«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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NO SE VA A RENDIR

Trump contra el mundo

Trump vuelve a estar solo. O a parecer solo, en realidad, porque solo ha estado siempre, desde que se lanzó a la arena política. Los miembros de su gabinete entraban y salía como de un vagón de metro, no sin ponerle como no digan dueñas cuando volvían al mercado.

Ahora que quiere plantear una investigación a fondo en el supuesto fraude electoral, muchos de los suyos le abandonan, como el senador republicano de Pensilvania -una de las plazas en disputa- Pat Toomey, que declaró a Associate Press que había encontrado “muy inquietantes” las palabras del presidente en esa rueda de prensa de la que las televisiones desconectaron de golpe cuando el presidente pronunció la palabra “fraude”.

Twitter ha ido vetando sus intervenciones en la red social, y ya ha insinuado que a partir del 20 de enero, cuando -esperan- sea un mero particular, le vetarán por los siglos de los siglos.

Más triste es lo de Mitch McConnel, jefe de la mayoría en el Senado, que ha pasado en cero coma de hacerle la ola al presidente a distanciarse de él. ¿Fraude? ¿Qué fraude? Caramba, hay que saber perder.

Todo el mundo le encuentra patético, y lo dice: políticos de los dos partidos, ‘celebrities’, periodistas. Ríndete, Don, te tenemos rodeado. Hasta Fox News, los únicos que se llegaron a ablandar un tanto con el presidente, fueron los primeros -y únicos- en declarar Arizona para Biden. Es Trump contra el mundo, como en su día San Atanasio.

Ahora hay que creer que es ridícula la idea misma de fraude electoral, cuando con el sistema americano -los sistemas: uno por estado- lo hace tan sencillo que sería casi una lástima no probar suerte, cuando hay milagros estadísticos por doquier, fotos, vídeos, confesiones. Pero no, es absurdo, es impensable, nos aleccionan los mismos que durante cuatro años intentaron hacer creer a América y el mundo en una rocambolesca conspiración con el mismo Kremlin. Pero no todas las conspiraciones son iguales.

Esta es muy evidente, aunque solo sea por lo improbable que resulta que un tipo tan popular entre millones concite una oposición tan perfectamente unánime de los poderes fácticos del mundo entero, otra improbabilidad estadística.

Y Don suena cansado, tuitea cansado. O quizá solo sea que lo hace inusualmente suave para lo que es él. Pero no se va a rendir, y así nos vemos ante el curioso espectáculo de dos presidentes electos, cada uno reconocido por un sector, aunque el sector que reconoce a Trump sean esos millones de deplorables que no cuentan para nada.

¿Qué puede pasar ahora? Continúa el recuento, Biden obtiene los votos necesarios y se proclama ganador, con la bendición de los medios, los mercados, la cultura y los líderes extranjeros. Pero Donald no concede, sigue adelante pleiteando, llega al Supremo…

¿Le dará el Supremo la razón? Quién sabe. En principio hay una mayoría más o menos favorable, él mismo ha colocado a tres de los nueve. Pero no sería la primera vez que los jueces supuestamente conservadores salen rana.

Pero si no podemos adelantar qué decidirá el Supremo, si el caso llega tan alto, sí podemos estar seguros de que ya nada volverá a ser igual en Estados Unidos. Hasta la irrupción de Trump en la vida política americana como un toro en una cacharrería, por muy enfrentadas que hubieran estado las partes en la campaña, una vez investido el presidente era el presidente y no había más que hablar. Se le aceptaba aunque se le criticase.

Eso se acabó con Trump. Llegó el ‘not my president’ para una masa enorme de ciudadanos. Mal asunto, porque si invisten a Biden también él -o, más probablemente, Harris- será el ‘not my president’ para una masa quizá mayor. Ha habido una quiebra que casi se ha podido oír, la de un país no meramente dividido, sino dividido en dos bandos que se aborrecen con saña, que ven blanco donde los otros ven negro.

Hasta ahora, solo los ‘liberals’, los progresistas, se lanzaban a la calle con la eficacia necesaria. Pero ya no me imagino a los millones de trumpistas que se sienten estafados tomando filosóficamente la derrota. 

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