Como millones de niñas en el mundo, Hannan Serroukh estuvo a punto de ser víctima de un matrimonio forzoso. Su rebeldía, el ejemplo de su padre que emigró a España antes de que ella naciera para buscar una «vida digna», y el contexto social favorable de la época -la década de los 80- propició que pudiese escapar de la unión que el segundo marido de su madre quiso imponerle contra su voluntad. Su suerte no es la misma que corren cada año catorce millones de niñas en el mundo que son obligadas a contraer matrimonio con hombres que ni conocen y que, como mínimo, les doblan en edad. En la actualidad, las redes islamistas han cobrado fuerza y, auspiciadas por los discursos a favor del multiculturalismo de la izquierda, han cobrado relevancia dentro de las instituciones políticas y sociales dificultando, aún más, una salida real para estas menores.
En esta entrevista con La Gaceta de la Iberosfera, Serroukh cuenta su experiencia y denuncia cómo la izquierda contribuye desde hace décadas a la implantación del islam político en Europa, y también en España, a través de los flujos migratorios.
– Es llamativo que en pleno siglo XXI sigamos hablando de matrimonios forzosos, ¿se ocultan? ¿Suceden en España?
Sí, por desgracia es una realidad que se ha extendido en nuestro país debido a que existe una sociedad paralela originada por los flujos migratorios no controlados, a la falta de un marco común de convivencia. Esto ha permitido que se extienda esta práctica y otras relacionadas con el contexto islamista que es una amenaza real para España y para el resto de Europa. Están utilizando los flujos migratorios para asentar su ideología, su modelo social y político.
– Usted estuvo a punto de ser víctima de uno de esos matrimonios por la fuerza…
Mis padres llegaron a España a mediados de los años 60. Eran un perfil de inmigración estructurada, había un proyecto. Mis padres no vinieron a buscar una mezquita, vinieron a buscar una vida digna y este país les acogió y se la dio. Yo tuve el privilegio, el honor de nacer en España y ser una española más. Después falleció mi padre y mi madre se casó con un hombre de la corriente islamista, con un proyecto migratorio totalmente diferente que no tenía el objetivo de integrarse, sino el de adoctrinar y controlar la comunidad. Él impuso unas normas y creyó que lo mejor para mí era no contaminarme de lo occidental y que me casara como una prueba de fidelidad, de mantener el honor, pero yo pude rebelarme. Fue en los 80, en el 87 me rebelo, digo que no y me fue fácil relativamente porque entonces no existían los guettos blindados que sí hay ahora y tuve posibilidades de escapar. Hoy en día es bastante complicado debido a esas alianzas sociales y políticas de estos lideres islamistas
– ¿Cómo es posible que sea más complicado salir de un matrimonio forzoso en la actualidad que en los 80?
En los 80 el perfil de la inmigración era económico, los inmigrantes convivían e interactuaban con la sociedad autóctona, tenían el anhelo de ser como cualquier español. Eso cambia a finales de los 70-80 cuando los líderes islamistas perseguidos en sus países ven que en Europa pueden esconderse y que pueden utilizar los flujos migratorios para internacionalizar la causa y recaudar fondos y seguidores. En Europa y España no supieron verlo, el ejemplo más claro lo tenemos en Francia. Desde entonces consiguieron crear esas redes que controlan y blindan la comunidad, dentro de ellas imponen un modelo de sociedad y para las jóvenes es aún más difícil rebelarse porque la propia sociedad ha normalizado estas prácticas en aras de la libertad, mi libertad de llevar el hiyab. No les es posible rebelarse porque se ha normalizado, es enfrentarse a una sociedad que no les ayuda. El multiculturalismo ha permitido que esto se expanda y no les ayuda a salir, son las consecuencias del fracaso de la multiculturalidad.
– ¿Cómo se está implantando el islam político en Europa?
Hace ya muchos años que existe un proyecto del islam para dominar el mundo. Hasan al-Banna, el fundador de Hermanos Musulmanes inspiró a grupos terroristas que anhelaban ese control y esa vuelta del islam para dominar el mundo. Europa, desde los 80-90 hasta el 2000 ha perdido esas décadas para entender lo que estaba sucediendo. A medida que se iba extendiendo esa ideología, esas mezquitas, sin entender de dónde venía su financiación, se ha permitido que se creen estas redes de relación y que llegasen a tener presencia en las administraciones gracias a las alianzas con la izquierda que son quienes han normalizado su presencia. Ahora hay líderes islamistas europeos que ya no vienen del Magreb, ya no vienen de fuera, han nacido aquí, en Europa. Desde aquí estructuran un discurso ideológico muy sólido, también dentro de las universidades, y su objetivo es llegar a tener presencia y decisión en nuestras instituciones.
– Existen instituciones cómplices de esa implantación del islam, entre ellas la Comisión Europea que ideó incluso una campaña para normalizar el uso del hiyab.
Esta campaña vuelve a confirmar todas las teorías de los grandes expertos sobre los movimientos islamistas en Europa. Empiezan a tener influencia y se ha normalizado su presencia. El uso del hiyab fue una de las primeras exigencias de los Hermanos Musulmanes. Ellos le pidieron al expresidente egipcio Gamal Abdel Nasser que todas las mujeres en Egipto llevaran hiyab, cuando en los años 50 no lo llevaba prácticamente ninguna. Nasser se rio de esta insólito solicitud, si levantara la cabeza ahora y viera lo que está haciendo Europa con el hiyab no daría crédito. Es una aberración, un retroceso. Los islamistas saben que cada mujer que lleva un hiyab supone para ellos una conquista en el ámbito social, académico, político… es un triunfo patrocinado por la desidia, por la falta de profesionalidad de las políticas de la izquierda.
– Usted es catalana, ¿existen nexos entre el islam y el separatismo?
Muchos, solo hace falta ver las redes de los dirigentes separatistas, cómo han hecho campaña electoral en mezquitas, y en mezquitas salafistas. Por un lado, se alían con los islamistas por un cálculo de votos; quieren, en un fantasioso referéndum, tener adoctrinada a la comunidad islámica para que vote a su favor. Por otro lado, los islamitas saben aliarse con aquellos dirigentes que generan fisuras en el Estado, aprovechan fisuras en el Estado democrático para normalizar su presencia. ERC claramente posiciona la figura de la mujer con hiyab y esta imagen no tiene nada de empoderamiento, al contrario, es un método de señalamiento, de sumisión ante una autoridad moral del hombre. La mujer que lo lleva lo hace para tapar su feminidad, para no provocar. Es una cárcel moral e ideológica.
– ¿Qué se puede hacer contra la implantación del islam político en Europa?
Tenemos que empezar a revisar qué está pasando en nuestros barrios, qué mezquitas tenemos y hacia dónde van distribuidas las redes de financiación. Es necesario distinguir muy bien entre lo que son las prácticas exclusivamente religiosas de las incidencias que se hacen en el ámbito de la educación y de la política. En nuestro país está garantizada la libertad de culto, pero es diferente el activismo político. No es una persecución del islam. La política islámica utiliza el manto de la religión para dominar a la sociedad y así es cómo entran en Europa, porque no se hace esa separación. Nos estamos jugando el futuro de nuestros jóvenes, el principio de igualdad con el que hemos crecido.
– ¿Qué le diría a las niñas que se encuentran en un matrimonio forzoso? ¿Cómo se las puede ayudar?
Les diría que no es fácil, pero no imposible. Hay que empezar a luchar contra los guetos, identificarlos, romper la red de financiación y crear un debate social y político sobre qué modelo de sociedad queremos. Es necesario crear un marco de convivencia común que se rija por nuestra Constitución y nuestros valores democráticos.
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