El 8 de marzo de 2025, Día Internacional de la Mujer, será recordado como uno de los más discretos de los últimos años. A la ya existente división en la izquierda en torno a la ley Trans, ahora se suman casos como el de Íñigo Errejón, investigado por presuntos abusos sexuales, o Juan Carlos Monedero, señalado por lo mismo por supuestas víctimas. También han sido acusados de «hipócritas» en las filas del Partido Socialista, cuyo ex secretario general, José Luis Ábalos, quien se posicionó en contra de la prostitución, enchufó a varias «amigas» que había conocido en páginas web de scorts en puestos de trabajo.
El caso de Ábalos no es el único que ha salpicado al PSOE en esta materia. Su vinculación con redes de prostitución no se limita a sus contactos personales, sino que también ha sido señalado por su implicación en tramas como la de la FAFFE, donde altos cargos socialistas utilizaron dinero público en prostíbulos. Otros dirigentes, como el exdiputado Juan Bernardo Fuentes, alias Tito Berni, han protagonizado escándalos similares.
Mientras tanto, la ley del ‘solo sí es sí’ ha supuesto un revés para la lucha contra la violencia sexual. Esta reforma, impulsada por Irene Montero con el respaldo del gobierno, ha permitido que más de 2.000 agresores sexuales vieran reducidas sus penas y ha facilitado la excarcelación de al menos 121 delincuentes condenados. A pesar de las advertencias de expertos jurídicos y organismos consultivos, la norma fue aprobada sin atender a los riesgos que conllevaba.
A este panorama se suman las incoherencias dentro del propio feminismo de la izquierda. Políticas como Begoña Gómez e Irene Montero han construido sus carreras a la sombra de sus parejas, lo que ha generado críticas sobre el supuesto mérito y la igualdad de oportunidades que promueven. En público, sus discursos defienden la independencia de la mujer, pero en la práctica, sus trayectorias han estado marcadas por su cercanía al poder político.
La doble moral del movimiento feminista liderado por el PSOE y Podemos también se ha evidenciado en la gestión de las denuncias internas. Tanto en el caso de Monedero como en el de Errejón, sus partidos han reaccionado con opacidad y tardanza. Sólo cuando la presión mediática se volvió insoportable, tomaron medidas para apartarlos de sus cargos. Esta falta de coherencia ha debilitado la credibilidad de un movimiento que se presentaba como adalid de la lucha contra la violencia de género y el abuso de poder.
A todo ello se suman declaraciones recientes como la de Yolanda Díaz, que consideró machista que un hombre elogiase su aspecto físico cuando en el pasado ella lo había hecho con hombres como Garamendi (CEOE).