«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Con una inversión prevista de hasta 300.000 millones de euros

Bruselas se compromete a llenar el vacío dejado por USAID para avanzar la agenda globalista con dinero de los europeos

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Europa Press

El comisario europeo de Cooperación Internacional, Jozef Síkela, ha dejado clara la estrategia de Bruselas en una reciente entrevista con el diario El País: Europa no contempla retirarse del tablero de la ayuda internacional, sino todo lo contrario. Ante el retroceso de los Estados Unidos en este ámbito, la Unión Europea se prepara para ocupar los espacios que otros han dejado vacíos, manteniendo intacta su visión globalista y reforzando su influencia a través de mecanismos como el programa Global Gateway.

Síkela no ocultó su decepción por el cierre del emblemático programa USAID durante la presidencia de Donald Trump, decisión que tildó de «mensaje equivocado para el desarrollo». Sin embargo, más que un revés, lo considera una oportunidad estratégica para que Europa extienda su presencia en regiones donde potencias como China o Rusia ya mueven ficha. «Si no actuamos, dejamos esa herramienta en manos de nuestros adversarios», advirtió con contundencia.

Con una inversión prevista de hasta 300.000 millones de euros, Global Gateway aspira a impulsar la creación de empleo, la mejora de infraestructuras y el acceso a mercados en países receptores. No obstante, este ambicioso plan sigue los pasos de las políticas de cooperación anteriores, alineadas con la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, cuyo carácter ideológico ha sido puesto en entredicho por diversos sectores. A pesar de reconocer que la cooperación tradicional ha dado resultados limitados, Síkela no propone modificar su esencia, sino hacerla más eficiente y atractiva para la inversión privada.

El enfoque, según el comisario, debe ser «ágil, enfocado y selectivo», y lo más importante es convencer a los ciudadanos europeos de que no actuar hoy saldrá más caro mañana. En su analogía, el cambio climático es como una enfermedad crónica: ignorarla no hará que desaparezca. Bajo esa lógica, Bruselas continúa justificando una inversión masiva en iniciativas globales que, en nombre del pragmatismo, promueven modelos sociales que muchos consideran ajenos o invasivos.

En su análisis del contexto internacional, Síkela minimizó las críticas surgidas en Hispanoamérica, donde gobiernos como los de Javier Milei o Jair Bolsonaro (en el pasado) han calificado los ODS de «agenda ideológica». Para el comisario, estos desafíos políticos no suponen un obstáculo, sino una ventaja competitiva. Cree que el abandono de estas agendas por parte de algunos países abre nuevas ventanas de oportunidad para la industria y la innovación europea, que podrá liderar el desarrollo tecnológico global y monetizarlo en el futuro.

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