La oleada de disturbios que sacude Reino Unido ha llevado a muchos comentaristas, en redes y medios, a especular sobre el estallido de una guerra civil, pero resulta especialmente ominoso cuando la profecía la pronuncia el hombre más rico del mundo (en años alternos) y dueño de la red social X, antes Twitter.
«La guerra civil es inevitable», sentencia Elon Musk en su propia red, en respuesta a un tuit en el que puede verse un vídeo de los violentos disturbios en Gran Bretaña.
No es una hipótesis tan exagerada como quieren algunos, y no sólo en el caso de las Islas Británicas, sino en casi toda Europa. Nuestros gobernantes llevan décadas propiciando activamente una apertura de fronteras que ha inundado nuestra sociedades con un número sin precedentes, inasumible, de inmigrantes procedentes de culturas distintas y distantes, generando así una polarización social cada vez más insalvable.
Mientras, los medios convencionales, igual que el propio Gobierno laborista británico, culpa de los disturbios a la «extrema derecha», jaleada precisamente por ‘bulos’ aparecidos especialmente en X, lo que refuerza los proyectos de la élite para recortar la libertad de expresión en toda Europa con la excusa de luchar contra la «desinformación». Y, por supuesto, detrás de todo está Putin.
Al otro lado del Atlántico, la publicación norteamericana The Hill titula «La desinformación inunda las redes sociales tras un ciclo de noticias vertiginoso»; Sky News escribe «La desinformación sobre el ataque de Southport alimenta el discurso de extrema derecha en las redes sociales». ABC News informa: «La desinformación ‘on line’ alimentó las tensiones por el ataque con arma blanca en Gran Bretaña que mató a 3 niños”. La BBC pregunta: «¿Las redes sociales avivaron las llamas de los disturbios en Southport?”; y Telegraph responde: «La desinformación no regulada en las redes sociales está destruyendo Gran Bretaña: la libertad de expresión debe ir acompañada de responsabilidad».
Habrá que creer que cuando no se den estas noticias (también conocidas como ‘bulos’), la convivencia con las comunidades de recién llegados en general, y musulmanas en particular, volverá a ser idílica.
Pero las algaradas no han estallado por ningún bulo, sino por el horrible apuñalamiento de tres niños en Southport por el hijo de 17 años de inmigrantes ruandeses. El fin de semana pasado hubo marchas de protesta contra la inmigración en Liverpool, Bristol, Manchester, Hull, Belfast, Stoke y otras ciudades. Algunas, no todas, se volvieron violentas, y la Policía se puso decididamente de parte de los musulmanes, a los que se dejaba tranquilamente formar «partidas de caza» contra el británico blanco, incluso portando machetes.
En la ciudad de Bristol, al suroeste de Inglaterra, la gente gritaba «queremos recuperar nuestro país», mientras que otros gritaban «Inglaterra hasta que me muera». Había pequeños grupos de contramanifestantes que calificaban de «racistas» a los manifestantes antiinmigración.
El domingo, la responsable de la Policía en el gabinete, Diana Johnson, dijo a Sky News que los disturbios se consideran «desórdenes criminales» y que los participantes eran «matones». Manifestó que algunos manifestantes podrían enfrentarse a «penas de cárcel». Por su parte, el primer ministro, Keir Starmer, señaló que el Gobierno hará «lo que sea necesario» para sofocar la violencia y garantizar la seguridad de los musulmanes.