Cualquiera que haya visitado últimamente el San Francisco gobernado desde hace eras geológicas por los demócratas coincidirá en que si algo no le sobra a la ciudad son policías. Pero gracias a los nuevos mandatos de vacunación la ciudad perderá casi dos centenares de servidores públicos en plena ola de crímenes violentos.
Veamos: de un año para otro, la delincuencia violenta se ha disparado en la ciudad del Golden Gate: un 12,8% los homicidios, un 9,2% los atracos a mano armada, un 20% el tráfico de personas y un 9,3% la destrucción de propiedades. ¿Qué hacer ante este alarmante aumento de una ola de crimen ya elevada previamente? Despedir policías, naturalmente.
La ciudad más progresista del estado más progresista de la Unión ha sido, naturalmente, pionera en la aplicación del draconiano decreto presidencial en el sentido de expulsar de la nómina pública a quien no se someta a la vacuna experimental contra el covid que, como es ya fama, ni impide los contagios ni contraer la enfermedad. Y el resultado es que 180 empleados públicos de la ciudad, entre los que se encuentran policías y ayudantes del sherif, van a la calle, inicialmente con sueldo.
Los altos funcionarios de la ciudad aseguran que no hay demasiado problema, que incluso con menos personal pueden cubrir un servicio que, como rezan los implacables datos, tampoco están cubriendo ahora mismo, y que lo primero es la salud. «Por todo el país y por todo el mundo, miles de personas siguen muriendo por el covid-19», ha declarado el portavoz del Departamento de Recursos Humanos de la ciudad, Mawuli Tugbenyoh, en una nota publicada la semana pasada. “Tristemente, esto incluye empleados del ayuntamiento y del condado de San Francisco. El ayuntamiento ha aprobado su política de vacunación para proteger la salud y la seguridad del público, así como la de los funcionarios”.
A no mucho tardar podremos evaluar hasta qué punto mejora la «seguridad y la salud» de los habitantes de San Francisco con esta medida. Si los ejemplos de los países más intensamente vacunados del mundo, como Israel o Singapur, son representativos -y no se nos ocurre ninguna razón científica para que no sea así-, San Francisco podría encontrarse en breve con más parados, más crímenes violentos y una tasa superior de contagios del virus.