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aspira a ganar las elecciones en andalucía

VOX y la hora de la verdad para demostrar que hay alternativa al bipartidismo

El líder de VOX, Santiago Abascal, el portavoz en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, y la secretaria general del grupo parlamentario, Macarena Olona. Instagram

Casi siempre les dicen las mismas cosas cuando salen a la calle: «Gracias, sois la última oportunidad, no nos falléis». Son tres mensajes que se repiten tanto que parecieran guionizados por algún asesor. Pero nada de eso. Surgen espontáneamente en Cataluña, País Vasco, Madrid, Andalucía y Castilla y León, en tractoradas y mítines, en bares o sencillos paseos por la calle. La reacción es idéntica en toda España cuando aparece un líder de VOX y el que está enfrente no es uno de esos violentos que llevan a la práctica lo que Jordi Évole dijo de Santiago Abascal en televisión: «Un hostión le vendría bien».

Los rostros de quienes se acercan a Olona, Espinosa, Ortega, Garriga, Buxadé, Monasterio y, por supuesto, Abascal, transmiten la emoción del que pide algo por última vez. Del que sabe que es ahora o nunca porque trenes así no pasan más. Se oye de todo. Confesiones personales, alusiones a seres queridos fallecidos («si mi padre hubiera visto esto»), abuelos que piden por los suyos con ojos vidriosos («hacedlo por mis nietos»), jóvenes desesperados porque ven el futuro lejos de España, mujeres agradecidas porque al fin tienen a alguien que les representa frente al rodillo feminista, parados de larga duración, autónomos arruinados y otros fritos a impuestos a punto de estarlo, abstencionistas resucitados de la apatía… Españoles, en definitiva, desengañados que pensaban que jamás recuperarían la fe en la política. Hasta hoy.

Porque de pronto VOX se hace mayor, se convierte en alternativa real no al Gobierno de Sánchez, sino a las políticas del bipartidismo de los últimos 40 años. Un cambio de rumbo radical que acabe con el disparatado crecimiento de la administración pública y el clientelismo generado por ella, los acuerdos con un separatismo convertido en motor del Estado, la desindustrialización, el paro juvenil, el invierno demográfico, la inmigración ilegal, el encarecimiento de la luz y el gas y la desaparición de España como actor internacional. O lo que es lo mismo, responder a una sencilla pregunta: ¿qué quiere VOX para España dentro de tres o cuatro décadas?

Un cambio de verdad, no de eslogan, para remedar la promesa de Alfonso Guerra la noche de la aplastante victoria socialista en 1982 («vamos a poner a España que no la va a reconocer ni la madre que la parió»), pero en sentido opuesto. Más que un examen en las urnas, el 19 de junio es para VOX una cita con la historia.

Casualidad o no será Andalucía, el mismo lugar donde comenzó ‘la reconquista’ (esta vez es de sur a norte) en diciembre de 2018, quien dictamine en cuatro semanas hacia dónde se dirige el proyecto. ¿Es descabellado pensar que VOX podría ser la fuerza más votada con Macarena Olona de candidata? No lo es por mucho que lo nieguen los horóscopos que PSOE y PP encargan a sus Tezanos y Michavilas.

Esta transición, este cambio profundo que tratan de ocultar medios, sindicatos, patronal y encuestadores de tarot, será pilotada -como toda revolución o transformación cultural- por los jóvenes. Esto se aprecia en los mítines, donde los chavales matan por un selfie con Abascal y las chicas abrazan a Macarena a la que confiesan, emocionadas, que ella sí les representa frente al feminismo de Estado.

Aunque parezca mentira, de ello también se dan cuenta los medios. Incluso El País, que casi siempre adolece de la ceguera política que provoca no ver más allá de tus propios pies. El suplemento dominical de Prisa dedicó en febrero de 2020 un amplio reportaje a tratar de entender al votante medio de VOX. Fue un inusual ejercicio de honestidad periodística: el plumilla preguntaba y el entrevistado respondía. Sin prejuicios ni filtros. Una universitaria, un camionero, una soldado, un ingeniero agrícola, un emigrante retornado, un jubilado, un obrero, un autónomo… sus testimonios valían mucho más que el ensayo del politólogo de moda o un artículo periodístico como este. 

Es probable que los jóvenes sean, como vemos, un factor importante. 302.446 votarán por primera vez en estas andaluzas tras cumplir 18 años. Es una edad en la que, además del carpe diem de cada viernes, se comienza a pensar en serio en el futuro. ¿Qué les promete el paraíso 2030 del Gobierno? Aborto, porros y una paguita (omitiremos el eufemístico «bono cultural») que sale del bolsillo de papá, sufrido contribuyente que ve cada vez más difícil disfrutar de una pensión cuando se jubile. 

Un factor aún más importante que podría propiciar un vuelco histórico en Andalucía -y mañana en toda España- es el profundo malestar social. Un ejemplo: el sector agrario y los transportistas son dos colectivos perjudicados por las políticas climáticas del resto de partidos. La ley de cambio climático, recordemos, fue apoyada en el Congreso por todos a excepción de VOX. Ese día se consagró la estigmatización de millones de trabajadores a los que culpan del cambio climático mientras China produce a menor coste y mayor contaminación. El resultado para nuestros trabajadores: manos atadas por la legislación nacional y competencia desleal foránea.

Todo ello agrava la ruinosa situación de una clase media que mengua cada año azotada por el desempleo, la precariedad laboral y, este 2022, precios récords en la gasolina, la luz y el gas. Además, frente a la mentira oficial de la propaganda gubernamental, la realidad es que los impuestos expolian casi el 40% de la renta de los hogares más pobres. La respuesta del Gobierno: Franco, covid y Putin. 

Es probable que sea una frase populista, pero hay que escuchar a la calle. España cambió en mayo de 2011 y, desde entonces, los parámetros que antes valían para interpretar la realidad han saltado por los aires. Está el mundo de los medios, los partidos, la patronal y los sindicatos, y luego está el de la gente corriente que no hace talleres de deconstrucción de la masculinidad en casa porque sólo aspira a que sus políticos no les defrauden. Por eso, en los ruegos a los líderes de VOX hay un aroma a cruzada, a misión, de españoles que no están viendo unas siglas o un proyecto político más, sino un movimiento con opciones reales de transformar nuestro país. Lo he visto muchas veces: ciudadanos que no habían ido a un mitin en su vida o que cambiaban el canal cuando aparecía un político, están hoy movilizados.

De esta manera, «solo queda VOX». Y esta frase no parece la ocurrencia del enésimo gurú del marketing -de esos que abundaban en Ciudadanos-, sino algo que sienten cada vez más españoles abandonados por unos y otros. Quizá todo sea más sencillo: las ideas por encima del marketing y España por encima de cualquier partido. 

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