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se opone a la inmigración masiva

El nuevo primer ministro de Eslovaquia anuncia el fin de la ayuda militar a Ucrania horas después de jurar el cargo

El nuevo primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico. Europa Press

Sólo unas horas después de su ascenso al poder, el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, ha anunciado el fin de la ayuda militar a Ucrania. Después de su nombramiento como primer ministro, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, aseguró que necesitan «una Eslovaquia fuerte, en particular para apoyar a Ucrania».

Fico, al que la gran mayoría de los medios denosta por considerarlo «prorruso» y «populista», ha cumplido así con una de sus principales promesas electorales durante la campaña tan sólo un día después de asumir su cargo. El líder del SMER (Dirección-Socialdemocracia) obtuvo en las pasadas elecciones del 30 de septiembre 49 de los 150 escaños del Parlamento. La coalición con el partido socialdemócrata Voz (Hlas, tercera fuerza) y el Partido Nacional Eslovaco (SNS, séptima fuerza) lo encumbró al poder con un respaldo de 79 diputados. 

Este es su tercer mandato al frente del Gobierno de Eslovenia, tras haber liderado el Ejecutivo entre 2006 y 2010 y entre 2012 y 2018. De hecho, en 2006 Fico logró ser nombrado primer ministro gracias, precisamente, al apoyo del Partido Nacional Eslovaco, algo que provocó la suspensión del SMER en el Partido de los Socialistas Europeos, formación en la que no fue readmitido hasta 2008. El anuncio de la coalición del nuevo Gobierno eslovaco ha provocado que, de nuevo, los socialdemócratas del Parlamento Europeo (S&D) expulsen a los tres eurodiputados del grupo. 

Tanto el SMER como el SNS son acusados por la mayoría de los medios occidentales de «rusofilia», y las recientes declaraciones de Fico sobre temas clave, como la inmigración ilegal, la comunidad LGTBI+, la guerra en Ucrania o el Estado de derecho, «no tienen cabida» en el partido socialista europeo, según sus antiguos compañeros de filas. 

Para Fico, sin embargo, su prioridad es su país. Tras asumir el cargo de primer ministro aseguró que la nueva legislatura estará «marcada por una política exterior soberana». Algo que se ha interpretado como un giro de 180 grados respecto al Gobierno anterior en Bruselas, donde temen que Fico releve a Morawiecki como aliado de Orbán. Como el primer ministro de Hungría, Fico defiende una solución pacífica al conflicto en Ucrania y asegura que deben iniciarse negociaciones con Rusia de forma inmediata. Pero también se ha hecho abanderado de otras causas populares que en Eslovaquia sólo partidos minoritarios recogían.

Su postura contraria a la inmigración ilegal masiva, en auge en Europa, le ha valido grandes apoyos en sectores amplios de la población, al igual que su óptica nacionalista y su amplia experiencia política en el pasado. Es un hombre fuerte que contrasta con su predecesor, líder de un Gobierno caótico que tuvo que hacer frente a la pandemia y a las repercusiones de la guerra en Ucrania. Por el contrario, Fico mantiene una línea clara que atiende a las principales preocupaciones de la ciudadanía: la subida del coste de vida, la inestabilidad social, o el aumento de presión migratoria en las fronteras de la Unión.

Como Orbán y Morawiecki, Fico también se ha posicionado en contra del nuevo mecanismo de reparto de refugiados de la Unión Europea. El eslovaco también se opone a un cambio en la necesidad de unanimidad en las decisiones del Consejo Europeo y a la integración de Ucrania en la UE o la Alianza Atlántica, ya que asegura que «Ucrania es uno de los países más corruptos del mundo» y que «su régimen de Gobierno está muy lejos de los estándares democráticos».

Fico siempre ha sido un animal político libre al que no le gustan las etiquetas: a pesar de provenir del entorno del antiguo Partido Comunista, cuando creó el SMER tras escindirlo del Partido de la Izquierda Democrática aseguró que la nueva formación no podía situarse en el plano izquierda-derecha tradicional. Y, a pesar de llevar la etiqueta «socialdemócrata», los socialistas europeos siempre han recelado de él por su «nacionalismo» y su «actitud populista». 

De hecho, los socialistas europeos le han expulsado ya dos veces del grupo S&D y condenan que muchas de sus declaraciones, tanto del pasado como actuales, pueden pasar perfectamente por «las de un político de extrema derecha». Y es que Fico no sigue casi ninguna de las líneas que el partido de los socialistas europeos defiende: fue escéptico de la vacunación masiva y obligatoria y de los confinamientos forzosos durante la pandemia de COVID-19; se opone a la inmigración masiva y a la entrada de población musulmana porque asegura que presenta un riesgo a la seguridad; defiende la soberanía nacional; no es proclive a compartir la agenda ideológica LGTBI+ e, incluso, pone en duda la responsabilidad de Ucrania en el conflicto actual. Cuestiones que le han valido su resurrección política, tras su caída en desgracia en 2018, gracias a un amplio apoyo popular.

Son posturas que, pese al nombre del partido, colocan al nuevo primer ministro en un lugar más cercano al de políticos transversales como Viktor Orbán o, incluso, al que defienden los partidos del grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos o del grupo Identidad y Democracia. No en vano, Fico abogó durante la campaña por aumentar la colaboración del grupo de Visegrado, conformado por los Gobiernos de Hungría, Polonia y República Checa, cuyas relaciones se han vuelto algo tirantes desde el inicio de la invasión rusa. Petr Fiala, socio del grupo ECR, gobierna en República Checha; Viktor Orbán, muy próximo al grupo europeo conservador, en Hungría; y Mateusz Morawiecki, miembro también del ECR, todavía lidera el Gobierno en funciones en Polonia. 

Sin embargo, y a pesar de su retórica y del temor que agitan sus detractores, Fico es más un pragmático que un ideólogo. Habrá que ver cómo el nuevo Gobierno de coalición decide su nuevo rumbo y si el precedente que el primer ministro ha marcado cumpliendo una de sus principales promesas electorales será el primero o el único. 

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