Por lo visto y oído, no hay nada tan genuinamente americano (en el abusivo sentido de “estadounidense”) que saltarse a la torera la ley y la frontera. Es un discurso que se oía ya bastante en la oposición a Trump, pero al parecer ahora se ha convertido en política oficial, al menos según la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki.
Psaki respondía a las preguntas de un reportero interesado en el encuentro mantenido por el presidente Biden con seis inmigrantes ilegales que están haciendo campaña para que se apruebe una ‘amnistía nacional’, es decir, regularizar la situación de los millones de inmigrantes que viven desde hace años en el país y cuyo número exacto nadie conoce. “Creo que el presidente está convencido de que los beneficiados por la Iey DACA (que permite a los niños entrados ilegalmente de disfrutar cierta cobertura social y legal) son parte de la historia americana y parte del tejido de lo que somos como país y algo así como lo que representa el Sueño Americano”, respondía Psaki. “Así que traerlos aquí es una ocasión de subrayar eso”.
Olviden por un segundo si son ustedes partidarios de controlar la inmigración o ampliarla al máximo; de fronteras seguras o de un mundo sin fronteras, porque esta actitud va más allá de esa crucial polémica. Lo que está diciendo la portavoz y, por extensión, la Administración de Estados Unidos, su propio gobierno, es que incumplir la ley es parte del Sueño Americano, de lo que ha hecho grande Estados Unidos.
Las consecuencias son espectaculares. Lo que significa es que aquellos cuya única función es hacer cumplir la ley le dicen a ese pueblo al que gobiernan que nada hay tan propio de ese pueblo que ignorarla, siempre que se trate de una ley que la élite desprecia. Si alguna vez alguien ha necesitado que le expliquen qué significa “anarcotiranía”, la ideología realmente dominante en Occidente, este ejemplo puede abrirle los ojos.
Es decir, la idea de que hay leyes que, sin que nadie piense realmente en derogarlas, se pueden infringir no solo impunemente, sino convirtiéndote con ello en ilustración del Sueño Americano. Pueden cometer el suicidio de abolir la frontera, pero al menos serían coherentes. Sin embargo prefieren mantener la ley y aplaudir su incumplimiento, lo que es directamente demencial. Imaginen un portavoz de la Casa Blanca diciendo que no hay nada propio del ser íntimo de Estados Unidos que defraudar a Hacienda. El caso es idéntico.
Durante el mandato de Donald Trump pudimos oír a representantes y opinadores demócratas sostener que los inmigrantes que cruzan Río Grande, legales o, más frecuentemente, no, son, no igual de estadounidenses que los nativos, sino incluso más, porque su elección era libre, mientras que los americanos de cuna carecía de esa experiencia de opción libre.
La realidad, que hemos visto desplegarse durante años y que tiene su correlato en Europa, es muy otra. Lo cierto es que, como en el sarcástico poema de Bertolt Brecht ‘Solución’, los gobiernos han decidido elegir a otro pueblo, más dócil y manipulable que el nativo, y para lograrlo no dudan en aplaudir, incluso, a quienes se saltan las leyes que esos gobiernos tienen la obligación de hacer cumplir.