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Entrevista al presidente de la Fundación Tatarella
Entrevista al presidente de la Fundación Tatarella

Francesco Giubilei: ‘Una alianza entre Rusia y China puede ser muy peligrosa para Europa’

16 de marzo de 2022

Francesco Giubilei, colaborador de la Fundación Disenso, está considerado por ‘Forbes’ como uno de los jóvenes menores de 30 años más influyentes de Italia. Giubilei es director editorial de Historica edizioni y Giubilei Regnani, y profesor de la Universidad Giustino Fortunato de Benevento y presidente de la Fundación Tatarella.

Conferencista en varios cursos editoriales, colabora con el periódico Il Giornale y ha publicado ocho libros en Italia, algunos de los cuales han sido traducidos en Estados Unidos, Serbia y Hungría. Su último libro se titula “Conservación de la naturaleza. Porque el medio ambiente es un tema querido por la derecha y los conservadores”, en el que apuesta por una ecología alejada de la visión de la izquierda.

La Gaceta de la Iberosfera ha tenido el placer de entrevistarle, en un encuentro en el que se han tratado asuntos de la más rabiosa actualidad: desde la inmigración ilegal a la soberanía energética, pasando por la ecología y el futuro de Europa.

-¿Tiene sentido un renacimiento conservador sin el componente cristiano?

Creo que tenemos que empezar a pensar en el renacimiento cristiano y el renacimiento conservador también desde una perspectiva política y cultural. Lo que está pasando hoy es que nuestra identidad y nuestras raíces están siendo atacadas. Un ataque que nace de una izquierda que no es la izquierda tradicional, no es la izquierda que conocimos hace 30 o 40 años.

Es una nueva forma de izquierda que es peligrosa. Es peligrosa porque podemos definirla como una ideología globalista, una ideología liberal que quiere destruir nuestras raíces. Creo que la única manera de luchar contra esta deriva es recordar nuestras raíces cristianas y, al mismo tiempo, el pensamiento conservador, que pueden representar realmente a la calle para luchar contra esta deriva.

-¿Cómo se reconcilia la visión cristiana de Europa con la oposición a la inmigración ilegal?

Esa pregunta es muy interesante. Yo creo que ninguno de nosotros está en contra de la inmigración en general, pero hay una diferencia muy grande entre la inmigración regulada y la inmigración ilegal. Cuando hay una inmigración regulada, cuando hay personas que piden entrar en un Estado legalmente, llegan, trabajan, pagan los impuestos, se integran en el sistema estatal y respetan la identidad, podemos aceptar esta inmigración; pero tiene que ser regulada.

Si tenemos una inmigración ilegal, como ocurre en vuestro país en Ceuta y Melilla, donde hay mucha gente que quiere entrar en España de manera ilegal, o, como ocurre en el nuestro, en Lampedusa, en el sur de Italia: eso no es bueno. No es bueno para vosotros como españoles; no es bueno para nosotros como italianos; no es bueno para los ciudadanos de Europa; pero es que tampoco es bueno para ellos, para los inmigrantes.

En el sur de Italia, por ejemplo, donde hay muchos inmigrantes ilegales que entran en nuestra nación, nosotros no sabemos cómo se llaman, no sabemos qué hacen, y hay un fenómeno cercano a la mafia. Ellos empiezan a trabajar ilegalmente para la mafia, que disfruta de esas personas, y acaban trabajando en los campos recogiendo tomates por dos euros la hora, tres euros la hora. Eso no es ayudar a los inmigrantes. Tenemos que explicar que hay una diferencia entre la inmigración ilegal y la legal.

-Hay algunas voces, como la de Éric Zemmour en Francia, que sugieren que Francia ya está perdida ¿Es usted tan pesimista?

Creo que es un poco pesimista, pero hay algunas naciones como Francia, Bélgica o Suecia donde la situación, no diría que está perdida, pero sí es muy preocupante. En Suecia hay algunos lugares, por ejemplo la ciudad de Malmö, donde el 50% de las personas son inmigrantes. En Estocolmo hay algunos barrios donde la policía no puede entrar porque es peligroso, y hay una forma de Estado dentro del Estado, en torno a la inmigración islámica, donde hay una ley que no es la ley de Europa, no es la ley de Suecia, de Bélgica o de Francia, es la ley islámica, y eso no puede funcionar.

Creo que en Italia y España, comparadas con esas naciones, tenemos más posibilidades. Tenemos nuestra identidad, una identidad fuerte, pero el problema es a 10, 20, 30 años vista. Espero que Italia y España, dentro de 20 o 30 años, no se encuentren en la situación en la que hoy está Francia.

En Italia, por ejemplo, en Milán, que es la ciudad podríamos decir más europea, en las últimas semanas está habiendo muchos problemas con los inmigrantes de segunda generación: gente que nació en Italia, pero no se siente italiana, no tiene el sentimiento italiano. Hay un fenómeno, por ejemplo, como las ‘baby-gang’, que nunca habíamos visto en Italia. Lo que está pasando en Milán recuerda a lo que pasa en el norte de Europa, y lo que deseamos es que, en el resto de la nación, no llegue a ocurrir lo que está sucediendo en el norte de Europa, y creo que es lo mismo que queréis aquí en España.

-La invasión de Ucrania parece que ha despertado a la vieja Europa de las naciones y ha aparcado la persecución que desde Bruselas se hace a naciones soberanas como Hungría o Polonia ¿Teme que sea algo temporal?

Desafortunadamente, me temo que sí. Creo que ahora estamos en una situación donde tenemos dos posibilidades para construir una Europa para el futuro. Por un lado, los Estados Unidos de Europa, que es la idea de Bruselas. La idea de una Europa cerca de la burocracia, centralizada, donde, desde Bruselas, se dice a España, a Italia, a Hungría, lo que tienen que hacer. Hay una ley que es la misma para todos, y no tienen consideración por las diferencias entre los pueblos, entre las naciones.

Por otro lado, está la idea de la Europa de las naciones. Yo creo que tenemos que pensar una Europa para el futuro que es una Europa confederal, una Europa de las naciones; donde tenemos, por supuesto, una identidad común, que es la identidad cristiana, tenemos raíces comunes, pero también tenemos diferencias, y eso no es malo. Es nuestra identidad. Vosotros tenéis la Hispanidad, que es un concepto diferente al nuestro de italianidad, o, para los húngaros, el de la identidad magiar.

Lo que tenemos que hacer es construir una Europa de las naciones donde tenemos que colaborar juntos en algunos temas, como la inmigración o la economía, pero al mismo tiempo tenemos que mantener nuestra soberanía nacional.

El concepto de soberanía es un concepto totalmente actual, sólo hay que ver lo que pasa con la energía, con el tema del gas. Nosotros, de un día para otro, hemos visto, con la guerra en Ucrania, cómo Italia, que importa el 40% del gas de Rusia, se pregunta ahora qué puede hacer. Tenemos que construir una soberanía energética. Una nación grande, como Italia o España, tiene que construir una soberanía energética y eso creo que está cerca del concepto de nación.

-Un país con una revolución conservadora dentro de sus fronteras como Rusia, ¿puede soportar la contradicción de aliarse con países antioccidentales islamistas, como Emiratos, o dictaduras socialistas, como Venezuela?

Es una contradicción muy grande. Tú has hablado de Venezuela, de los países árabes, pero podemos hablar también de China, porque en Rusia hay un sentimiento que es contrario a China históricamente, porque son dos imperios muy grandes que tienes muchas contradicciones. Y ese es un problema en una perspectiva de medio y largo plazo.

Nosotros tenemos que pensar como europeos cual será nuestro posicionamiento en los próximos años, porque pienso que lo que está ocurriendo en estos días en Ucrania será un problema también para los próximos años. El mundo está cambiando con esta guerra. Hay dos bloques diferentes: uno es el bloque de Europa, EE.UU., el bloque de Occidente; y hay un nuevo bloque que es el bloque de Rusia, China, Venezuela y los países árabes. Pero creo que es un error pensar el mundo con los esquemas de la Guerra Fría, porque el mundo es distinto a hace 40 años. En la Guerra Fría no teníamos a China, y ahora es la segunda nación del mundo. Entonces, una alianza entre Rusia y China puede ser muy peligrosa para nosotros, para Occidente, pero muy peligrosa especialmente para Europa.

-Usted es miembro del Comité Científico para el Futuro de Europa del Gobierno italiano. ¿Cuál es la aportación de Italia a este debate sobre el futuro de Europa?

Como sabes, tenemos la Conferencia sobre el Futuro de Europa, que es una conferencia internacional, y nuestro Gobierno ha decidido hacer un Comité científico compuesto por 35 personas con diferente ‘background’. Mi ‘background’ es más conservador, y la idea de Italia es hablar mucho de la integración de los países del área de los Balcanes. Hablar de una integración de Macedonia o Albania, por ejemplo. Sabes que entre Italia y Albania hay históricamente una relación muy fuerte.

Otra idea es hablar del área del Mediterráneo. El Mediterráneo es central en la visión del futuro de Europa para Italia, y el Mediterráneo es un mar que compartimos con vosotros, con los franceses, con los griegos y hay un ‘focus’ de nuestro Gobierno sobre el tema del Mediterráneo.

El otro tema es el norte de África. Para nuestro interés nacional es muy importante hablar de la situación en Libia. Hace 10 o 15 años, era una nación que tenía una relación muy cercana con Italia, pero después de lo que pasó en 2011 la situación cambió. Ahora hay una situación que es muy peligrosa porque la distancia entre Libia e Italia es de 50 kilómetros apróximadamente, de Libia a Lampedusa.

Entonces, tenemos que poner el focus en estas tres áreas: los Balcanes, el Mediterráneo y el norte de África.

-¿En ese comité están todos de acuerdo con esa visión de cuales son las amenazas?

En ese comité están todos de acuerdo en la perspectiva geopolítica, eso sí, pero hay algunas diferencias de sensibilidad cuando hablamos, por ejemplo, de una visión de futuro de Europa sobre el concepto de nación, sobre el concepto de identidad. Por ejemplo, no se habla mucho del concepto de cristianismo, de las raíces cristianas, que es un tema del que tenemos que hablar como europeos.

Lo que pasó, por ejemplo, con el documento en la Comisión Europea sobre las guías de cómo tenemos que hablar, donde la Unión Europea dijo que no podíamos utilizar la palabra ‘Navidad’, que no podíamos utilizar el nombre ‘María’ porque es un nombre cristiano. Este caso es paradigmático, una visión de Europa que es totalmente diferente a la nuestra, que es una visión que no busca cancelar nuestra ientidad, sino que busca luchar por ella.

-Hay un renacimiento del conservadurismo en los países mediterráneos y uno consolidado en el grupo de Visegrado, de los antiguos países comunistas. ¿Cómo conseguirá ganar el pulso al consenso socialdemócrata que manda en Bruselas?

El objetivo es construir un bloque de países conservadores que pueda cambiar esa Europa. Ese cambio tiene que empezar entre naciones como Italia y como España, que son naciones grandes y pueden tener una alianza con el este de Europa.

Creo que hay una vía que es el conservadurismo latino, la idea de conservadurismo latino es una idea diferente a, por ejemplo, el conservadurismo de Inglaterra. Tenemos algunos puntos en común, por supuesto, pero nuestro conservadurismo es un conservadurismo católico.

Vosotros, por ejemplo, tenéis algunos pensadores que tenemos que descubrir; Donoso Cortés es uno de ellos. Tenemos que construir un conservadurismo que esté basado sobre las raíces católicas.

El conservadurismo latino nació, no en 1790 con la publicación de ‘Reflexiones sobre la Revolución en Francia’, de Edmund Burke, sino con el Imperio romano. El concepto de ‘mos maiorum’ es una idea totalmente conservadora. Después, con la Iglesia católica y, posteriormente, llegó la lucha contra la revolución, entonces el pensamiento contrarevolucionario.

Pensar un conservadurismo latino es una idea para pensar una Europa diferente, y tenemos que ser aliados en esta visión, y a la vez aliarnos con otros conservadores como aquellos del este de Europa.

-Usted y Roger Scruton han marcado el camino del verdadero interés de los conservadores por el medio ambiente. ¿Cómo conciliamos ese interés con la recuperación de la soberanía energética?

Está claro que el pensamiento de Scruton es ‘ubi maior, minor cessat’ comparado conmigo (risas). En Italia lo que estamos haciendo, y también a nivel europeo, es decir: ‘mira, hemos tenido 40 o 50 años donde la cultura estuvo cercana a la izquierda’. La izquierda siempre ha dicho: ‘la cultura es nuestra, nosotros somos la cultura; por tanto, todo lo que empiece el mundo conservador, católico, de derechas, no es cultura porque nosotros somos la cultura’. Es la idea de Gramsci.

Ahora está ocurriendo lo mismo con el medio ambiente. Ellos dicen: ‘el ambiente es nuestro tema. Si tú eres conservador, si tú eres de derechas, tú estás contra el ambiente, estás a favor de destruir el territorio, a favor de construir edificio, etc’. La realidad es que hay una tradición conservadora muy importante a favor del medio ambiente: una visión que es diferente.

Ellos tienen una visión del medio ambiente que es global. Ellos tienen, como siempre, una visión de Europa, de las entidades supranacionales, que tienen que imponer reglas a los ciudadanos. Nosotros pensamos que la visión del medio ambiente empieza en las pequeñas comunidades, empieza en los pueblos, en la ciudad, en las naciones; nosotros no pensamos que todos los problemas del mundo estén generados por el hombre.

Ellos tienen una visión cercana a Malthus, y dicen que tiene que haber menos personas en el mundo. Ellos dicen que todos los problemas del mundo tienen que ver con el hombre, pero la visión de un conservadurismo verde es una visión cercana al concepto cristiano. Un concepto que dice que la naturaleza y el hombre son parte del mismo sistema, y ese sistema es el concepto de la Creación que hay en la Biblia.

También es una visión que no va contra las empresas, que no va contra los ciudadanos, y que no quiere imponer nuevos impuestos sobre ellos. Ellos hablan del concepto de ‘etic tax’, impuestos por el medio ambiente, pero no tenemos que cargar a los ciudadanos con nuevos impuestos, tenemos que hacer una política en favor de la gente y cercana al medio ambiente.

-¿Se atreve a ver el futuro de movimientos transversales, pero de base conservadora, como Fratelli d’Italia o VOX en España?

Como sabes, el próximo año tenemos elecciones generales en Italia. Veremos si el centroderecha puede ganar esas elecciones. Lo que pasa ahora es que Fratelli d’Italia ha llegado a ser el primer partido del centro derecha y, por primera vez en la historia de Italia desde 1945 ―cuando empezó la República―, hay un partido que tiene ahora entre el 18 y el 23% de intención de voto definiéndose como conservador.

Giorgia Meloni, Fratelli d’Italia, dicen: ‘nosotros somos conservadores’. Esto, de alguna manera, según la visión política italiana, es revolucionario, porque los partidos de derecha nunca se habían definido como conservadores. Por tanto, lo que está haciendo Giorgia Meloni es construir un conservadurismo político en Italia, y hay muchas posibilidades, y Fratelli d’Italia está teniendo un crecimiento muy importante en los últimos años.

La cuestión es si el centroderecha puede ganar esas elecciones. Esta es la clave.

-Por tanto, los italianos están aceptando la idea de que pueden ser conservadores

Creo que los italianos son un pueblo conservador. Como dice Scruton, y otros pensadores también de Norteamérica, el conservadurismo no es una ideología, no es como el comunismo, el conservadurismo es más bien un estado de naturaleza, es un estado de ser conservador.

Los italianos, también los que no lo dicen, de alguna manera son conservadores. Porque tienen la identidad, que no es sólo una identidad nacional, y no sólo regional, a veces es incluso una identidad de ciudad. Lo que pasa en Toscana, por ejemplo, es increíble: ahí hay, también hoy, unas divisiones entre ciudades que vienen desde el Medievo. Los italianos son conservadores.

El problema es que, a veces, ese conservadurismo no es un conservadurismo político, porque ese sentimiento no es encarnado por un partido que se define conservador. Es un desafío muy interesante, pero, hay que recordar que, durante 50 años, tuvimos en Italia un partido como la Democracia Cristiana, que era un partido católico; y De Gasperi, que fundó la Democracia Cristiana, era un líder cristiano, católico, pero era un líder también con tintes conservadores. Por tanto, hay un sentimiento popular que puede canalizarse votando por un partido que se define como conservador.

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