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Las élites seguirán controlando de cerca a la población

Soros participa en el globalista Foro de Davos y deja un inquietante mensaje sobre el futuro de la civilización

El magnate globalista George Soros. Reuters
El magnate globalista George Soros. Reuters

Así no hay manera de ser conspiranoico. Cuando los poderosos de este mundo se reúnen en un pintoresco -y vigiladísimo- pueblecito suizo y dan continuas ruedas de prensa para contarnos con espeluznante detalle lo que van a hacer con nosotros, la plebe del planeta que aún compartimos para su disgusto con esta élite, uno no puede seguir entreteniéndose con la idea de una cábala secreta que controla el mundo a nuestras espaldas.

Bienvenidos a la reunión del Foro Económico Mundial, convocado en Davos un año más y más prepotente que nunca, con ese Dr. No de película de Serie B que es su fundador, Klaus Schwab.

No sé si estarán todos los que son, pero desde luego son todos los que están. Como nuestro inefable perejil de todas las salsas, el octogenario financiero internacional George Soros, que en su primera aparición en persona en Davos desde que calificara a Trump de «estafador, narcisista» y asegurara que Mark Zuckerberg estaba conspirando para que fuera reelegido, cargó otra vez contra China (que ha enviado al foro a funcionarios de segunda en esta ocasión) y, por supuesto, contra el malo oficial de estos días, la Rusia de Vladimir Putin.

Desbordaba optimismo, como el nonagenario Henry Kissinger, otra añosa estrella de esta edición, quien advirtió que la guerra de Ucrania podría degenerar en mundial en cualquier momento. En su discurso, Soros se lamentó de que «temas que preocupan a toda la humanidad (combatir las pandemias y el cambio climático, evitar la guerra nuclear, mantener las instituciones globales) han tenido que pasar a un segundo plano en esa lucha», añadiendo: «Por eso afirmo que nuestra civilización puede no sobrevivir».

¿Catastrofista? No necesariamente. Para Yuval Harari, el ‘filósofo’ oficioso del foro, podría ser una solución. Harari no se cansa, con una frialdad que hiela la sangre, de perorar sobre esa masa ingente de humanos «inútiles» que constituimos un peso muerto para el planeta, sobre todo ahora que la mecanización y la inteligencia artificial les ha hecho superfluos para la producción. Una buena guerra atómica podría ayudar a aliviar el problema, y no es como si alguno de «ellos» fueran, en cualquier caso, a sufrir las consecuencias: como él mismo ha dicho públicamente con una desarmante sinceridad, “si pasa lo peor y llega el ‘Diluvio’, los científicos construirán un Arca de Noé para las élites, dejando que se ahoguen los demás”. «Los demás·, por si no se entiende, somos nosotros, los que nunca vamos a recibir una invitación para asistir a Davos.

Harari no lo tiene claro, y señala que la gran pregunta de nuestro tiempo es qué hacer «con toda esa gente inútil». «El problema es el aburrimiento, porque carecen de valor. Yo apostaría por una combinación de drogas y juegos de ordenador». Qué alivio.

Mientras deciden qué hacen con nosotros, el ganado humano, lo que tienen claro es que hay que estabularnos y controlarnos de cerca. Y la pandemia de coronavirus les ha venido como anillo al dedo para conseguirlo. Seguimos con Harari: «El covid ha sido clave, porque es lo que convence a la gente para aceptar y legitimar una supervisión biométrica total. No solo tenemos que controlar a la gente, tenemos que controlar lo que pasa bajo su piel».

Por supuesto, lo que están haciendo nuestros señores de horca y cuchillo en Davos es decirnos a todos con un megáfono que la democracia liberal ha sido un experimento curioso e interesante, pero que tenemos que hacernos a la idea de que se ha terminado. Con todo lo que conlleva, como la libertad de expresión, esa antigualla. Es la tesis que expuso abiertamente en el foro la comisaria australiana de seguridad online, Julie Inman. Siendo una política con un electorado al que responder más o menos, fue algo menos directa que Harari, pero se le entendió todo: «Nos encontramos en una situación en la que cada vez hay más polarización, todo se presenta como binario sin necesidad, así que creo que vamos a tener que replantearnos recalibrar toda una serie de derechos humanos que se despliegan online… como la libertad de expresión”.

Uno podría desechar todo este macabro programa como la cháchara vacía de unos millonarios con delirios de grandeza, si no fuera porque los gobernantes de medio mundo se dan de bofetadas por aparecer en Davos y aplican aparentemente sus recetas con una unanimidad asustante. Desde luego, el fundador y director del invento, Klaus Schwab, cree absolutamente estar dictando el porvenir de la humanidad, y no se corta a la hora de anunciarlo, al contrario. «El futuro no sucede sin más. El futuro lo construimos nosotros, una comunidad poderosa como ustedes aquí en esta sala», dijo en el discurso inaugural. Pues qué bien.

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