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sigue creciendo con un discurso cada vez más reconocible

Vallecas, Pinto, Alcorcón, Getafe, Fuenlabrada… VOX consolida su discurso impulsado por las clases populares

El líder de VOX, Santiago Abascal, y la candidata en Madrid, Rocío Monasterio, celebran junto a otros dirigentes del partido el freno al socialcomunismo el 4-M. Twitter

Es domingo por la tarde, llueve y hace frío en Pinto. El día invita a estar en casa viendo fútbol o una de esas películas larguísimas de manta y sofá. No lo creen así los 200 vecinos que desafían al mal tiempo y se acercan a escuchar el mitin de VOX que protagoniza Macarena Olona a 9 días del 4-M. Este pueblo del sur de Madrid gobernado por el PSOE -con apoyo de Podemos- tiene una renta per cápita de 8.000 euros anuales menor que la media de la Comunidad. Entre el público hay jóvenes, parejas de todas las edades y gente sencilla trabajadora. Acaba el acto y la mayoría hace cola para fotografiarse con Olona. A pesar de los abrigos se aprecian tatuajes que asoman por las muñecas y otros en la nuca. Los chavales lucen cortes de pelo modernos y otros incluso lo llevan largo, tipo heavy metal. Un señor jubilado, de buen humor, aparece orgulloso con su chándal del Atleti y saluda a otros vecinos, se diría que más o menos todos se conocen de anteriores actos de VOX en este pueblo de 50.000 habitantes. Se hacen la foto pero muchos parecen más interesados en que Macarena les escuche. Le dan la enhorabuena por sus intervenciones en el Congreso (“¡dale caña a Marlaska!”), pero sobre todo le piden cosas: “No nos dejéis solos, sois la última esperanza que nos queda, seguid adelante, no os rindáis…”. Casi todos repiten un patrón: seguridad en las calles (ley y orden) y empleo. Las señoras se inclinan más por lo primero y los jóvenes por lo segundo. Y tiene sentido porque la degradación de los barrios se produce en lugares donde la renta es menor: aún no ha llegado el día en que abren un centro de menas en La Moraleja o el distrito Salamanca.  

Durante toda la campaña VOX suscitó la atención de los vecinos de los distintos barrios y pueblos de Madrid bajo tres o cuatro ideas fundamentales. Una de ellas apela a la inseguridad y los problemas derivados de la inmigración ilegal, por eso no es casualidad que Monasterio, Olona, Ortega, Buxadé o Abascal se lleven los mayores aplausos hablando de este problema. No debería sorprender, por tanto, la base sobre la que VOX se ha consolidado en estas elecciones autonómicas: donde más sube es en Vallecas (de 5.142 votos a 7.347 en Puente de Vallecas y de 3.290 a 4.223 en Villa de Vallecas) y donde más cae en el barrio de Salamanca (de 9.496 a 9.042). Precisamente aquí es la tercera formación más votada tras el PP y Más Madrid, el partido de Errejón, que en octubre de 2018 se burló de los asistentes al primer gran mitin de VOX en Vistalegre acusándoles de “ir a misa en Mercedes”. Tres años después Errejón, cuya idea de España es tan estrecha como una calle de Malasaña, queda retratado ante el intento de caricaturizar a una fuerza cuyo crecimiento (como en el fondo él sospechaba) se cimienta sobre la clase media y media-baja. Esto mismo también se percibió con claridad hace un año cuando la izquierda mediática llamaba “cayetanos con palos de golf” a los madrileños de Núñez de Balboa que protestaban contra la gestión del coronavirus de Sánchez. La idea que transmitían Ferreras y otros es que la oposición callejera al Gobierno era cosa de tres o cuatro pijos que naturalmente representaban a VOX.

El crecimiento en los lugares más humildes obedece a la identificación que los vecinos sienten con el discurso de VOX. Inseguridad, inmigración ilegal, deslocalización de empresas, desmantelamiento de la industria, saqueo fiscal a pymes (…), precariedad laboral…

Pero contra la propaganda, datos. VOX mantiene la tendencia iniciada en las regionales de mayo de 2019 cuando el cinturón rojo de Madrid comenzó a teñirse de verde. Ahora ha subido en todos los municipios del fortín socialista: en Alcorcón (de 6.441 votos a 7.841), Arganda del Rey (2.279 a 2.880), Coslada (2.705 a 3.449), Fuenlabrada (6.893 a 10.574), Getafe (6.326 a 8.663), Leganés (6.264 a 8.418), Mejorada del Campo (905 a 1.242), Móstoles (7.796 a 10.475), Parla (4.423 a 6.578), Pinto (de 1.948 votos a 2.664), Rivas-Vaciamadrid (2.839 a 3.765), San Fernando de Henares (1.526 a 1.845) y San Martín de la Vega (922 a 1.136). En la capital sucede lo mismo: Vallecas, donde VOX inició la campaña en un acto marcado por la violencia ultraizquierdista, es el distrito donde más ha crecido. También sube en Villaverde (de 3.978 a 5.206), San Blas (5. 504 a 6.600), Usera (3.416 a 4.382) o Carabanchel (7.900 a 8.874).

Es evidente que esta penetración tanto en el cinturón rojo como en los barrios de menor renta ya no es fruto de la casualidad. El crecimiento en los lugares más humildes obedece a la identificación que los vecinos sienten con el discurso de VOX. Inseguridad, inmigración ilegal, deslocalización de empresas, desmantelamiento de la industria, saqueo fiscal a pymes mientras multinacionales como Amazon apenas pagan impuestos, precariedad laboral… La conexión con el trabajador y el pequeño empresario fructifica cuando el partido vertebra un discurso que explica que la inmigración ilegal masiva es el ejército de las grandes corporaciones usado para abaratar la mano de obra en occidente y paliar la baja natalidad, curioso fenómeno en que el gran capital y la extrema izquierda se funden en un abrazo. En palabras del propio Jorge Verstrynge: ¿Alguien conoce alguna patronal del mundo que se oponga a la inmigración? Afortunadamente esta reflexión cae en saco roto en Podemos, que reclama fronteras abiertas y presenta a un mantero de candidato.

PP y VOX obtuvieron el 57,8% de los votos, es decir, 3,6 puntos más que el mejor resultado del PP (la mayoría absoluta de Esperanza Aguirre en 2007)

Sin duda, lo más relevante para VOX en estas elecciones es no haberse derrumbado en unas circunstancias complicadísimas por la violencia y, sobre todo, por el PP de Ayuso rozando la mayoría absoluta. Cabe preguntarse: ¿Se dirigen al mismo público? ¿Defienden las mismas ideas? Y si es así, ¿no sería mucho mejor unirse? Muchos medios creen que sí pero los hechos dicen que no. Veamos.

En primer lugar, no es verdad que ambos sumen más escaños concurriendo juntos a unas elecciones. Quienes mantienen lo contrario -deseosos de recuperar el bipartidismo- naturalmente proponen una integración liderada por el PP creyendo que el votante medio de VOX votaría igualmente. ABC tituló el día después de las elecciones: “Así habrían sido los resultados con toda la derecha unida en torno a Ayuso en la Comunidad de Madrid”. Este empecinamiento ignora o disimula que VOX está llegando a un votante -en ocasiones procedente de la abstención y en otras de la izquierda- que el PP nunca ha tenido. También ignora que a estas alturas muchos simpatizantes de VOX jamás apoyarían a una candidatura conjunta con el PP, que defiende la Agenda 2030, el sistema autonómico y la ideología de género y no se opone ni al aborto o la memoria histórica. De modo que ambas formaciones suman más por separado que juntas. Y el 4-M es el mejor ejemplo: PP y VOX obtuvieron el 57,8% de los votos, es decir, 3,6 puntos más que el mejor resultado del PP (la mayoría absoluta de Esperanza Aguirre en 2007). Además hay agravante: entonces Aguirre no tenía una formación a la derecha que, como ahora, le comiera terreno. 

Por lo tanto, si no tienen las mismas ideas y no se dirigen al mismo público entonces es absurda cualquier unión. Y por ahí se explica la base sólida que VOX ha reunido para construir su futuro. Su gente es la castigada por una Agenda 2030 que los considera obstáculos para sus planes, como vemos estos días con la imposición de peajes en las carreteras para desincentivar el uso del coche. Prohibiciones para el de casa y legislación a medida para el de fuera, por eso el globalismo culpa al obrero de Getafe del cambio climático mientras pone alfombra roja a China, que apenas debe contaminar con sus 1.300 millones de habitantes. 

En estas circunstancias VOX sigue creciendo con un discurso cada vez más reconocible hasta el punto que Rocío Monasterio dijo en el cierre de campaña en Colón que “sólo los ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria”. Ahí queda eso.

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