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día de la bandera andaluza

Rojas Marcos, la brújula andalucista que marca el paso a Moreno Bonilla

El presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla y el expresidente del Partido Andalucista, Alejandro Rojas Marcos. Europa Press

Hace un año, Alejandro Rojas Marcos convenció a Juan Manuel Moreno Bonilla de proclamar el 4 de diciembre día de la bandera andaluza. Una reivindicación que ahonda en el mito andalucista, pues ese día de 1977 hubo manifestaciones en las ocho capitales de provincia para reclamar un estatuto de autonomía que sería aprobado en 1980. Eso sí, pucherazo mediante, pues en la provincia de Almería no se obtuvo la mayoría necesaria para aprobar la norma, de modo que el Gobierno de Suárez reformó el artículo 8 de la ley sobre regulación de las distintas modalidades de referéndum para corregir el error de los almerienses en las urnas.

El caso es que Moreno Bonilla, ayuno de ideología propia, vio en la sugerencia del viejo andalucista una oportunidad para blindarse en la blanquiverde, hasta el momento, patrimonio del PSOE y el PA. En verdad la llegada del primer presidente del PP a San Telmo ha sido la confirmación de que el legado andalucista no se toca. Si acaso se amplía. Moreno dijo sí a Rojas Marcos y fue más lejos de lo que nunca hicieron sus antecesores Escudero, Rodríguez de la Borbolla, Chaves, Griñán y Susana Díaz.

A pesar de que el andalucismo tuvo en las siglas del Partido Andalucista un defensor oficial, la formación de Rojas Marcos nunca fue hegemónica. El PSOE, como sucede con tantas cosas, acabó parasitando el movimiento hasta convertirse en el partido nacionalista de facto. ¿Para qué votar al PA cuando sus ideas ya las aplicaban los socialistas?

Esa inercia depredadora es la que ha heredado y ampliado Moreno Bonilla, quien tiene en el exalcalde de Sevilla al hombre que marca sus pasos hacia un andalucismo de segunda generación. La novedad reside en que no importa que gobierne la derecha o la izquierda mientras los pilares del sistema permanezcan intactos, algo así como el peronismo en Argentina. Es más: Rojas Marcos propone imitar el modelo separatista catalán y vasco con partidos andaluces de derechas e izquierdas —no nacionales como PP o PSOE— «porque eso es lo que les ha dado poder» en aquellas regiones.

Ahora que sabemos quién susurra al oído de Moreno Bonilla y le incita a crear su propio partido, quizá ya no sorprendan las aparentes salidas de tono del presidente como cuando dijo que el andaluz es una lengua «que se habla principalmente en Andalucía, Ceuta, Melilla y parte de la provincia de Badajoz, se practica en Gibraltar y convive con el portugués en localidades colindantes con Huelva».

Tampoco se olvidan las palabras que Moreno Bonilla dedicó a VOX tras las últimas elecciones generales. En su opinión, el partido de Abascal da más miedo que ERC o Bildu. Peor aún fue que un mes después viera con buenos ojos la propuesta del presidente vasco de «potenciar la España plurinacional». Moreno aseguró que «está bien dialogar para avanzar en autogobierno como plantea Urkullu, pero sin relegar a nadie y siempre dentro de la Constitución». Es decir, la Carta Magna como contenedor y coartada de todas las afrentas al Estado, como es probable que suceda con la amnistía.

El propio Rojas Marcos ha sido muy claro exponiendo la mentalidad del sálvese quien pueda, génesis de la España de las autonomías. «Lo que me preocupa e indigna no es que el PSOE haya pactado con los independentistas, sino la cantidad de dinero que irá para Cataluña y País Vasco, siendo una gran parte dinero andaluz».

Los viejos andalucistas, como los nuevos, proponen combatir las desigualdades entre españoles replicando el modelo del PNV o de Jordi Pujol para ingresar en el club de los grandes chantajistas al Estado. La autonomía, como la historia demostró durante la II República o en octubre de 2017, es sólo la primera fase de un proceso cuyo fin último es la independencia de una parte del territorio nacional. O sea, la balcanización de España.

La construcción, por tanto, de la identidad regional explica las alusiones a la lengua andaluza —disparate hasta hace muy poco sólo al alcance del Kichi y Teresa Rodríguez— y a la figura de Blas Infante, ante cuya estatua del parlamento andaluz Moreno Bonilla se cuadra como Arzalluz hacía con la de Sabino Arana antes del aurresku.

Qué lástima que Rojas Marcos, que presume de andaluz, prefiera la vía Sabino Arana antes que a un paisano como Antonio Machado, que hablaba así del separatismo: «De aquellos que dicen ser gallegos, catalanes, extremeños o castellanos antes que españoles, desconfiad siempre. Suelen ser españoles incompletos, ineficientes, de quienes nada grande puede esperarse».

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