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CRISIS INSTITUCIONAL Y DE VALORES

Perú se salvó (de momento) de tener una presidente marxista y feminista

El Congreso de Perú removió de su cargo al presidente. En consecuencia, el país ha tenido cuatro presidentes interinos en los últimos días. Llegó a ser propuesta como presidente del Congreso una feminista, pro aborto y marxista-gramsciana que considera la propiedad un “contra-derecho”. Pero no pudo asumir la presidencia por falta de votos.

«Imaginemos un mundo sin capitalismo», dice el cartel que sostiene Rocío Silva Santiesteban en uno de los periódicos donde es destacada como la primera mujer que preside el Perú.

«En América Latina, las mujeres han sido aguerridamente marxistas. Mujeres como la terrorista Augusta La Torre, que organizó en Lima el primer Comité Femenino de Sendero Luminoso, o guerrilleras míticas como Tania, la compañera del Che Guevara muerta en la selva boliviana, o comandantas zapatistas como la Comandanta Ramona, que leyó la proclama del movimiento en el Congreso mexicano en 2001″, exclama en una columna de su autoría titulada seguiremos siendo feministas y marxistas.

Allí exalta al grupo terrorista Sendero Luminoso, culpable de haber violado a tantas mujeres que las campesinas se introducían papas en la vagina para evitar el acceso carnal.

Como muchas feministas, Silva deja en claro que su primera lealtad no es con la mujer sino con su instrumentalización política: llevar la lucha de clases del socialismo a la guerra de sexos entre hombre y mujer; para así forjar una sociedad donde no reina la paz sino la guerra perpetua, mediante la fragmentación social total.

Para el alivio de muchos, su presidencia no se concretó. Sin embargo, públicamente se muestra como el Sancho Panza del nuevo presidente, al cual ha apodado su Quijote.

Es decir, si bien no está al mando el ala más radical de la izquierda peruana, está muy cercana al poder.

Por medio de redes sociales es posible ver el prontuario de Rocío Silva Santiesteban. En su foto de perfil de Twitter aparece haciendo puño con un pañuelo verde.

https://twitter.com/JanetLpez8/status/1251009661928648704?s=20

Contrario a España, la Madre Patria, donde el color verde representa a Vox y consigo el respeto a la tradición, comenzando por la vida, en Hispanoamérica, donde el aborto es ilegal en todos los países, salvo Cuba (y gracias al gobierno del exterrorista Mujica, también Uruguay) ese color ha sido apropiado por la causa feminista para exigir legalizar el aborto.

Si bien el verde ha estado muy presente en la causa feminista desde la base (la usaban junto al blanco y el violeta las sufragistas de Londres), en la actualidad cumple una finalidad simbólica. El término «sandía» explica el porqué, «verdes por fuera, rojos por dentro«.

Tras la caída del muro de Berlín, la izquierda internacional se reorganizó y dejó en segundo plano la causa obrera. Ahora alega que salvará el planeta. Para hacerlo, propone primero reducir para luego controlar la población mundial.

Todo esto con un discurso misántropo contundente: el hombre es el mal sobre la Tierra, por tanto para cuidar de la Pachamama (término indigenista primordial para acompañar el misticismo feminista) hay que reducir la natalidad.

Fiel a la dialéctica de la contradicción de Hegel que caracteriza el discurso de la izquierda, llaman “retrógrados” a los provida, mientras simultáneamente buscan devolver a la humanidad a la era primitiva del sacrificio humano.

Dichas prácticas llegaron a su fin en el continente americano precisamente gracias a la conquista española que fue posible gracias a las alianzas con los pueblos indígenas. Pues cambiaron dioses que exigían sacrificios humanos, de sus propios hijos, por un Dios que sacrificó a su único hijo por ellos.

Lo cual muestra cómo, a diferencia del socialismo del siglo XIX y XX que buscaba llevar a la humanidad a una era pos-capitalista, el socialismo del siglo XXI quiere llevarlo a la era precolombina.

De igual manera el socialismo del siglo XIX y XX requería el surgimiento del hombre nuevo, desprendido de toda noción de familia y propiedad. Mientras el socialismo del siglo XXI necesita de una mujer nueva, revolucionaria, desprendida de su naturaleza. Por ello debe dejar de ser madre, sacrificar su reproductividad en pos de su productividad. Y para afirmarlo, dejar de ser la que porta la vida y pasar a ser quien la destruye.

Esto a su vez muestra cómo el progresivo no se trata de progreso sino de pasos progresivos hacia el totalitarismo.

«Cuando la sociedad socialista sea una realidad en el mundo entero, ya no habrá hombres y mujeres, sino solamente trabajadores iguales entre sí», tal como auguraba la feminista Simone de Beauvoir.

Y lo dijo poniendo como ejemplo a la Unión Soviética, el primero Estado que legalizó el aborto en el mundo.

Desde sus inicios, dicha práctica no ha procurado la libertad de las mujeres ni la autonomía sobre sus cuerpos, como exclaman en sus consignas sino darle el poder al Estado de determinar desde cuándo vale la vida.

Por eso han sido los regímenes más totalitarios los primeros en adoptarlo y ha sido gracias a la creciente intervención del Estado que en los países históricamente más libres se ha normalizado.

Si bien Hispanoamérica aun lo resiste, crece la popularidad. Por ejemplo, Rocío Silva Santiesteban no pudo asumir la presidencia por no obtener suficientes votos. Sin embargo, sí consiguió bastantes. 52 parlamentarios votaron por el “No”, 25 se abstuvieron y 42 la respaldaron.

En su lugar fue elegido Francisco Sagasti. Sus críticos alegan que es admirador del terrorismo que acechó a Perú. Pues cuando fue uno de los 800 rehenes secuestrados en la residencia del embajador de Japón en Lima por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), Sagasti pidió las firmas de los secuestradores.

En su defensa, Sagasti afirma que fue una forma de tener registro de lo sucedido y poder llevar a la justicia a los agresores. Pero sus críticos dicen que en realidad pedía autógrafos.

Lo cierto es que en un país donde la institucionalidad ha perdido toda seriedad, es difícil para los peruanos confiar en los políticos.

Las primeras palabras de Sagasti fueron: «haremos todo lo posible por devolver la esperanza a la ciudadanía, para demostrarles que somos responsables».

Perú y toda la hispanidad están atentos.

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