«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Mucho plagio y pocas nueces en la ‘Declaración de Madrid’ de José María Aznar

Dos ex presidentes, José MAría Aznar y Felipe González. El que se tapa la nariz en contradicción evidente es González. REUTERS/Susana Vera
Sigh no more, ladies, sigh no more. 
Aznar y el PP were deceivers ever, 
One foot in sea, and one on shore, 
To one thing, constant never

(W. Shakespeare, Much Ado About Nothing)

Me van a permitir una pequeña introducción que juzgo necesaria para comprender el alcance del ratón que han parido los montes de José María Aznar y otros once exmandatarios iberoamericanos. Pero si ustedes no lo consideran pertinente, pueden saltar a la parte en la que disecciono al roedor que lleva por nombre «Declaración de Madrid».

Los lectores de La Gaceta de la Iberosfera saben más que los demás. Y por eso saben que la Fundación Disenso, el centro de pensamiento del partido español Vox, la tercera fuerza parlamentaria (y subiendo), líder de hecho de la oposición al Gobierno socialcomunista que padecen los españoles, presentó su primer gran documento: la Carta de Madrid, antecedente del Foro de Madrid que se celebrará cuando la pandemia lo permita.

Cualquiera podría pensar de buena fe que la Fundación de un partido español debería dedicar sus primeros y onerosos esfuerzos a la penosa situación política, judicial, social y mediática —todo menos el fútbol, que va bien— en Estepaís (antes, España). O quizá podría haber analizado la transmutación de aquel sueño que fue una Europa de las naciones en esta pesadilla chantajista que es la Europa de los burócratas. O puede que al mito de la tradicional amistad hispano-árabe. Pero no.

Disenso miró mucho más lejos y a la vez mucho más cerca. Su director, sus patronos y todos sus analistas (iba a poner intelectuales, pero habría sido una afrenta), miraron hacia América, hacia la Iberosfera. A esa comunidad de 700 millones de personas que hablamos dos lenguas hermanas como el portugués y el invencible español con puntuales aportaciones, giros y acentos italianos y franceses. La Fundación miró a la Hispanidad y a la latinidad y lo que vio fue que el comunismo derrotado en 1989 se había reinventado como «Socialismo del siglo XXI» y estaba usando América, de Norte a Sur, como pista de pruebas de destrucción y entrenamiento antes de dar el gran salto global.

Durante meses, Disenso fue construyendo una red de contactos con decenas de personalidades americanas, políticos, pensadores, profesores universitarios, académicos, muchos afines, muchos divergentes… que fijaron y limpiaron el análisis. Todo aquel esfuerzo se plasmó en la Carta de Madrid. Un texto breve, sucinto, claro y que va al meollo de la cuestión: buena parte de la Iberosfera, una región con toda la potencia para ser próspera, está secuestrada y empobrecida por regímenes totalitarios de inspiración comunista cuyos líderes y partidos han estado y están financiados por los petrodólares del narcochavismo y entrenados por organizaciones liberticidas como el Foro de Sao Paulo (fundado en 1990) y su sucursal de penetración social llamada Grupo de Puebla (del que jamás me cansaré de señalar que uno de sus líderes es, para vergüenza española, el expresidente Rodríguez Zapatero).

Hasta ahí el análisis, pero la Carta de Madrid también detalla las soluciones concretas sin irse por los cerros de Úbeda. Como a un vampiro se le combate con la cruz, al comunismo se le combate hasta reducirlo a cenizas con el Estado de Derecho, el imperio de la ley, la separación de poderes, la libertad de expresión y la promoción y protección de la propiedad privada. Para eso, dice la Carta de Madrid, no basta con los políticos —que a veces sobran, añado yo— sino que hay que movilizar a la Sociedad Civil, a los medios de comunicación y a las universidades (estos dos, campos cultivados por la izquierda por la desidia de la moderación derechista y su afición casi profesional a la corrección política).

Y termina la Carta de Madrid con una promesa de todos los que la rubrican con su firma: la de trabajar por la dignidad y la justicia en defensa de estos valores democráticos y plurales. De los de verdad, se entiende. No en la perversión de la palabra «democracia» que practica la izquierda. Recuerden siempre que la Alemania Oriental, la del otro lado del muro, la que disparaba a sus ciudadanos cuando escapaban hacia la libertad, se llamaba a sí misma «República Democrática Alemana» y que Corea del Norte, la patria de un régimen feudal y tiránico comunista juche se autoproclama «República Popular Democrática de Corea». El que lo olvida, pierde y se pierde en la moderación.

Desde su presentación en tiempos de pandemia, la Carta de Madrid ha sido un éxito. Como diría el maestro Anson en sus tiempos en el Abc verdadero, la centralita de Disenso se colapsa a diario con llamadas de personalidades, fundaciones y think tanks que comparten esta visión nítida de la realidad y que quieren comprometerse en la batalla cultural, social y política por la libertad en la Iberosfera.

Pero como se mide de verdad el éxito de un manifiesto fundacional es por la respuesta del enemigo. Y la respuesta llegó de inmediato.


Apenas tres semanas después de la publicación de la Carta de Madrid, los líderes de esa izquierda liberticida se reunieron en La Paz para agasajar la vuelta del socialismo a Bolivia por culpa de un centrismo moderado, traidor y corrupto que, como dice Sánchez Berzaín, echó al dictador (Evo Morales) pero no terminó con la dictadura presente en la Justicia, en los medios y en las leyes electorales.

Allí, en un aquelarre socialcomunista, delincuentes fugados, criminales convictos, abusadores de menores, conspiranoicos de las hormonas gays del pollo, presidentes ignaros y revanchistas que prometieron contar nubes y cuentan dólares, marqueses de Galapagar con salus, enemigos de la libertad de la información, testaferros del kirchnerismo, un griego aprovechado y algún francés descolocado, parieron la «Declaración de La Paz» en la que señalaron los dos grandes peligros para la causa ‘democrática’ en Iberoamérica: la ultraderecha (?) y la influencia de sus medios de comunicación (lo siento, señor, por medios de comunicación de la ultraderecha no me sale nada, ¿quiere probar con medios de comunicación progres?).

Hasta aquí la reacción del enemigo.

Vamos ahora con la del amigo enfadado.


Hace unos días, en una videoconferencia en un encuentro de exmandatarios iberoamericanos, el expresidente español José María Aznar anunció la inminente publicación de lo que llamarían la «Declaración de Madrid». ¿En serio? ¿De Madrid? ¿No había otro nombre para rivalizar con la Carta de Madrid de Disenso? ¿Qué pasa, que ’Declaración de Quintanilla de Onésimo’ estaba registrada como nombre comercial? ¿Y Declaración de IwenttoGeorgetown? ¿Declaración de Endesa?

Anunciar una ‘Declaración de Madrid’ o es intento de ninguneo a la Carta de Madrid —y para eso ya es tarde porque está firmada por gente como María Corina Machado, Eduardo Bolsonaro, Grover Norquist, Giorgia Meloni, José Antonio Kast, Santiago Muzio o Eduardo Verástegui (y 63 más, todos de esta altura)— o es ganas de confundir y con el debido respeto, expresidente, no es el momento de jugar a ver quién escupe el hueso de aceituna más lejos. Ya, si eso, con Teo un fin de semana.

Es conocido que según la Navaja de Ockham, también conocido como el Principio de Parsimonia (qué casualidad de siglas), «en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable», así que elegir el nombre de Declaración de Madrid debe de ser un simple plagio. Plagiar está feo. Pregúntele al doctor Pedro Sánchez.

Pero no nos quedemos en el nombre, que por mí, como si se llama ‘Declaración de las Azores’, y vayamos al documento en sí que ha sido firmado por, como dijo Aznar, «la mayoría de los expresidentes». En realidad, por 12 de los 37 exmandatarios que forman la Iniciativa Democrática de España y las Américas (Idea). Resulta que doce de treinta y tres (37 menos cuatro: Betancur, Monge, Calderón y Durán, que ya no están en este mundo) es la mayoría. Pues eso, la mayoría. Con esas cuentas, el señor Aznar, mireusté, parece un ministro socialista explicando los Presupuestos Generales del Estado.

El documento consta de cuatro páginas en letra pequeñita. Hay contratos de futbolistas del Barça más cortos. Y se divide en cuatro capítulos de literatura variable llenos de palabras argentinas (es decir, larguísimas), como «heterogeneidades», «institucionalidad» y «recapitalización» y perífrasis claudicantes del pensamiento como «América Latina, aunque con algo de retraso». ¿Cuánto es algo? Por ejemplo, si yo digo, «Algo me dormí en el tercer folio de la Declaración de Madrid», ¿fue una cabezada u ocho horas de pijama?

Pero el título, ah, el título: «América Latina: ahora o posiblemente nunca». Eso es tomar posiciones firmes o posiblemente firmes. Como las del ejército francés en Waterloo, poco más o posiblemente menos.

El primer capitulo de la Declaración de Posiblemente Madrid está dedicado a la pandemia de virus chino que nos azota mientras China crece al cuatro por ciento. Dicen los expresidentes que «el efecto de la pandemia es impredecible, pero que con mucha probabilidad será devastador». Ojo a la revelación. Si les va mal como mandatarios, hay canales de madrugada de tarotistas en los que encajarían de maravilla.

Prosigue quien quiera que haya escrito esto asegurando sin ambages que «la cooperación internacional o regional, a pesar de las limitaciones que hayan ofrecido los procesos de integración latinoamericanos, se convierten en un arma irrenunciable para la erradicación de la lacra». Sí. Ya hemos visto en Europa como ha funcionado la cooperación internacional. Todos pisándose en la subasta de intermediarios de mascarillas y respiradores chinos. A no ser que Aznar se refiera a otros ejemplos de cooperación internacional como el despliegue de 40.000 sanitarios (si, ya) cubanos en Venezuela. No me diga que no, expresidente, que me sonrojo. Que yo estaba en Venezuela en abril de 2002.

En serio, el primer capítulo, que empieza afirmando, a 17 de noviembre de 2021, que «la pandemia impacta ya de forma evidente en todos los países latinoamericanos» es para olvidarla muy rápido y ponerle al escolar que haya parido esa brillantísima obviedad una generosísima calificación de 4 sobre 10. Suerte que ahora, en España, con la Ley Celaá, podrá pasar de curso.

El capítulo segundo arranca con el brillante descubrimiento geográfico de que «América Latina existe». Aunque yo prefiero Iberoamérica o Hispanoamérica (if, if), reconozco América Latina en cuanto la veo en el mapa. Y por lo que parece, los redactores de la Declaración, también, porque añaden: «Existe como continente propio». Vamos, que no es Asia aunque China sea dueña del 20 por ciento de su Economía.

Pero lo mejor viene ahora, cuando asegura que «es una región surcada por innumerables lazos históricos, culturales y de todo tipo». Reconozco que lo de «de todo tipo» me mata, pero los lazos históricos y culturales tienen nombre: «Cristiandad» e «Hispanidad», que incluyen a Portugal y Brasil, claro. Recuerden al fraile portugués André de Resende: «Hispani omnes sumus». ¿Por qué usar perífrasis para un concepto tan hermoso como Hispanidad? ¿Será de ultraderecha? No respondan.

En fin.

Sigue el texto hablando de las renuncias a la idea de Latinoamérica como un continente común (?) y alertan de que «los enemigos de la libertad intentarán utiliza la pandemia para postergar la agenda institucional y económica». Los enemigos tienen nombre, expresidente. Se llaman socialistas y comunistas. Esto no es como meterse en un cuarto de baño a oscuras con una vela y delante del espejo invocar a Verónica. Si se les nombra, señor Aznar, no pasa nada. Incluso clarifica. Con lo bien que usted pronunciaba el nombre de Sadam Hussein… Y mírele ahora: desarticulado (eufemismo).

Los siguientes tres puntos contienen lo mollar de la Declaración de Madrid. Y aunque sólo esos tres puntos son más largos que la Carta de Madrid de Disenso entera, las ideas son las mismas: Estado de Derecho, libertad y reglas democráticas. Seguro que el plagio es una intertextualización, que diría Ana Rosa Quintana. Eso sí, que su Declaración no mencione la separación de poderes es una omisión lamentable. Yo pondría una adenda en la página web, pero sólo es una Idea.

Ya se está haciendo largo este despiece de la Declaración. Pero no puedo evitar referirme al último punto de este segundo capítulo en el que los expresidentes reconocen que, «desgraciadamente, no todos los gobernantes actuales de Latinoamérica abrazan estos valores». La Declaración es contundente y suelta una frase que seguro que haría llorar de arrepentimiento a los Ortega, Maduro, Castro, Arce y algún terrorista de las FARC: «la agenda latinoamericana basada en la libertad da dividendos». Ahí, ahí, mucho. Tocando la fibra sensible del accionista del Santander. A mí me ha conmovido y eso que no soy un tirano socialista ni tengo acciones del Santander.

El tercer capítulo se basa «en la necesidad de incluir a Latinoamérica en la agenda global». Como no tengo ni idea de qué es eso de la agenda global y todavía —todavía— no me han invitado al Club Bilderberg, renuncio al tercer capítulo. Debe de ser algo de la refinanciación de la deuda externa. Seguro que los otros 700 millones de iberoamericanos sí que lo saben y les resulta inspirador. Tranquilidad, en suma.

Pero el cuarto capítulo. Ah. Oh. El cuarto capítulo es el más interesante. Porque es un capitulo socialdemócrata que podría haber escrito entero un funcionario del Ministerio de Exteriores de la socialista González Laya (por cierto, Grupo de Puebla). Es más, estoy seguro de que este verano leí un memorando igualito del Gobierno socialcomunista español sobre el asunto americano.

La Declaración de Madrid, la que no menciona a los enemigos de la libertad por si acaso, sí que nombra las instituciones financieras «que son herramientas eficaces en la consecución de los objetivos de financiación que necesita la región). No sé a ustedes, pero el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) con sede en Caracas y con un vicepresidente que fue director de tesis de Juan Guaidó me inspira la misma confianza que a una hormiga un oso hormiguero famélico. Los Aznar-Boys también mencionan al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que sólo es aconsejable desde que hace un mes lo preside un estadounidense de Trump con la oposición de los tiranos y/o España.

Pero bueno, pongamos que fuera verdad esa eficacia del BID y del CAF. La Declaración de Madrid no tiene dudas al respecto. Pero, claro, como están pelaos, insta a los socios que no son de la región (Portugal y España, que yo sepa) a recapitalizar esas entidades. Sin duda, la Declaración de Aznar tiene en cuenta que como Portugal y España van sobraos (¿que es una caída del 20 por ciento del PIB para un país fuerte como España?), seguro que el dinero fluye. Esto no es una Declaración de Madrid, es una carta a los Reyes Magos.

Esperen, que ahora llega lo divertido.

La Declaración de Madrid, que no ha firmado el verdadero líder de la reacción en América, el expresidente Álvaro Uribe, insta a los países más desarrollados a crear un Fondo de Recuperación para Latinoamérica. Esto mismo dijo el Gobierno de Sánchez hace cuatro meses.

Es verdad que una coincidencia no hace socialismo, pero a ver si dos… como este párrafo de la Declaración de Madrid: «Si Latinoamérica no quiere perder el tren del siglo XXI debe apostar decididamente por la digitalización, así como por una inteligente y eficiente transición energética que permita impulsar un crecimiento sostenible». Llegan a decir «economía verde» y ya veo a Aznar dejándose moño.

Hay más frases huecas de este pelaje en este tramo final de la Declaración, pero no me resisto a copiar íntegro el párrafo con el que concluye el documento. Agárrense:

«América Latina, para ganarse el futuro con estabilidad ha de diseñar una estrategia regional de crecimiento democrático que sostenga el manejo de los estados de excepción constitucional en curso, sin pérdida de los indispensables contrapesos institucionales y ciudadanos, y que permita el acceso conjunto de sus países a los mecanismos financieros y de cooperación, jerarquizando las prioridades: Programas selectivos de subsidio al desempleo y para el acceso a alimentos y medicinas, de asistencia a las pequeñas y medianas empresas y apoyo a las grandes corporaciones, reconversiones educativas para el trabajo a distancia, coordinación de los bancos centrales y organismos crediticios, atención del problema de la deuda pública y asimismo al de los deudores particulares».

Si han llegado despiertos hasta el final, sí, lo han leído bien. La Declaración de Madrid concluye su análisis pidiendo dinero, subsidios, teletrabajo, créditos, quitas y condonaciones. Estos¡ es motivación y no las charlas de Luis Aragonés. Esta una declaración, sí, pero de la renta.

De inspirar a la sociedad civil para dar la batalla al socialcomunismo del siglo XXI y su inminente exportación globalista que ya ha llegado a Europa, ya, si eso, otro día. El caso es subsidiar.

En resumen: esta Declaración de Azn… de Madrid sólo es la aburrida exposición de unos exlíderes moderados que ya no quieren combatir al socialismo, sino pactar con él (alguno sorprendente, como el presidente Pastrana y alguno obvio por fracasado, como Mauricio Macri) porque consideran que, como escribió la argentina Karina Mariani en La Gaceta de la Iberosfera, en realidad, en el fondo, «todo es un temita de gestión».

Mucho plagio y, como siempre, pocas nueces.

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