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AMBOS CANDIDATOS PASAN A LA SEGUNDA VUELTA

Soberanía vs. Globalismo: Le Pen y Macron se enfrentarán en un duelo por el futuro de Europa

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La líder de Agrupación Nacional, Marine Le Pen, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron. Reuters

Francia vive verdaderamente en el futuro, desde el punto de vista político, como ha sido durante siglos. El panorama que dibujan los resultados de la primera vuelta de las presidenciales francesas es el que se anuncia tímidamente por todo Occidente, sin acabar de cuajar, pero que llegará a los países de su entorno tarde o temprano. Pero, primero, los datos fríos.

Según los primeros resultados, el actual presidente, Emmanuel Macron, habría sido el vencedor de esta primera vuelta con el 28,1% de los votos, lo que, en principio, le da cierta ventaja en la ‘pole’ para la segunda y definitiva votación, el próximo 24 de abril frente a su ahora segura rival, la soberanista Marine Le Pen, que ha logrado un 23,3% del voto.

El tercero ha sido el populista de izquierda radical Jean-Luc Mélenchon, con un espectacular 20,2%, seguido del candidato revelación del año, el periodista Éric Zemmour, que en algún momento logró superar a la propia Marine en intención de voto cuando todavía él mismo no había expresado su intención de presentarse. Lo hizo, con un partido llamado, significativamente, Reconquista, pero su causa fue perdiendo fuelle ante la hábil reacción de Le Pen y, quizá, con los votantes asustados del mensaje absolutamente radical del periodista, que ha obtenido un 6,8%.

Por detrás de Zemmour se sitúa el ecologista Yannick Jadot, con un 4,6%, empatado con la candidata de los Republicanos, la derecha de siempre, Valérie Pécresse. Jean Lassalle, candidato ruralista, obtuvo un 3,2%. El comunista Fabien Roussel, un 2,5%. Y la socialista Anne Hidalgo, un mísero 1,9%.

¿Ven lo que les digo? El Partido Socialista Francés era uno de los partidos socialistas más poderosos de Europa no hace tanto; incluso el predecesor de Macron, François Hollande, era socialista, y el propio Macron fue ministro en uno de sus gabinetes. Hoy está virtualmente desaparecido, sin alcanzar siquiera un 2%.

Eso es una revolución. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, en las democracias occidentales el poder se lo alternaban dos partidos, uno de izquierda ‘razonable’ (laboristas, SPD, PSI…), equivalente al PSOE que gobierna España, y uno de derecha moderada (conservadores, CDU, Democracia Cristiana) asimilables al PP español. Miren dónde están ambos ahora en Francia: relegados a un 4,6% y un 1,9% de la voluntad popular.

¿Qué los ha sustituido? Es pronto para estar seguros, pero lo que se delinea en Francia (que todavía cuando estornuda resfría a toda Europa) es una ‘marca blanca’ de diseño, si vale la aparente contradicción, Emmanuel Macron, venido de la banca, tecnócrata y sin otra ideología que el vago globalismo que parece impregnar toda la vida política y mediática de Occidente. Y, enfrente, con la oposición feroz de todos los agentes de poder -aparato político, grandes medios, universidades, mundo de la ‘cultura’, multinacionales y banca-, un movimiento soberanista surgido como reacción a ese globalismo silencioso que se está imponiendo de espaldas al pueblo por todas partes. Y es lo que representan Marine Le Pen y Éric Zemmour.

La pereza o el interés de los informadores califican a estos dos polos casi recién llegados a la primera línea del panorama político como centro-izquierda y extrema derecha. Pero esas viejas etiquetas para fenómenos nuevos confunden más de lo que aclaran. Estamos ante un nuevo mundo.

¿Y qué va a pasar hasta el 24? La película ya la conocemos, aunque el final no está en absoluto cerrado: todo el sistema, todos los partidos del consenso cerrarán agresivamente filas en torno a Macron para evitar que Le Pen ocupe la presidencia. El soberanismo no puede gobernar en Francia; eso supondría un volantazo en todo el panorama europeo, anunciaría la posibilidad de un cambio que toda la élite está decidida a frustrar a cualquier coste.

Pero lo que haga el votante es otra cosa. Es razonable concluir que ese casi 7% de Zemmour irá a Marine. De hecho, Zemmour ha sido crucial para el resultado de la líder de la Reagrupación Nacional, como se llama ahora el antiguo Frente Nacional. Ha servido para pulsar la opinión de un sector muy amplio de franceses hartos de la deriva de Francia hacia su desaparición práctica (seguirá, claro, pero ya no será Francia en un sentido reconocible si las fuerzas actuales siguen su curso); ha supuesto un tirón de orejas para que Le Pen no se aproxime demasiado al ‘consenso’, aguando su mensaje antiinmigracionista, y, por último, ha centrado los ataques más furibundo, dejando a Marine como una postura casi moderada y aceptable.

Hidalgo y Pécresse ya han pedido el voto por Macron, pero socialistas y republicanos ya no son apenas nada, y no es imposible que algunos votantes de los segundos se decidan, al fin, por deshacerse del «pequeño Napoleón», esa «nada con chaqueta y corbata» de la que hablaba Zemmour en sus mítines.

La clave son los votantes de Melenchon. Desde luego, están en las antípodas de Le Pen; si por él fuera, Francia estaría ya mirando hacia La Meca. Pero el suyo representa un voto antisistema al que se le puede atragantar definitivamente decantarse por el antiguo ejecutivo bancario. Haberlo hecho una vez ya debió de ser bastante doloroso.

Le Pen lo tiene muy difícil, pero no imposible. No deja de ser curioso, si, como se prevé, acaba ganando Macron, que el francés medio vote por un tipo al que aborrece -según las más recientes encuestas de opinión- y contra una opción cuyas ideas principales, también según los estudios demoscópicos, comparte en buena medida.

Cinco años no son muchos para la historia, pero son una eternidad en la política cotidiana, y en cinco años Francia podría haber cambiado más allá de toda recuperación si Macron obtiene un segundo mandato. Pero si, por un milagro, Le Pen se convirtiera en la próxima presidente de la República Francesa, los europeos amaneceremos el día 25 en un mundo completamente nuevo.  

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