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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Italia o la pesadilla de los globalistas

En las últimas elecciones generales, como ya sabrán, Italia votó mal, un fenómeno que se está volviendo insidiosamente frecuente. Se decantó mayoritariamente no por uno, sino por dos partidos ‘populistas’, el ‘transversal’ Movimiento 5 Estrellas y la Liga Norte.

Votar mal, no hay que decirlo, es hacerlo por partidos o personajes que no son del agrado de nuestras élites globalistas y, más concretamente, europeas. Y es de no creer cómo asistimos a una repetición casi calcada del guion ya conocido que vivimos, primero, con el ‘Brexit’ y, después, con Donald Trump.
Italia, después de todo, lleva gobernada al margen de la voluntad popular, con cuatro gobiernos sucesivos del gusto de Bruselas impuestos por el presidente -Giogio Napolitano, primero; Sergio Mattarella, ahora- y, la verdad, las élites hubieran visto con buenos ojos un quinto.
El Establishment confiaba, en primer lugar, en la desesperante ley electoral italiana, con la que es prácticamente imposible alcanzar mayorías absolutas. En el caso que nos ocupa, ni el partido ‘ganador’, el M5E, ni el segundo, la Liga Norte de Salvini, se acercaban por separado al número necesario para formar gobierno.
El M5E de Luigi di Maio amagó, incluso, una coalición con el gran perdedor, el Partido Democrático, el perfecto ‘macronismo’ a la italiana, pero la broma no duró mucho: Di Maio y Salvini estaban condenados a entenderse, o Mattarella impondría de nuevo un gobierno ‘de progreso’ (del agrado de las élites europeístas), como anunció que haría.
Pero la peor pesadilla del establishment se ha cumplido, Di Maio y Salvini han firmado un acuerdo de gobierno y es… horrible. Baste decir que incluye casi todo lo que quiere una mayoría de italianos.
Y, como en el caso Trump, todos los que son alguien están furiosa y unánime en contra: desde la RAI y todos los periódicos a los partidos tradicionales están suplicando a gritos a ‘Europa’ y a ‘los mercados’ que castiguen a Italia por su osadía.
No hay pudor: se ruega al extranjero que castigue al país propio como si ya no hubiera que disimular, de locos. Están pidiendo desde todos los foros mediáticos a ‘los mercados’ que aumenten los intereses sobre la deuda, animando a la quiebra del país para destruir a ‘los populistas’ y dar una lección al impertinente votante italiano. Han pasado de asegurar que el populismo es la ruina a desear la ruina para acabar con el populismo.

¿El principio del fin del ‘megaestado’ europeo?

El pacto está firmado, y ahora los esfuerzos se centran en que no se cumpla. Porque es terrible a ojos del establishment globalista: expulsión de ilegales, replanteamiento de la UE de modo que los Estados conserven su soberanía, acercamiento a Rusia… Será -sería- un golpe mucho peor que el ‘Brexit’ si se cumpliera, porque Italia está en la zona euro, y en el mismo núcleo.
Tras la saga-fuga de Gran Bretaña, la resistencia de ‘aldea gala’ del Grupo de Visegrado al ‘diktat’ de Bruselas y el reciente añadido de Austria al campo soberanista, el nuevo gobierno italiano podría significar el fin del proyecto comunitario de convertir la UE en un megaestado, el sueño de Merkel y Macron, o, como poco, la seguridad de que «hay partido» y no está vendido todo el pescado del globalismo.
Señalaba recientemente en un programa de la RAI el expresidente Napolitano que ya no queda otra soberanía viable que la europea. Es posible. Es posible que la apuesta de la coalición M5E y la Liga sea una batalla desesperada, perdida de antemano. Es posible que la suerte esté echada y que el Estado nación tenga sus días contados. Pero, en ese caso, habrá que decir también adiós a la democracia, porque los pueblos parecen disentir cada vez más de sus líderes en este sentido.

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