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Estados Unidos y China: si no puedes vencerles, conviértete en ellos

Sánchez sigue el modelo esclavista chino, copiado por Biden, con su nueva Ley de Seguridad Nacional

El presidente de España, Pedro Sánchez. EUROPA PRESS

Nadie, hace unos años, hubiera imaginado que sería tan fácil. Que España acepte sin pestañear -sin lanzarse a la calle- el anuncio de una ley que, básicamente, hace de cada uno de nosotros un esclavo potencial del Gobierno en caso de ‘crisis’ (una vaga circunstancia que el propio Gobierno se encargará de definir) es llamativo, pero, después de todo, no tenemos un reciente historial de libertades que se prolongue demasiado en el tiempo.

Pero Estados Unidos, ese país que se precia de ser faro de libertades, donde el invariable grito de guerra del ciudadano azuzado por las autoridades solía ser “¡conozco mis derechos!”, discurre cuesta abajo por el mismo camino con todas las trazadas de acabar en la tiranía, no con una explosión, sino con un quejido.

La prueba más evidente es la Estrategia Nacional para Contrarrestar el Terrorismo Interno que, como confiesa la propia Administración, constituye la “primera estrategia nacional de un gobierno para luchar contra el terrorismo interno” y que, en realidad, está destinada a combatir la disidencia, pura y simplemente. ¿No me creen? Crean al presunto presidente Joe Biden, que dijo de esta política central a su mandato que consistía no en disuadir el extremismo violento, sino en “desarraigar los odios que demasiado a menudo pueden llevar a la violencia”.

¿Se dan cuenta? ¿Cómo hace uno, en una sociedad libre, democrática y garantista para “desarraigar odios”?

El ‘incendio del Reichstag’ que permite pensar este plan liberticida es, naturalmente, el ‘asalto’ al Capitolio por parte de insurgentes trumpistas el pasado 6 de enero, un evento que, en palabras de Alexandria Ocasio-Cortez (lo más parecido a una podemita que tiene el Congreso de Estados Unidos), puso al país “al borde la Ley Marcial”. El supuesto ‘intento de golpe de Estado’ (sin una sola arma de fuego y liderados por un actor disfrazado de búfalo, lo más normal del mundo) se está revelando cada día que pasa como una trampa tendida por el FBI a los partidarios de Trump para distraer la atención del fraude electoral y justificar una purga. Pero eso es otra cuestión.

El Plan Estratégico enumera los casos de acción política violenta en el país remontándose a los inmediatos herederos del Ku Klux Klan para justificar su existencia, pero curiosamente olvida a las docenas de jóvenes detenidos en Estados Unidos por colaborar con el ISIS y, naturalmente, ignora a los operativos de Black Lives Matter y Antifa, que acabaron con la vida de varios agentes de policía y produjeron daños en la propiedad de lo barrios más humildes valoradas en mil o dos mil millones de dólares, probablemente porque en su momento contaron con el aliento activo del Partido Demócrata, y muy señaladamente de la vicepresidente Kamala Harris.

Para el plan, solo existe una amenaza: el trumpismo. Es decir, la oposición al régimen actual, disfrazada bajo la absurda etiqueta de ‘supremacismo blanco’.

Esta estrategia permite, en definitiva, al Gobierno poner en su punto de mira a todos los americanos, y justificar cualquier acción tiránica contra los disidentes del Partido Único con el pretexto de luchar contra el ‘enemigo interior’, una práctica de Primero de Totalitarismo.

El modelo es la China de Xi Jinping. En Davos llevan años haciéndole la ola al Emperador Amarillo y presentándole como al salvador del comercio internacional, y ahora es el multimillonario financiero norteamericano Charlie Munger quien expresa en nombre de toda su casta su admiración por el régimen de Pekín al alabarlo por su forma de silenciar al fundador de Alibaba, Jack Ma: “Los comunistas hicieron lo correcto”, dijo en una reciente entrevista con la cadena CNBC el vicepresidente de Berkshire Hathaway y socio de toda la vida de Warren Buffet. “No es que quiera todo el sistema chino, pero desde luego me encantaría tener su parte financiera en mi propio país”.

Hubo un tiempo en que la izquierda creía que los multimillonarios eran fanáticos partidarios del sistema de libre mercado. Craso error, como se encarga Munger de explicar: “Nuestra maravillosa economía de libre empresa está dejando que todos esos locos cometan estos burdos excesos”, declara, mientras que el régimen chino “interviene preventivamente para parar la especulación”.

Por supuesto, Munger envidia la capacidad que ha tenido China de actuar por las bravas en su lucha contra la pandemia, asegurando que gracias a que se trata de un país totalitario ha podido “sencillamente cerrar el país durante seis semanas. Y eso resultó ser exactamente lo que había que hacer”.

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