«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
CON UN DISCURSO QUE BUSCA DISGREGAR MÁS EL CONTINENTE

Pedro Castillo revive el odio a España para desarticular la identidad peruana y complacer al comunismo bolivariano

El comunista Pedro Castillo en la toma de posesión como presidente de Perú. REUTERS

Pedro Castillo ha revivido el viejo odio a España en su discurso inaugural como nuevo presidente del Perú culpando a “los hombres de Castilla” de todos los males que sufre el país andino, en contraste con las culturas aborígenes, a quienes exaltó por haber vivido en “armonía con la rica naturaleza” hasta la llegada de los conquistadores.

“En nuestras tierras florecieron importantes y extensos estados como el Wari y, luego, el Tahuantinsuyo. Durante cuatro milenios y medio, nuestros antepasados encontraron maneras de resolver sus problemas y de convivir en armonía con la rica naturaleza que la providencia les ofrecía. Fue así hasta que llegaron los hombres de Castilla, que con la ayuda de múltiples felipillos, y aprovechando un momento de caos y desunión, lograron conquistar al estado que hasta ese momento dominaba gran parte de los Andes centrales”, dijo al iniciar su mensaje a la nación.

En esa línea, Castillo anunció que no ejercerá su función desde Palacio de Gobierno, sede del Poder Ejecutivo -que también es conocida como la Casa de Pizarro por estar ubicada en el mismo solar que alguna vez ocupó el conquistador trujillano-, y donde se levantó el Palacio de los Virreyes durante los casi trescientos años en que el Perú estuvo unido a la Corona de Castilla.

No gobernaré desde la Casa de Pizarro, porque tenemos que romper con los símbolos coloniales, para acabar con las ataduras de la dominación que se han mantenido tantos años”, indicó.

El nuevo peón del Foro de Sao Paulo señaló que el Palacio de Gobierno será otorgado al ministerio de Cultura, renombrado “ministerio de las Culturas”-supuestamente en reconocimiento de la diversidad cultural peruana-, para que sea usado como museo.

“Cederemos este palacio al nuevo ministerio de las Culturas para que sea usado como un museo que muestre nuestra historia desde sus orígenes hasta la actualidad”, aseveró.

Para Víctor Samuel Rivera, doctor en filosofía por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) y miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía, la negativa de Castillo a no querer ocupar la sede histórica del Ejecutivo, aduciendo que es un “símbolo colonial”, obedece a una falta de conocimiento minucioso y técnico de la historia del Perú, pues previamente a convertirse en casa de Pizarro y morada de los virreyes y presidentes, en ese mismo lugar se ubicó la residencia del curaca del valle del río Rímac, uno de los líderes indígenas más destacados por establecer alianzas con los españoles. 

“El nuevo presidente ha dicho que no quiere vivir en el solar que alguna vez ocupó el Palacio Real de Lima aduciendo que tiene un origen colonial, símbolo del cual quiere desprenderse o romper. Lo cierto es que donde está actualmente ubicado el Palacio de Gobierno del Perú, sede del Ejecutivo por dos siglos, estuvo también la residencia del curaca de Lima, Taulichusco, que recibió con hospitalidad a los conquistadores y formó una alianza táctica con ellos. Con su discurso, el señor Castillo evidencia que no tiene un conocimiento minucioso y técnico del Perú y su historia”, asevera.

Según Rivera, Castillo repite el discurso de la “izquierda andina” -que incluye al Perú, Bolivia y Ecuador-, anclado en una reivindicación fantasiosa e idílica del pasado prehispánico, narrativa que no resiste ningún análisis histórico.

El discurso de la izquierda andina, que se replica en el Perú, Ecuador y Bolivia, desde su origen está anclado en una reivindicación del pasado prehispánico. Es un discurso que ahora llamaríamos identitario, que pretende que las reivindicaciones típicas de la izquierda, no importa cuales sea, si son laborales, sindicales o sexuales, tienen su arraigo en un pasado en el cual tuvieron supuestamente plenitud, plenitud que se habría interrumpido por la incorporación de esta parte del mundo a la Corona de Castilla y a la Cristiandad. Toda esa narrativa es completamente fantasiosa, no tiene ni pies ni cabeza, pero hay que recordar que las ideologías, particularmente las utopistas, tienen que hacer lo que Benedict Anderson llamaba el imaginario colectivo. Alguien que pertenece a esta corriente de los futuros imaginados es el expresidente Sagasti, que tenía una oenegé llamada Agenda Perú que se ocupaba de los futuros imaginados. Para Sagasti, algo imaginado, tomando este término de Anderson, significa también algo deseado, que no existe ahora, pero con la salvedad de que lo que no existe ahora podría haber existido antes. El pensamiento indigenista se proyecta hacia el futuro deseando algo que se atribuye al pasado, pero ese algo es fantasioso. Todo lo que sabemos del mundo prehispánico lo conocemos a través de lo que han escrito los sacerdotes contemporáneos a la conquista y establecimiento del virreinato que trataron de salvar este recuerdo que era transmitido de manera oral porque estas culturas no tenían escritura. Sabemos más de estas por la arqueología que por la historia. Esta idea de que había un pasado prehispánico idílico como el que presenta el señor Castillo en su discurso, que habló de cuatro milenos y medio de convivencia en armonía con la naturaleza antes de la llegada de ‘los hombres de Castilla’, no resiste ningún análisis histórico. Una persona que tiene conocimiento sincero de la historia del Perú, así sea escolar, debería saber que eso es falso. En el Perú había una diversidad grande de naciones, en el sentido tradicional de la palabra nación, que se desarrollaron en zonas distintas del territorio, que tenían rivalidad entre sí cuando eran contemporáneos, como pasó con los chimú del norte y los quechuas del sur, hasta que estos últimos los superaron militarmente y los vencieron. Una cosa que omitió Castillo, y que cualquier persona debería saber, es que la ocupación española del territorio que actualmente le pertenece al Perú, fue con la colaboración activa de los locales, descontentos con el imperio de los incas. Es imposible que una centena de españoles hayan vencido ejércitos numerosos y dominado a millones en un inmenso territorio sin la colaboración de las culturas rivales a los incas que se aliaron con ellos”, explica.

Etnonacionalismo peligroso

Por su parte, el historiador y conferencista Francisco Núñez del Arco Proaño, alerta que el etnonacionalismo y seudoindigenismo de Pedro Castillo es peligroso para toda la región, pues contaría en un posible enfrentamiento que traspase las fronteras del Perú hacia el norte, con facciones de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), que comparten su ideología.

“Pedro Castillo es etnonacionalista y ultraindigenista, aunque mejor sería llamarle seudoindigenista, con toques milenaristas y mariateguista como todo su círculo cercano. Su ideología propone la restauración de un idílico Tahuantinsuyo dizque socialista, inexistente en la historia. Como [Rafael] Correa, está utilizando a la izquierda progre para consolidar su poder. Es decir, sus planes e intereses, por etnonacionalista, mariateguista y socialista, no incluyen solamente al Perú sino a todo el ‘mundo andino’, y calzan perfectamente con la doctrina de amplios sectores de reservistas del Ejército peruano, afines a Antauro Humala. En su discurso inaugural ha anunciado el servicio militar obligatorio. No es descabellado suponer que cuando los tiempos se tornen difíciles por las medidas socialistas que anuncia, cualquier pretexto será bueno para anunciar un casus belli o sacar provecho a una crisis diplomática con el Ecuador, como siempre han hecho los gobernantes peruanos en apuros, necesitados de un escape de presión interna, redirigiendo el descontento al exterior. Pero esta vez será diferente porque cuenta con aliados ideológicos ecuatorianos, entre otros en importantes facciones de la CONAIE [Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador], hoy con un presidente de la misma línea ideológica”, explica.

Según Núñez del Arco, el mariateguismo -término utilizado para definir el pensamiento del filósofo marxista peruano José Carlos Mariátegui, que proponía un comunismo basado en el pensamiento ancestral andino- es la ideología compartida por Castillo, Evo Morales y los indigenistas ecuatorianos que buscan dinamitar las decadentes repúblicas liberales de la región andina para transformarlas en estados plurinacionales, sirviéndose de una narrativa antiespañola, que también es compartida por las derechas locales desde las guerras de independencia, lo que ha permitido exacerbar este odio a lo español con mayor facilidad, pues se encuentra incluso en los libros de historia.

El discurso de Castillo, de tipo etnocentrista, puede llevar a consecuencias graves a toda la región, pues su intención es disgregar todavía más el continente. En el Ecuador, la Constitución del 2008 reconoce a más de cincuenta nacionalidades indígenas, lo que ha provocado que el indigenismo radical haga de las suyas, pues son intocables. Las leyes les favorecen de tal manera que los grupos radicalizados que terminaron incendiando Quito en 2019, no fueron procesados y ninguno fue a la cárcel por los sabotajes, apología al delito y actos terroristas que cometieron. Casi todos los países sudamericanos están siendo asediados por estos grupos radicalizados de izquierda, pero su accionar en el Perú, Ecuador y Bolivia es todavía mucho más peligroso, pues podría desencadenar en un conflicto étnico”, advierte.

De acuerdo al historiador quiteño, uno de los principales propósitos de estos grupos es ocultar o desconocer la colaboración y reconocimiento que hubo entre españoles y pueblos indígenas desde la conquista y el establecimiento de la Monarquía Hispánica en América, símbolo de la unidad entre ambos mundos, incentivando el odio hacia lo Occidental.

“Resulta muy fácil para estos grupos atribuir los errores y desgracias de nuestros países a España. Además, les resulta beneficioso. Tenemos encima dos siglos de república, y cuando deberíamos asumir la responsabilidad de nuestro estado en el presente, esta narrativa facilista sigue buscando culpables del fracaso de nuestros proyectos políticos, sociales y económicos hace tres o cuatro siglos atrás. Esta narrativa la iniciaron los criollos separatistas durante las guerras de independencia, y la izquierda tomó la batuta en el siglo pasado. Históricamente, los reinos españoles americanos eran parte integral de la unidad política de la monarquía hispánica, y las Leyes de Indias reconocen la paridad de los reinos europeos e indianos. A los indígenas se les reconoció un cuerpo legal que se practicó. España reconoció representación política de los aborígenes a través de cabildos propios y respetaron los curacazgos indígenas, señoríos feudales plenos en América, en los reinos del Perú, Quito y Charcas [actuales repúblicas del Perú, Ecuador y Bolivia]. En el Perú se evidencia con la presencia de una nobleza indígena muy fuerte e importante que se termina aliando y reconociendo la dignidad de la monarquía española, mezclándose sanguíneamente con la nobleza española. Castillo y sus aliados omiten que la nobleza inca del Cuzco fue realista, y se armaron para defender la causa del rey en contra de la subversión criolla, defendiendo sus privilegios y posición que tenían gracias a España. El Perú era el núcleo del imperio español en América del Sur, y no solo los indios nobles pelearon a favor del rey, el brigadier Antonio Huachaca, un campesino, lideró la lucha por la causa monárquica incluso después de la independencia”, agrega.

Para el autor del libro “Quito fue España: historia del realismo criollo”, resulta necesario que en toda la Iberoesfera se coordine un esfuerzo por contrarrestar el avance del indigenismo radical y atomizador, sobre todo desde España, pues la izquierda española ha servido de asesora política a los comunistas bolivarianos.“Es necesario coordinar un frente internacional en toda la Iberoesfera para frenar al comunismo bolivariano y a los separatistas. Hay una batalla importante en la arena política, pero también en la arena cultural, para contrarrestar con firmeza la subversión. José Ortega y Gasset decía que el separatismo empezó en América y terminaría en España, refiriéndose al País Vasco y Cataluña. La asesoría que podría dar Vox a los grupos que hacen resistencia a la subversión izquierdista e indigenista en Hispanoamérica es una decisión que debe evaluarse con urgencia. En la redacción de las constituciones que impulsa la izquierda hispanoamericana, siempre ha estado la ayuda de la izquierda española. Las Constituciones de Venezuela y el Ecuador están hechas con la asesoría política de la extrema izquierda española. La reunión de Monedero, de Podemos, con la vicepresidente de Castillo, evidencia su interés en el nuevo gobierno izquierdista que ha tomado el Perú. La humillación que ha sufrido el rey Felipe VI durante el discurso de Pedro Castillo podría explicarse con este acercamiento. Un despropósito completo del gobierno socialista de Pedro Sánchez, sabiendo que clase de personaje es Castillo, mandar al rey a la toma de mando. Fue un grave error del rey Juan Carlos I renunciar a una de las últimas preeminencias que tenía la Corona de organizar su propia agenda, cediéndola al Ministerio de Relaciones Exteriores. Es una humillación para España que el gobierno socialista de Pedro Sánchez haya permitido que el rey Felipe VI asista a una ceremonia, corriendo el riesgo de ser insultado por un indigenista radical como Pedro Castillo, perjudicando no solo el prestigio de la historia de España, sino el presente”, concluye.

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