El convento de las Vistillas de los Ángeles fue fundado en 1540 en la calle Molinos, en el histórico barrio granadino de El Realejo. Tiene más de 3.000 metros cuadrados y unos jardines al pie de la Alhambra con vistas a Sierra Nevada, además de 37 habitaciones, la capilla y un campanario que es una parte imprescindible del skyline del barrio. El convento ha tenido una vida azarosa y fue usado como arsenal militar durante la ocupación francesa en el siglo XIX, hasta que las religiosas abandonaron el edificio en el año 2018 y este fue adquirido por un grupo inversor por cerca de tres millones de euros. Y su destino final ya está fijado en una de las paredes del edificio, donde ya cuelga un retrato del monje budista Gueshe Kelsang, fundador de la tradición Kadampa. Será un centro budista cuando terminen las obras de rehabilitación que llevará a cabo el reputado estudio de arquitectura Guía Consulting, que se encargó del templo de Alhaurín el Grande, el mayor de Europa.
En respuesta a esta iniciativa el grupo municipal de VOX en el Ayuntamiento de Granada registró recientemente una moción para preservar y poner en valor el vasto patrimonio sacro de la ciudad entre los vecinos y visitantes, así como desarrollar rutas turísticas que promocionen este atractivo inigualable. Concretamente, la moción de VOX apostaba por diseñar una Ruta de conventos destinada a dar a conocer el patrimonio histórico y artístico de los conventos granadinos dentro del contexto de la importancia de la vida monástica en la ciudad. Y la moción no salió adelante con el voto en contra del PP.
Ahora, un convento de casi cinco siglos se suma a la moda de la multiculturalidad para convertirse en un lugar de meditación budista. Una iglesia imbricada en el corazón de los vecinos del Realejo, desde donde partía la procesión de la Virgen de los Ángeles, patrona del barrio, perderá su tradición de siglos pese a que el inmueble está declarado como BIC y, según la opinión de los vecinos, podría haber sido un perfecto museo de la Semana Santa granadina si las instituciones no se hubiesen puesto de perfil ante la pérdida de identidad del convento.
Ya en 2018, con la salida de las últimas religiosas, la presidenta de la Asociación de Vecinos de El Realejo, Pilar Cardenete, mostró su pesar y su inquietud por el futuro del inmueble: «Tiene un patrimonio artístico muy rico. Quizás se podría hacer un museo con todas las obras que tiene y lograr dinero de la visita para el mantenimiento». Esta idea de los vecinos ha quedado en saco roto y El Realejo pierde definitivamente un trozo de su historia y de sus raíces culturales.