El presunto líder de un grupo yihadista radicado en Pinto que está siendo juzgado en la Audiencia Nacional tenía «el control» de la mezquita de esa localidad madrileña, lugar en el que supuestamente se dedicó a captar adeptos al Estado Islámico.
Este acusado, el marroquí Aziz Zaghanane, que logró la condición de «sheikh» o sabio del islam y que trabajaba en una empresa estadounidense de «cazatalentos», aplicaba sus habilidades en redes sociales y de «coaching» para la captación de yihadistas, ha explicado en el juicio el agente de la Guardia Civil que lo investigó.
De este modo, consiguió captar a su presunto lugarteniente, Jidey Hicham, un portero de discoteca que provenía de ambientes de delincuencia y también acusado en esta causa, si bien este lunes llegó a un acuerdo de conformidad con la Fiscalía antes del juicio y fue condenado a 4 años de cárcel frente a los 7 años que pedía para él en un principio a cambio de reconocer los hechos.
Una vez radicalizado Hicham, fueron captados otros dos marroquíes, Anas Balla y Mouhssen Balla, que se enfrentaban a 3 años de cárcel y que también se conformaron con dos años de prisión.
Los cuatro, según ha explicado el investigador, comenzaron después a frecuentar un gimnasio en el que entrenaban intensamente, por lo que empezaron a sospechar que pudieran estarse preparando para dar el salto a Siria, donde, al parecer, Anas tenía ciertos vínculos.
Además del gimnasio, disponían de las instalaciones de la mezquita, de la que Hicham tenía las llaves, y allí realizaban entrenamientos físicos para el combate y se les aleccionaba sobre el uso de armas.
A este grupo se le atribuye también una gran actividad en difusión de propaganda por internet a través de Facebook y de aplicaciones de mensajería instantánea.
De hecho, los cuatro formaban parte de un grupo de Whatsapp denominado «Musulmanes de Pinto» que utilizaban para adoctrinar a todos aquellos que trataban de captar y que manejaba Zaghanane, que se enfrenta a 7 años de cárcel por colaboración con organización terrorista.
Según la investigación, los detenidos llegaban con su actividad a centenares de personas, de las que seleccionaban grupos más reducidos y los sometían a un proceso de adoctrinamiento y radicalización mucho más intenso; especialmente, en los de su entorno más cercano, a quienes instruían incluso sobre la manera de realizar cualquier actividad cotidiana.
Zaghanane está siendo juzgado junto a su esposa, la mexicana convertida al islam, Ana Marilu Reyna, que se enfrenta a un año y medio de cárcel por supuestamente colaborar con su marido en las labores de propaganda.
El juicio quedará mañana visto para sentencia con las conclusiones definitivas de la Fiscalía y la defensa.