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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Skripal, el no muerto del que ya nadie habla

El exespía ruso Sergei Skripal fue envenenado con un "agente nervioso"
El exespía ruso Sergei Skripal fue envenenado con un "agente nervioso"

Es una de las técnicas más sencillas, eficaces e insidiosas de esa manipulación: el apagón informativo. Lo que no sale en la prensa no existe. Y ahí va La Gaceta, a contar lo que la otra prensa calla.

Hablando de las ‘fake news’, imagino que mi lector está ya al cabo de la calle de lo que consiste todo ese falso motivo de indignación y preocupación públicas. Han pasado dos meses y, ¿saben qué?, es probable que no lo hayan visto o leído en ninguna parte, pero Skripal ha sido dado de alta.
El término lo popularizó la cadena americana CNN para referirse a las noticias favorables a Trump que aparecían en medios independientes online y en redes sociales, aunque luego la cadena se vio pillada en tantas falsas noticias por su parte que dejó de usar la expresión.
Pero ha hecho fortuna, y medios convencionales como El País siguen bombardeando con el asunto, que es incluso tratado en los más importantes foros europeos. En resumen no es otra cosa que el deseo de los grandes medios de seguir controlando la información, y de los políticos de que la información no ponga en un aprieto sus planes. Nada más.
De la manipulación que aplican diariamente los grandes medios nos hemos ocupado en estas páginas -aunque no en esta sección- continuamente, y hoy quería hablarles de una de las técnicos más sencillas, eficaces e insidiosas de esa manipulación: el apagón informativo.
La mayoría de las veces se puede aplicar un sesgo a la noticia real, de modo que diga lo que nos interesa, pero no siempre es posible o conveniente. En tales casos, la estrategia indicada es el silencio. Lo que no sale en medios, no existe.
Así, mientras todos nos conmovemos con los conflictos con los que interesa que nos conmovamos, ya sea en Siria o en Irak, muchos otros están fuera de nuestro rádar, como la atroz guerra que libra Arabia Saudí, con el entusiasta apoyo americano, contra Yemen, que ha provocado ya graves hambrunas e innumerables víctimas civiles. Tampoco estamos demasiado enterados del lento y macabro genocidio de granjeros blancos en Sudáfrica, de la ley por la que se pretende incautarse de sus tierras sin indemnización ni, en general, el descenso de esa ‘nación arcoiris’ hacia la miseria y barbarie de Zimbabwe.
Más llamativas son aquellas ausencias informativas que se refieren a lo que ha sido recientemente noticia, y noticia machaconamente impuesta y repetida. Por ejemplo, el ataque con armas químicas prohibidas contra la ciudada siria de Duma por parte del ejército de Bashar al Assad. No fue menor, aunque solo sea porque provocó un rápido ataque americano y puso otra vez a Rusia y Estados Unidos frente a frente. Bien, ¿y qué fue de la investigación? ¿Por qué no es noticia lo que encontraron los inspectores internacionales? Porque no encontraron nada, por eso.
Otro asunto es el Caso Skripal, que provocó la mayor expulsión masiva de diplomáticos rusos de la historia, muy superior a cualquiera de la Guerra Fría. El motivo era el «yo acuso» del Gobierno británico de Theresa May contra Rusia, a cuyas autoridades acusaba de haber intentado asesinar a un doble espía, Sergei Skripal.
Hagamos un poco de memoria. El 4 de marzo, en la ciudad inglesa de Salisbury, era envenenado un doble espía ruso, Sergei Skripal, que llevaba diez años viviendo tranquila y abiertamente en Gran Bretaña. El veneno, se dijo inmediatamente, era el llamado Novichok, el agente nervioso más letal nunca fabricado, lo que apuntaba claramente a la única potencia que disponía de él: Rusia.
No se tardó nada en culpar al Kremlin, fue visto y no visto. El ministro de Asuntos Exteriores británico, el pintoresco Boris Johnson, apareció en los medios para garantizar que no cabía la menor duda de que Moscú era culpable. De ahí a la expulsión de diplomáticos rusos de Gran Bretaña y sus aliados -incluida España, que expulsó a tres- no se tardó ni una semana.
Hubo condenas, reportajes, amenazas de nuevas sanciones… Y, ahora, silencio.
Porque empezaron a hacerse preguntas que no tenían fácil respuesta. ¿Cómo se había administrado el veneno? Cada día se decía algo distinto, desde el pomo de la puerta a un paquete de comida llegado de Rusia. Tampoco tenía mucho sentido que Rusia, que había tenido tanto tiempo para deshacerse de Skripal, diez años, eligiera un momento tan delicado; más aún que usara un medio que lo indentificaba claramente como el culpable.
Porque Novichok es un invento ruso, y solo los rusos conocen la fórmula, ¿no? Bueno, no exactamente. Su autor explica detalladamente cómo se fabrica en un libro que escribió una década atrás. Por otra parte, siendo tan letal, el hombre -y su sobrina Yulia, víctima del mismo ataque- ya debería estar muerto o agonizante. Según los expertos, media taza de Novichok darían para matar a toda la población de Salisbury. Pero Skripal, lejos de morir… mejoraba.
Han pasado dos meses y, ¿saben qué?, es probable que no lo hayan visto o leído en ninguna parte, pero Skripal ha sido dado de alta. Discretamente. Ahí está el hombre, caminando sobre sus dos pies, en vías de su completa recuperación. El no muerto provocó una de las mayores crisis diplomáticas con Rusia tras la Guerra Fría, con una potencia nuclear, Gran Bretaña, acusando al presidente de otra de asesinato. ¿Se pedirán disculpas, o todo quedará en un desagradable malentendido sobre el que es mejor echar tierra encima?

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