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Se recaudaron menos de la mitad: 81,5 millones

El Gobierno concedió el año pasado al cine español casi 170 millones de euros en subvenciones

Los Goya. Europa Press

El cine español tiene mucho en común con el coche eléctrico: es un negocio que no existiría sin los estados y los impuestos. Las legislaciones fijan prohibiciones de circular en las ciudades a los vehículos de motor de combustión u obligaciones a las cadenas de televisión de financiar películas con sus beneficios. Y, además, docenas de millones en subvenciones. La frase de la película Jerry McGuire de «Show me the money!» en los casos del coche eléctrico y del cine español debería ser «Show me the subsidy!».

Las izquierdas —con los añadidos del PNV, Coalición Canarias y el Partido Regionalista de Cantabria— aprobaron los Presupuestos Generales del Estado para 2023. En el capítulo de Cinematografía de se reservaron 167,14 millones de euros, un aumento del 72,1%, ya que en los anteriores PGE la cantidad fue de 97,1 millones. Este dinero se destina a financiar no sólo la producción de películas, sino también a ayudas a los guiones y a las salas de cine.

¿Y qué hacen productores y directores con ese dinero? ¿Es verdad que, como ha afirmado el director Pedro Almodóvar, antiguo propietario de una sociedad off shore fuera de la Unión europea, «el dinero que los cineastas recibimos como anticipo lo devolvemos con creces al Estado, a través de impuestos y seguridad social, además de crear miles de puestos de trabajo»? Pues la industria del cine, como algún grupo editorial mantenido por el PSOE y el PP, en circunstancias normales, estaría quebrado. De este desastre se salvan sólo un puñado de películas.

Según el informe de recaudación y taquilla del Ministerio de Cultura de 2023, las 568 películas españolas que se exhibieron en algún momento del año pasado recaudaron 81,5 millones de euros. Es decir, un poco menos de la mitad. Y este déficit se repite años tras año. Parece que el mundo del cine español es incapaz de crear una industria rentable… a no ser que su objetivo sea la propaganda izquierdista y no la taquilla.

De este desastre financiero se salvan muy pocas películas. Entre las 15 más taquilleras sólo hay dos españolas: Campeonex (puesto 8º con 11,9 millones) y Ocho apellidos marroquís (puesto 14º con 8,9 millones). La primera película en recaudación el año pasado fue Barbie, de Warner Bros, con 33,7 millones. Para superarla, el cine español tiene que sumar sus cinco primeras películas.

Las preferencias del público español son claras. Sólo tres cintas españolas superan el millón de espectadores. Las dos citadas y Vacaciones de verano. Y sólo veinticuatro rebasan los 100.000. Recordamos que las películas exhibidas el año pasado fueron casi 600. Las tres últimas de la lista, Pieles, Los días que vendrán y El sol del membrillo tuvieron un solo espectador. ¿Quién mantiene estos «negocios»?

La industria del cine le da la razón al reaccionario colombiano Nicolás Gómez Dávila, magnífico autor de aforismos que desnudan la modernidad. Por ejemplo, éste: «En el estado moderno las clases con intereses opuestos no son tanto la burguesía y el proletariado como la clase que paga impuestos y la clase que de ellos vive».

En la Gala de los Goya celebrada el pasado sábado en Valladolid se vio, separados por unos policías y unas vallas, a la clase que paga impuestos, los agricultores, que reciben por parte del Poder y su equipo de opinión sincronizada insultos como los de ser «quejicas«, «explotadores», «machistas» y hasta «marionetas de la extrema derecha», y a la clase que vive de esos impuestos, los cineastas y los políticos.

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