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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El sector antiinmigración del gobierno alemán se rebela contra Merkel

Las espadas están en alto. Seehofer exige que se dé a la policía de aduanas alemana el derecho a devolver a los inmigrantes sin papeles -o que estén registrados en algún otro país comunitario- por donde han venido.

De repente, todo empieza a cambiar. Pueden achacarlo a la acción del nuevo Gobierno italiano, y no hay duda de que el Ejecutivo consensuado por el Movimiento 5 Estrellas y la Liga Norte está resultando exactamente lo que parecía.
Pero no es tan simple como todo eso, y, de hecho, la victoria de dos partidos ‘populistas’ en Italia -uno de ellos, el M5E, surgido de la nada hace bien poco- es la consecuencia, no la causa, de todo esto.
Y ahora la noticia es que Alemania -Alemania, recuerden, el eje de la UE, el país cuya canciller, Angela Merkel, invitó a todo el Tercer Mundo a instalarse en su país hace unos años- se une a Austria e Italia en un «frente contra la inmigración».
Alemania, en cuya televisión un alemán, miembro de la Comisión, advirtió al Estado italiano que los mercados les enseñarían a comportarse.
¿Qué ha pasado? ¿No manda allí Mutti Merkel, santa patrona de los inmigrantes ilegales? Sí, pero en las últimas elecciones su partido, la CDU, ganó perdiendo, es decir, fue el partido más votado por poco, lejos de la mayoría necesaria para gobernar, y esta vez la coalición para repetir mandato le ha costado a Merkel Dios y ayuda. Y ahora, a cuenta de la inmigración, el sector conservador está en pie de guerra.
Resulta que este pasado fin de semana, Merkel vetó un plan de su ministro de Interior, Horst Seehofer, para poner coto a la inmigración ilegal, pero el ministro, en vez de envainársela, ha mantenido la apuesta, poniendo en peligro la frágil tregua entre antiinmigracionistas y liberales que mantiene colgada de un hilo la coalición.
Las espadas están en alto. Seehofer exige que se dé a la policía de aduanas alemana el derecho a devolver a los inmigrantes sin papeles -o que estén registrados en algún otro país comunitario- por donde han venido. Para Merkel, una medida así en el panorama actual significaría alinear Alemania con los parias, es decir, los soberanistas en ascenso. Merkel ha definido la inmigración masiva como «la prueba de fuego sobre el futuro de Europa», pero va camino de convertirse en la prueba de que a la propia Merkel le quedan dos telediarios.
Lo cuenta el diario más vendido en Alemania, el Bild, que ha sentenciado que «si no se alcanza un acuerdo, Angela Merkel debe enfrentarse a un voto de confianza». Que el Bundestag decida si se alinea con la canciller o es mejor volver a las elecciones.
Es una fiebre, se ve, en toda Europa.
Mientras, la CSU de Seehofer se está planteando romper la baraja, salir de la coalición y abocar al país a una crisis de gobierno. Sí, todo apunta a que Merkel tiene, al fin, los días contados.
La CSU, fuerte en su feudo bávaro, es socio de siempre de la CDU de Merkel, pero es un matrimonio que en estos tiempos revueltos parece al borde del divorcio. Han sido el ‘Pepito Grillo’ de la coalición con respecto al asunto de la inmigración, muy críticos con la irresponsable invitación de Merkel en 2015 ‘urbi et orbi’ que se tradujo en un millón de refugiados instalados en Alemania en tiempo récord.
Alemania se convirtió en la meca, en la ‘tierra de las oportunidades’ no solo para legítimos refugiados sirios e iraquíes, sino para muchos más en el Norte de África y Oriente Medio. Y da la casualidad que la entrada habitual de estos recién llegados era, precisamente, la Baviera controlada por la CSU.
El peligro adicional es un terremoto electoral como el de Italia. O el sueco, donde el partido socialdemócrata gobernante se hunde en las encuesta y los ‘duros’ Demócratas Suecos se convierten en el partido en ascenso. En la propia Alemania, Alternativa por Alemania (AfD) amenaza con comerle el terreno a los partidos tradicionales.
La CSU no oculta sus simpatías por los gobiernos antiinmigracionistas que empiezan a surgir en Europa. El martes Seehofer se reunió en Viena con sus homólogos y el canciller austriaco, el ‘conservador-tirando-a-populista’ Sebastian Kurz anunció que Roma y Berlín habían formado un «eje» para combatir la inmigración ilegal.
El dilema para Merkel es claro: o dice «digo» donde dijo «Diego», reconoce que su política migratoria ha sido un auténtico desastre y deshace la obra de su vida, o dice adiós a su gobierno y, con toda probabilidad, a su carrera.

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