«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

‘Nunca Mais’ un gobierno del Partido Popular

Eso de echarle la culpa al gobierno hasta de la lluvia -«Piove, governo ladro»- han debido de plagiarlo los italianos de la izquierda, que consideran hasta lo que los juristas sajones llaman ‘actos de Dios’ como prueba contra las administraciones de derecha.

A diferencia de la abrumadora mayoría de tuiteros, tertulianos y opinadores de prensa o bar, no soy experto en prevención y contención de mareas negras y estoy dispuesto a dar por bueno que el Gobierno de Aznar gestionó la catástrofe catastróficamente, pero es que los medios y políticos de la zurda agitaron el ‘Remember the Prestige!’ con tanta hipérbole que los niños de hoy deben de preguntarse por qué a Aznar se le ocurrió hundir un petrolero junto a las costas gallegas. Por la maldad de su negro corazón, seguramente.

Hasta la ‘plataforma’ -¡cómo les gusta montar plataformas, parecen tramoyistas!- ‘Nunca Mais’, además de plagiar descaradamente un lema dedicado a causas bastante más trágicas, delata la falacia izquierdista según la cual una buena estructura social -de izquierdas, naturalmente- puede impedir incluso los accidentes. ¿Nunca más? ¿Nunca más naufragará un petrolero? ¿Nunca más habrá un catástrofe? ¿O, más probablemente, nunca más consentiremos un gobierno del PP?

No deja de ser curioso que las iniciativas realmente desastrosas de Aznar, como sus conversaciones con ETA, su bajada de pantalones ante el separatismo o su entusiasmo por inflar la burbuja inmobiliaria, no concitaran las críticas de la oposición, que prefirió centrarse en desgracias imprevistas e imprevisibles como la inexistente ‘plaga’ de las ‘vacas locas’, el hundimiento del Prestige o el accidente del Yak-42 (sí, una elección mezquina y errónea, pero no es como si el destino habitual de los Yakoblev fuera estrellarse).

Ah, bueno, también está lo de las Azores. Aznar ‘nos metió en la guerra’. De ahí salió el ‘No a la Guerra’, movimiento con el que volvieron a verse caras conocidas que estaban a punto de desvanecerse de la memoria de un público obstinadamente resuelto a no ver cine español. No es, naturalmente, que ni el más humilde recluta fuera a pegar tiros al País de los Dos Ríos. Pero, como en los regalos, la intención es lo que cuenta.

Pusieron, de hecho, tanta pasión que uno estaría tentado de pensar que, efectivamente, se oponían a la guerra, algo que quedó más que en duda cuando Carme/n Chacón «mandaba firmes» a soldaditos rumbo a Afganistán o Zapatero se apuntaba, nunca mejor dicho, a un bombardeo, el de Libia, y los actores y otros, ejem, ‘intelectuales’ miraban al tendido. De un socialista son dulces hasta las bombas; de un conservador es hostil hasta los pies sobre la mesa.

Pero, por favor, no se corten; sigan haciendo como si ‘lo del Prestige’ fuera solo marginalmente menos grave que las Leyes de Nürenberg. Hagan como Maruja Torres en el eldiario.es, dramaticen a esgalla: «El simbolismo de lo real –no hace falta citar a Lacan, ya tendría que ser en su cementerio– resume contundentemente los 11 años transcurridos entre la catástrofe del Prestige y esta vergonzosa sentencia judicial postrera, recién ingresada en nuestra cuenta nacional, que declaramos cada día en negro luctuoso».

Uno entiende que la interminable lista de cadáveres arrancados en la flor de la vida por el chapapote conmueva las entrañas de Torres, pero… Ah, no, que esas son las víctimas de ETA, que son unas exageradas que ‘hacen política’ con su dolor y no se callan nunca, las pesadas… Voten a la izquierda: es el único modo de evitar la mala suerte. 

Carlos Esteban

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