Uno imagina que los asaltos al tren son cosa de películas del Oeste, pero en la California ‘woke’ de Gavin Newsom, dentro de los Estados Unidos del desconcertado presidente Joe Biden, son el pan nuestro de cada día, hasta el punto de que la Union Pacific está estudiando cambios en las operaciones ferroviarias, sin descartar evitar el condado de Los Ángeles después de que los robos de mercancías se hayan convertido más en la norma que en la excepción.
Esta vez no se trata de algo tan vistoso como forajidos a caballo o siquiera en moto que asaltan audazmente el tren en plena carrera y le obligan a pararse a punta de pistola, no. Es todo mucho más cutre y cotidiano: los ladrones, una verdadera turba, esperan a que el tren de mercancías ralentice su marcha al acercarse a la estación, fuerzan las puertas de los vagones y se llevan tranquilamente todo lo que pueden, incluyendo ese portátil que compró por Amazon.
La desastrosa situación de impunidad en estos delitos se ha hecho viral, como suele decirse, gracias a fotos tomadas y tuiteadas por un periodista de la CBS y que son verdaderas instantáneas de la desolación y la decadencia de uno de los estados más progresistas -y ricos- de la unión. Las vías aparecen como un auténtico vertedero, un mar de paquetes abiertos saqueados de contenedores de transporte ferroviario esparcidos por las vías.
Esto ha llevado a la famosa empresa ferroviaria, Union Pacific, a anunciar que está considerando cambios en las operaciones, incluyendo evitar el condado de Los Ángeles, ya que el aumento del robo de carga en el área perjudica el negocio.
Para que se entienda la gravedad del asunto, el puerto de Los Ángeles es la principal entrada de mercancía de Estados Unidos; muy mal tienen que estar las cosas para que la Union Pacific se plantee seriamente dejarla sin conexión ferroviaria con el resto del país en una economía tan dependiente de la importación de productos manufacturados. Así de desesperada está de la política permisiva con el delito que ha convertido el Estado Dorado en el paraíso de la delincuencia. Sencillamente, no se hace nada para disuadir estos delitos, igual que, como informamos en estas mismas páginas, se permite el robo en comercios hasta cierta cantidad, lo que está provocando la huida de numerosas cadenas minoristas hacia terrenos más seguros. O la abolición de las ordenanzas que prohíben defecar en las calles de San Francisco, que hace de uno de los principales destinos turísticos de Estados Unidos un asunto literalmente hediondo, más propio de suburbios del Tercer Mundo que una de las ciudades emblemáticas de la única hiperpotencia mundial.
Problemas logísticos de los últimos meses, con un considerable aumento -debido a la pandemia- de compras online, empeoran la situación al forzar a la inmovilidad durante semanas a vagones llenos de tentadoras mercancías.
Las principales empresas de paquetería, UPS y FedEx, están presionando para que las autoridades hagan algo, y hacen algo… inútil. Es decir, multiplican los arrestos (hasta un centenar en un solo día), pero los arrestados ni siquiera llegan a juicio. Un pan con unas tortas. La operadora de los ferrocarriles ha actuado por su cuenta multiplicando las medidas de protección como drones de vigilancia, vallas, agentes y sistemas de detección. Pero nada de esto es suficientemente eficaz cuando las autoridades no castigan el delito.