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GOLPE A LA COARTADA DE BIDEN

El 80% de los demócratas no se cree que el precio de la energía sea culpa de la guerra en Ucrania

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Reuters

Igual que han hecho, y siguen haciendo, con la pandemia de coronavirus, nuestros líderes han encontrado en la guerra de Ucrania una perfecta coartada para justificar su incompetencia o su malicia. Así, en España, nos hemos acostumbrado a que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hable de «la inflación de Putin» o la «crisis de Putin», aunque el estado de la economía ya se hubiera embarcado en la desastrosa situación en la que estamos tiempo antes de que un solo soldado ruso pisara tierra ucraniana.

En Estados Unidos, Joe Biden usa el mismo truco, quizá porque es una excusa que se ha difundido por todo Occidente a modo de consigna. Solo que los estadounidenses no tragan: solo uno de cada diez ciudadanos consultados culpa a la guerra de los altos precios de la energía, a diferencia de lo que constituye el mensaje diario del presidente.

Decía Lenin que una mentira repetida incesantemente acaba convirtiéndose en verdad, pero desde la Administración Biden no paran de insistir en que «Putin» es el único y directo responsable de que los americanos estén pagando un ojo de la cara por llenar el depósito del coche o poner el aire acondicionado, y no parece estar calando. Este mismo lunes, la Casa Blanca transmitía el siguiente comunicado que puede valernos de ejemplo de su narrativa oficial: «Dado que el mayor impulsor individual de la inflación es la guerra de Putin contra Ucrania, @POTUS ha tomado medidas para mitigar el impacto del aumento de precios de Putin para las familias».

¿Quién se cree eso? Solo el 11 por ciento de los ciudadanos. Solo ligeramente más de uno de cada diez estadounidenses cree que Putin sea el culpable del brutal encarecimiento de la energía, según una encuesta realizada por Rasmussen entre el 16 y el 19 de junio. Al resto, la coartada les parece poco convincente. En cambio, más de la mitad -un 52 por ciento- achaca el «atraco» en las gasolineras a las desastrosas políticas energéticas de Biden.

Es el desastre de haberse lanzado con los ojos cerrados a la fantasía «pacto verde», de energías renovables que hay que subvencionar a costa de los ciudadanos y de una guerra suicida contra la propia industria nacional de combustibles fósiles. Por ejemplo, Biden ha propuesto para dos puestos regulatorios clave a dos jurados enemigos de la industria petrolera, nominaciones afortunadamente anuladas por la presión política en contra.

Pero los votantes no pueden quejarse, porque el entonces candidato Biden -o sus cuidadores- ya lo dejó muy claro durante la campaña electoral, repitiendo en varias ocasiones que terminaría con los combustibles fósiles y se opondría a su expansión. Una de sus primeras acciones como presidente fue cancelar los permisos necesarios para el oleoducto Keystone. Biden aumentó los impuestos sobre la extracción de petróleo en terrenos del Gobierno en un 50 por ciento este año, la primera vez en un siglo.

El 80 por ciento de los votantes republicanos y, lo que es más peligroso para el presidente, el 54 por ciento de los independientes echan la culpa a Biden. Entre los demócratas, solo el 24 culpa a Biden, un 46 a las petroleras y el 20 por ciento, a Putin. O sea, ni siquiera en su propio partido, entre sus propios votantes, cuela lo de «la inflación de Putin».

Tras las críticas por la espectacular ayuda en armamento concedida a Ucrania por el Congreso cuando Estados Unidos atravesaba un periodo de desabastecimiento de leche maternizada, los columnistas de Cámara saltaron a los medios y las redes planteando el falso dilema: ¿qué prefieren los estadounidenses, gasolina barata o defensa de la democracia? Es una pregunta que nadie con dos dedos de frente plantearía a un electorado, y de hecho el precio de la gasolina cada día pesa más en el ánimo de los votantes. El 92 por ciento considera que el aumento del precio de la gasolina, el combustible para calefacción y otros productos derivados del petróleo es un problema grave, incluido el 68 por ciento, que lo juzga «muy grave».

El 74 por ciento dice que la economía ha empeorado en el último año. Solo el 11 ve alguna mejora, y el 13 por ciento se decanta por pensar que se mantiene igual que hace un año. En cuanto a la gestión de la economía por parte del senil Biden, casi tres cuartas partes la suspende, frente a los dos tercios del pasado mes de diciembre. 

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