«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
ANTE LAS CIFRAS RÉCORD DE HUELGAS DE DOCENTES

La educación, el sector que representa el caos kirchnerista

A escasos días del inicio de las clases, el gobierno argentino ha desplegado, en todo su esplendor, su estrategia de gestión más poderosa: el “vamos viendo”.

Y es que su capacidad de ir y venir, declamar y desdecirse se plasma en muchos temas: la gestión de la campaña de vacunación, la prohibición de comercialización de granos, los nuevos confinamientos y todo lo que sea susceptible de ser afirmado y desmentido a la vez. Pero con el tema educativo el ensañamiento es fenomenal. Cuestión que, en estos días, un nuevo campo de batalla se abre, esta vez, con los chicos en el medio. El estado de la educación argentina es representativo de la débil situación del gobierno que inicia su segundo año de gestión en perfecto caos.

En Argentina la política educativa la manejan los gremios docentes enquistados en todos los ámbitos institucionales y aliados fanáticos del kirchnerismo. Son como una guardia pretoriana de baja intensidad. Durante todo el 2020 y como parte de la calamitosa gestión de la pandemia, las escuelas estuvieron cerradas y sólo algunos grupos de alumnos y padres levantaron, en completo desamparo y soledad, sus voces de protesta.

Pero el humor social hacia la única idea de Alberto Fernández frente al Covid-19: léase el encierro, ya no es el mismo que en los albores del 2020. Ahora los reclamos son fuertes y la oposición olió el cambio de ánimos y tomó la bandera del regreso a la presencialidad. El gobierno no estaba dispuesto a perder popularidad a través de ese boquete, de modo tal que el presidente anunció que los estudiantes volverían a tener clases presenciales en marzo. Metáfora de la sangría de poder que sufre el presidente, es que esa simple declaración encendió la polémica y sus gremios aliados lo acusaron de “engañar a la gente”.

Ni cortos ni perezosos, los sindicatos docentes pusieron reparos de todos los colores sentenciando que volverían a las aulas dependiendo de los resultados de las restricciones que se pusieron en práctica ante el aumento de casos. Argentina tienen decenas de sindicatos docentes, se trata de un verdadero franchising que suma a los aportes sindicales el negoción de los cursos de capacitación que otorga puntos a los maestros. El país tiene cifras récord de huelgas docentes desde hace más de 20 años, si se suman las huelgas a lo largo de un ciclo primario, un niño pierde casi medio año de clases en la escuela pública. No hay un rubro de la administración educativa que no sea una calamidad. Estuvieron todo el 2020 fuera de las aulas y ahora ya no hay quien los regrese. Los sindicalistas reclaman condiciones incumplibles, con protocolos irrisorios que harán imposible edilicia y profesionalmente impartir educación privada o pública. Los sindicatos docentes son los reemplazantes del poder legislativo y ejecutivo en todos los aspectos relativos a la enseñanza.

Para calmar estas demandas, el primer mandatario manifestó que tiene previsto que los docentes reciban la vacuna: «Entiendo que a partir de esta cobertura de inmunización no debería haber ninguna oposición por parte de ellos», casi suplicó en referencia a los condicionamientos manifestados por los gremios. Pero esto no deja de ser una fantasía.

La compra y distribución de la vacuna es otro de los escándalos argentinos por estas horas. Si ya hay mil problemas en relación con el diminuto stock de 300.000 dosis, la idea de vacunar al plantel docente antes de marzo, cuando ni se compró ni se pagó y mucho menos se organizó la campaña es un delirio.

Aquí se suma un problema adicional, la sobreabundancia de los cargos docentes. El sistema educativo es instrumento de la militancia política. Argentina tiene más docentes por alumno que los países con mejores niveles educativos a pesar de tener índices de rendimiento escolar por debajo del resto de los países de la región. Huyendo de la inoperancia estatal, cada vez más familias deben pagar dos veces por la educación de sus hijos, una a través de sus impuestos y otra a través del pago a la escuela privada. Los maestros que realmente están al frente de las aulas son apenas un porcentaje de los contratados: ¿dónde están los que faltan? Ausentismo, licencias inefables, y todo un entramado clientelar que maneja los cargos como favores. Por cada 8 niños que dejan las escuelas estatales el Estado crea un nuevo cargo docente. Es como el milagro de los panes y los peces, pero al revés.

Queda claro que la idea de la vacunación del total del cuerpo docente es una quimera. Alberto Fernández solicitó al ministro de Educación, Nicolás Trotta, que “se puedan recuperar los contenidos que pudieran haber quedado soslayados producto de las restricciones”. Entonces el ministro afirmó que la vacuna «no es condición indispensable» para garantizar la presencialidad. Sin embargo, en otra comunicación Trotta dijo que no existía la infraestructura necesaria para la presencialidad.

En menos de una semana el ministro ha ensayado una vastísima variedad de puntos de vista, casi todos enfrentados, pero acordes al interlocutor de turno. Un discurso personalizado según el oyente: representantes de UNICEF, gremios, periodismo u oposición. Trotta negó que en un primer momento la presencia de los niños en las escuelas sea al 100%. Luego ratificó que en febrero comenzará la vacunación de 1.300.000 docentes y luego negó la necesidad de las vacunas para el comienzo de clases. Con respecto a la estrategia para vacunar a los docentes, Trotta también se refirió a la resistencia de algunos gremios para volver a la presencialidad en las aulas y dijo que va a recorrer las 24 jurisdicciones para mantener reuniones «tanto con ministros y ministras de educación como con organizaciones sindicales». Preparémonos para unas 48 versiones más.

La gestión educativa está al servicio ideológico del gobierno. Este servicio se paga con concesiones y fidelidades férreas. Es por eso que, por estas horas, el gobierno se encuentra entre la espada y la pared. En el discurso de la representación sindical kirchnerista, la educación es un instrumento para luchar contra la dominación y la meritocracia es un privilegio burgués. El maridaje entre el ideario kirchnerista y la gestión educativa es uno de los bastiones del gobierno y una de sus principales referentes es la funcionaria exmilitante montonera Adriana Puiggrós que consideró «que las clases empiecen 15 días o un mes después no es un drama ya que los contenidos se recuperan», y agregó «Con escuelas en condiciones y docentes vacunados, ahí podemos hablar de que comiencen las clases».

Esta postura contrasta con la terrible realidad que es que más de la mitad de los que están en edad escolar son pobres y se calcula que un 10% ya dejó la escuela­. Son más de un millón y medio de estudiantes que no pudieron continuar sus trayectorias o tuvieron nulo o muy poco contacto durante el aislamiento. Las chances de que regresen frente a la crisis económica son pocas.

El jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, advirtió que el comportamiento social en estos meses será determinante y tendrá incidencia en el mes de marzo cuando está previsto que comiencen las clases presenciales, haciendo malabares para patear la pelota afuera y culpar a los ciudadanos, encerrados hace un año, de los fracasos de la gestión. De paso abriendo el paraguas por si los sindicatos ganan la pulseada. Estos, de hecho, ya anticiparon reclamos sobre infraestructura escolar, retraso en sus salarios, más personal docente, más auxiliares de limpieza, pero, sobre todo: «Para pensar en una vuelta a clases hay que discutir los salarios, ya que en 2020 quedamos 15 puntos debajo de la inflación. Pedimos una recuperación salarial en la cual el salario esté vinculado a la inflación y no tengamos que ver cómo llegamos a fin de mes».

Evidentemente, no es la cuestión del derecho de los chicos a educarse ni la preocupación por la salud lo que subyace. Se trata del tironeo entre la opinión pública en un año electoral y la guardia pretoriana sindical tratando de conservar sus privilegios. En el medio, un gobierno débil que sólo atina a improvisar con horizontes de acción de horas. En el medio también están los chicos, claro, pero eso es lo de menos.

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