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Le aguanta la mirada a las multinacionales liberticidas

Putin bloqueará Twitter en 30 días si no elimina la pornografía infantil en su red

Tiene toda la gracia del mundo (ninguna, pero ustedes me entienden) que Jack Dorsey, CEO de la red social Twitter, se ponga todo estupendo explicando en el Congreso estadounidense por qué censura noticias y opiniones (casi siempre del mismo lado), elevado como un maestro zen, mientras los pedófilos pueden compartir alegremente sus aficiones y contactos en la misma red. ¿Hablar de fraude electoral? ¡Prohibido! ¿Cuestionar la más estricta línea oficial sobre la pandemia? ¡Ni se le ocurra! ¿Discutir la explotación sexual de niños? Oh, bueno, esto es un país libre, ¿no? Y Twitter no es más que un tablón de anuncios que no se hace responsable de lo que se cuelgue en él.

En Estados Unidos, esta doble vara de medir puede pasar, pero al líder ruso no le gusta un pelo. Así que Twitter tiene treinta días para acabar con el contenido ilegal o perderá el mercado ruso. Porque la ley sigue siendo la ley, por muy ‘globalizado’ que sea el servicio, y Twitter se pasa por el forro las leyes rusas contra contenidos obscenos.

La pelota está ahora en el tejado de Twitter, pero primero estuvo en el del Servicio Federal de Supervisión de las Comunicaciones, la Tecnología de la Información y las Comunicaciones de Masas, más conocido como Roskomnadzor.

En concreto, las autoridades rusas dicen que Twitter no ha eliminado 3.100 tuits con contenidos prohibidos según la legislación rusa y que incluyen pornografía, drogas y suicidio. Como primer paso, Rusia reducirá un 50% la velocidad de descarga de la red. Y ahora Roskomnadzor amenaza con bloquear completamente la red social en todo el país.

La disputa no es de ayer. La ley de marras se aprobó en 2014, y aunque permite a las autoridades cerrar sitios y redes de Internet, solo LinkedIn, por otra parte no demasiado popular en Rusia, ha caído bajo el hacha regulatoria.

En los últimos años se ha venido hablando largo y tendido del poder omnímodo, mayor que el de cualquier sátrapa de la antigüedad, que ejercen sobre el planeta las grandes tecnológicas, a las que Trump quiso meter mano y no pudo (o no quiso, realmente). La sensación generalizada parece ser que “toda resistencia es fútil”, que es como tratar de contener la marea.

Pero eso es, simplemente, una ilusión. O lo es, al menos, en los dos únicos estados del planeta que conservan una soberanía plena: Rusia y China. Cuando China “pidió amablemente” a Facebook que censurara todos los contenidos molestos para el régimen, a los de Zuckerberg les faltó tiempo para poner a disposición del Partido Comunista Chino los mejores dispositivos de censura que el dinero puede comprar.

China es una dictadura comunista, y no tendría que enfrentarse a una opinión pública adversa si mañana cerrara Facebook, Twitter o lo que se le pusiera por delante. Pero es que, además, se notaría muy poco: las redes sociales que en el resto del mundo son casi obligatorias, en China son muy marginales. Y no porque los chinos no estén tan enganchados con el resto del planeta a las redes, sino porque tienen las suyas. ¿Facebook? ¿Para qué, si tengo WeChat? ¿Twitter? Mejor Sina Weibo. ¿Youtube? Me apaño con Tencent Video, gracias. O con Tencent QQ en vez de Whatsapp.

La tiranía que ejercen las grandes tecnológicas no funcionan con las potencias que les plantan cara. Desafiar a esos gobiernos solo sirve para que desarrollen alternativas, a menudo mejores, con lo que la arrogante red social americana (siempre lo es) se arriesga a perder cientos de millones de usuarios y ganar una seria competencia, en el mejor de los casos.

Rusia nos recuerda que no, la resistencia no es fútil y los estados aún pueden aguantarle la mirada a estas multinacionales liberticidas y reivindicar su soberanía. Porque la retienen, claro.

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