porque existe la alta posibilidad que sea escrita por los mismos políticos de siempre porque los independientes, ciudadanos comunes y corrientes, no puedan participar en este proceso por las barreras de acceso.