Las cifras del paro de agosto han demostrado que el desempleo agrario cayó en agosto un 2,6%. Por ende, por primera vez desde mediados de los 90, la cifra de ocupación ha bajado del millón de personas. En este sentido, el Ministerio de Trabajo de Yolanda Díaz afirma que se «está produciendo un cambio, una transformación que es profunda pero que se hace de una manera gradual y, por tanto, no produce perjuicios particulares a la gente más directamente afectada».
Por su parte, SOS Rural, la asociación que agrupa a cientos de organizaciones agrarias en toda España, contradice los argumentos del ministerio. Su secretario general, Javier Poza, critica que «el Gobierno presenta verdades a medias y distorsiona considerablemente la realidad», dando la impresión de que «nos consideran ingenuos y nos toman por tontos».
De esta manera, Poza asegura la reducción de trabajadores en el campo se debe a que la actividad ha dejado de ser rentable, principalmente por «el aumento de los costes de producción y el abandono de las tierras de cultivo». Señala que, desde 2018, los costos han crecido de manera exponencial, lo que ha hecho que el sector agrícola no sea sostenible económica. Además, destaca que el aumento acumulado del 54% en el Salario Mínimo Interprofesional ha incentivado una mayor apuesta por la mecanización en lugar de la contratación de mano de obra.
«Se nos llenará la boca con el problema de la despoblación rural»
El Secretario General de SOS Rural advierte que la destrucción de empleo agrario podría tener consecuencias catastróficas para el futuro de los pueblos. «Aunque la producción se mantiene, el tejido productivo se está debilitando, y es precisamente el que ayuda a evitar la despoblación rural», subraya. Por consiguiente, insiste en que, sino se toman medidas para proteger y promover el entorno rural, no sólo se verá afectada la economía local, sino también la cultura y la vida social de estas comunidades.
Por ello, Poza hace un llamado a que «se generen las condiciones necesarias para que la agricultura, la pesca y la ganadería sean productivos y continúen contribuyendo a fijar la población». También señala que «es necesario evaluar hasta qué punto el cambio en el modelo productivo es positivo», y si compensa las consecuencias negativas, como la pérdida de empleos y el vaciamiento de las zonas rurales.
Finalmente, destaca que, «aunque es cierto que el sector primario en las economías europeas nunca supera el 5% de la fuerza laboral», el Gobierno no puede presentar este escenario como un cambio de modelo productivo cuando también la industria y la construcción están en declive. Así, critica que «la realidad es que no estamos ante una diversificación de la economía, sino ante un modelo centrado en los servicios y el turismo».
