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Las mujeres asesinadas por hombres reciben mayor visibilidad

Violencia doméstica íntima: así llama el CGPJ a los asesinatos contra hombres

Ana Julia Quezada llega a la séptima jornada del juicio por el asesinato de Gabriel Cruz. EUROPA PRESS

Violencia doméstica íntima. Así se titula el informe difundido por el Consejo General del Poder Judicial sobre violencia de género. Hay algo que llama la atención: el término “violencia doméstica íntima” se usa para designar a todas las muertes en el ámbito de la pareja exceptuando las de un hombre contra una mujer, ya que estas últimas se contabilizan aparte etiquetadas como violencia de género. Las mujeres, por tanto, asesinadas por hombres reciben una mayor visibilidad y concienciación que los varones asesinados por ellas. Violencia o terrorismo machista en el primer caso y violencia doméstica íntima en el segundo. La distinción revela un trato desigual a las víctimas en la supuesta época de igualdad total entre sexos.

El informe, que abarca el trienio 2016-2018, lo ha elaborado el Observatorio de violencia doméstica y de género, un organismo creado en 2002 y que, desde 2010, elabora los sucesivos informes anuales en materia de violencia doméstica y de género por orden del CGPJ. El organismo está integrado además por los ministerios de Justicia, Interior, Sanidad y Servicios Sociales e Igualdad, así como la Fiscalía General del Estado, las comunidades autónomas con competencias transferidas en Justicia, el Consejo General de la Abogacía Española y el Consejo General de Procuradores de España. 

El estudio del observatorio presidido por Ángeles Carmona analiza, por tanto, los actos de violencia con resultado de muerte dirigida por una mujer contra un hombre e incorpora los acaecidos en el ámbito de la denominada violencia intragénero (hombre contra hombre o mujer contra mujer). Entre 2016 y 2018 se produjeron en el ámbito de la pareja o expareja 22 hombres muertos a manos de mujeres, dos hombres a manos de hombres y una mujer por otra mujer. En total, 25 asesinados que contrastan con las 151 mujeres muertas a manos de hombres. La forma en que el informe recoge los datos y los compara no es neutral: “Se registraron 25 casos de violencia doméstica íntima, cifra que, aunque se encuentre muy alejada de los 151 casos de violencia machista computados en el mismo período, reclama una imprescindible atención y la activación de todos los mecanismos de protección garantizados por nuestro Estado de derecho”. Esta reclamación no se traduce, sin embargo, en medidas efectivas ni reales. Pura retórica que se estrella ante la realidad de la Ley contra la violencia de género que, impulsada por Zapatero en 2004 con el apoyo de todo el arco parlamentario, consagra diferentes penas en función del sexo del agresor. Un ataque al sentido común y también a la Constitución, como desveló Alfonso Guerra cuando el presidente del Tribunal Constitucional le confesó que, aunque la ley iba contra la Carta Magna, fue validada por las presiones políticas recibidas.

Pocas veces la socialización de una norma se percibe con tanta claridad. Década y media después de su aprobación, cientos de millones de euros invertidos en propaganda y asociaciones afines y legiones de periodistas enrolados (¿cuántos por interés?) a la causa, las noticias que se ofrecen vienen cocinadas al gusto del legislador. De modo que la intensidad, dramatización y selección de las mismas nunca siguen un patrón aleatorio. Así lo hemos visto en los últimos días con el crimen de dos niñas en Tenerife, Olivia y Anna, a manos de su padre. Este filicidio, que las madres protagonizan en más del 70% de los casos frente a los padres, rápidamente mutó en “violencia vicaria”, nuevo término empleado por quienes marcan la pauta en la violencia de género para referirse a que se mata en venganza contra la pareja. Las niñas fueron usadas -con la desvergüenza habitual- como munición política y en pocas horas era cuestión de Estado: hasta la reina Letizia se pronunció (ya es casualidad) durante un acto público sobre igualdad y liderazgo femenino organizado por el Banco Santander. 

Al mismo tiempo otro caso casi idéntico sucedía en Sant Feliu de Llobregat (Barcelona): una niña de cuatro años, Yaiza, fue asesinada en venganza por una separación que se había producido dos años atrás. Este caso, sin embargo, no fue promocionado por la brigada mediático-política encargada de activar las alarmas y los minutos de silencio, así que no vimos al alcalde Almeida compartir pancarta con Rita Maestre en Cibeles ni a sus señorías del consenso lanzar un SOS contra el machismo. El motivo era esperado: Yaiza fue asesinada por su madre.

El discurso feminista está tan extendido en todas las capas del Estado y la sociedad, que ni siquiera la izquierda se siente en la obligación de matizar su discurso cuando quien arrebata una vida es una mujer. Ana Julia Quezada, la asesina confesa del pequeño Gabriel en Almería hace tres años, es el mejor ejemplo. El caso fue mediático mucho antes de conocer el sexo de la asesina, por eso cuando la policía detuvo a Ana Julia y esta confesó todo, no fueron pocos los medios de comunicación que convirtieron a la asesina en víctima por ser mujer, inmigrante y negra. Estas tres palabras fueron exactamente las que Ignacio Escolar pronunció en La Sexta para defenderla. Pocos después escribió un artículo en ElDiario.es titulado “Por qué la cadena perpetua es demagógica, innecesaria y cruel”. Claro que mucho más lamentable fue lo que García Montero firmó en Infolibre, aunque al menos se quitaba la careta del todo: “Todos somos Ana Julia”. 

Este punto, el de la violencia ejercida por extranjeros, también lo recoge el informe del CGPJ. 16 de los agresores en caso de muerte por violencia doméstica íntima eran españoles y 8 extranjeros. O sea, 33,3% extranjeros y 66,7% españoles. Teniendo en cuenta que -según el INE- en España hay un 11,2% de extranjeros y un 88,8% de españoles, los extranjeros tienen una inclinación 3,5 veces superior a los españoles a cometer este tipo de delitos. 

Aunque de poco sirven los datos a quienes califican de racista a la persona que los utiliza en un debate. En definitiva, para la izquierda o gran parte de ella, hay violencia o terrorismo machista si el asesino es un hombre, violencia doméstica íntima si el asesinado es un varón a manos de una mujer y racismo si el asesino es extranjero

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