«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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EL PRESIDENTE SIGUE SIN RENDIRSE

Trump y los Estados Desunidos de América

Cuentan de un poderoso general chino que fue convocado por el emperador para que llevase sus tropas a determinado punto en determinada fecha para emprender una campaña contra los bárbaros. El general se dispuso a partir, pero una serie de dificultades retrasaron su marcha, de modo que cuando ya tenía a la vista el lugar donde le esperaba el emperador se dio cuenta de que llegaba con varios días de retraso.

Se volvió entonces a su lugarteniente para preguntarle: “¿Cuál es el castigo por desobedecer al emperador?”. “La muerte”, respondió, lacónico, su segundo. “¿Y el castigo por rebelarse?”, preguntó de nuevo el general. “La muerte”, volvió a responder el otro, a lo que el general, tras meditar unos segundos, replicó: “Pues si los dos caminos llevan a la muerte, tomaré el que me ofrece al menos alguna oportunidad”. Y en ese momento inició una rebelión que habría de sumir a China en el caos durante décadas.

Lo de ofrecer al enemigo un puente de plata para que pueda retirarse a gusto no es meramente un conocido refrán español, sino un principio elemental de política práctica. Trump, que tiene la desagradable costumbre de proporcionar la noticia del día cuando ya he mandado el tema para su publicación, dio el miércoles el que él mismo calificó como “el discurso más importante” de todo su mandato, aunque, realmente, no dijo nada que no hayamos oído ya: denunció el fraude masivo, dijo que no iba -de momento- a esperar a 2024 sin haber resuelto antes esta estafa al pueblo americano y confesó amargamente su desconfianza hacia los jueces y otras magistraturas públicas en este asunto.

En este momento tan tenso, las interpretaciones se multiplicaron. Entre sus partidarios, unos piensan que la alocución viene a ser, pese a la literalidad del “no nos rendiremos”, un primer paso antes de conceder la Presidencia. “Han sido cuatro fantásticos años”, dijo. “Estamos intentando daros otros cuatro años. Si no, nos veremos dentro de cuatro años”. Eso les ha sonado regular a muchos, sobre todo al núcleo duro que no quiere ni oír hablar de entregar la presidencia a los globalistas del Partido Demócrata.

Otros tienen una fe ciega en el Kraken, en la idea de que los abogados que denuncian el fraude -tanto el equipo oficial del presidente como el ‘verso suelto’, Sidney Powell– manejan pruebas tan abrumadoras que ningún juez del mundo se atreverá a desestimarlas, sobre todo si llegan al Supremo.

Y no digo que no vaya a ser así, todo puede ser, pero tiene mucho de ‘wishful thinking’. Las leyendas más enloquecidas corren por las redes, mitos que hablan de una trampa de alta tecnología que el presidente habría tendido a los demócratas, de un fantasmal ejército reunido en la Sala Eisenhower de la Casa Blanca que seguía el fraude en tiempo real, de nuevos conejos saliendo de la chistera metafórica del presidente.

Los demócratas siguen diciendo “¡enseñadnos las pruebas!”. Y, cuando se les enseñan, no les parecen suficientes. Y la terrible verdad es que los tribunales han demostrado que se pueden desestimar, y no es imposible que el Supremo haga otro tanto. Si llegan hasta allí.

Otros, por último, sueñan con un cruce del Rubicón.

No hay que decir que Trump cree en la democracia y en la Constitución y que, pese a lo que aparezca en los sueños húmedos de tantos comentaristas demócratas, no tiene la menor intención de convertirse en César.

Pero queda la reacción de los enemigos de Trump, que les resumiré en el tuit de un usuario que responde al pseudónimo Ex Republicano Fiel, y reza así: “Asistimos a los últimos manoteos desesperados de un animal verdaderamente asustado y atrapado. Sabe lo que le espera al otro lado de la investidura de Biden: humillación ante el mundo entero, muchas demandas civiles, cargos estatales y federales, confiscación de activos y prisión”. Es solo un botón de muestra, no es el sueño aislado de un fanático sino un mensaje representativo de muchos que corren por las redes, en ocasiones firmados por políticos demócratas.

Como es el caso de Bill Pascrell, miembro de la Cámara de Representantes por Nueva Jersey, que anunciaba hace ya días en su cuenta de Twitter: “Esta noche exijo la detención de Donald Trump y sus cómplices por sus muchos crímenes contra Estados Unidos”, y acompaña el mensaje con una foto del documento en que hace precisamente eso.

No sé a ustedes, pero a mí me parece una locura descomunal advertir al que todavía ocupa la magistratura más poderosa de la tierra que si no es investido el próximo 20 de enero, su destino y el de su equipo es la cárcel y la ruina, si no algo peor.

Trump puede, en cualquier caso, pasar a la oscuridad, incluso a la oscuridad de una celda. Pero el dominio incontestado que se prometen los progresistas parece cada vez más un sueño imposible. Según la última encuesta sobre el particular del gigante de la demoscopia Pew Research, que pregunta por las mayores amenazas percibidas de Estados Unidos, cada bando de la guerra aún incruenta que nos ocupa considera peores enemigos de América a sus contrarios que a China, Rusia, Irán o cualquier otro país. Que el país lleve en su propio nombre una referencia a la unidad se hace por momentos más y más irónico.

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