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En el norte del condado de la capital irlandesa

La noche en la que los vecinos de Santry intentaron impedir la entrega de cientos de inmigrantes ilegales en Dublín

Disturbios en Dublín contra la violencia fruto de la inmigración ilegal. Brian Lawless/PA Wire/dpa

El problema de Irlanda con la inmigración viene de lejos. Las protestas que los irlandeses han protagonizado en los últimos días como consecuencia de la creciente inseguridad que vive el país y que quedó demostrada —de nuevo— después de que un hombre argelino apuñalase a cuatro personas, entre ellas dos menores, en el centro de Dublín la semana pasada, es sólo la chispa que ha terminado por encender la llama.

Sin embargo, los irlandeses llevan ya meses protestando por las imposiciones de un gobierno que, en lugar de trabajar en defensa de sus nacionales, promociona y facilita la llegada de inmigrantes ilegales al país, de los cuales, en la mayoría de los casos, ni siquiera conoce su pasado penal.

En el pasado mes de mayo, los vecinos de Santry, en el norte del condado de Dublín, observaron cómo, de noche, decenas de autobuses llenos de inmigrantes llegaban a la zona para ser ubicados en un edificio en desuso localizado en un polígono industrial.

El de esa noche no era el primer traslado de ilegales a la zona. En los primeros cuatro meses de 2023, casi 2.000 inmigrantes ilegales llegaron a Irlanda con documentos de identificación falsos o, directamente, sin ellos. El país, y sobre todo los irlandeses, pronto comenzaron a padecer las consecuencias.

En Santry, los vecinos, sobre todo las mujeres y los niños, empezaron a sentir que sus barrios no eran tan seguros como antes; y pronto tuvieron que dejar de acudir a ciertos lugares, como el parque local, lugar habitual de los «nuevos vecinos» y centro de encuentro para sus peleas y enfrentamientos. Llegados a este punto y cuando los dublineses se dieron cuenta de que el Gobierno planeaba un nuevo traslado de más de 300 ilegales a su barrio decidieron organizar las protestas.

Así, en la noche del 27 de mayo varios de ellos se organizaron para hacer guardia y bloquear el acceso de los autobuses repletos de inmigrantes al polígono en el que estaba previsto fueron reubicados. Sin embargo, aquella noche los gardaí no estaban de su lado y consiguieron sofocar la protesta y acceder con los citados vehículos. Las imágenes de esa noche y los lloros de las mujeres allí presentes que vieron cómo la Policía que debe protegerles había decidido en su lugar escoltar a los inmigrantes se hicieron rápidamente virales. Hoy ese vídeo parece el aviso de lo que seis meses después podía ocurrir en la ciudad.

«Lo que nos están haciendo es desesperante. ¿Sabes lo que le estás haciendo a esta comunidad? ¿Sabes lo que nos estás haciendo a nosotros?«, pregunta una de las mujeres en el vídeo a un gardaí.

Janet Murphy, una de las vecinas que aquel 27 de mayo decidió secundar el intento de bloqueo explicó al diario Gript que el único objetivo de los lugareños es encontrar respuestas. «Queremos saber a quién envían a vivir con nosotros. La gente viene al país sin pasaporte, ni siquiera sabemos quiénes son y los llevan a zonas de clase trabajadora y se espera que simplemente lo aceptemos», argumentó.

Los planes del primer ministro irlandés eran, y siguen siendo ahora, muy distintos. «Necesitamos un lugar donde la gente pueda quedarse y todos tienen derecho a un refugio sin importar quiénes sean o de dónde vengan«, aseguró entonces Leo Varadkar.

A los vecinos de Santry también les calificaron en aquel momento como «hooligans de extrema derecha». Como ha ocurrido ahora con las protestas de cientos de irlandeses tras el ataque de un argelino en pleno centro de Dublín y pese a las acusaciones del jefe de los gardaí en la ciudad, los protagonistas de las protestas no pertenecen a ningún grupo ultra, sólo son vecinos, muchos de ellos padres de familia, que llevan viendo, desde hace ya demasiado tiempo, cómo sus barrios dejan de serlo.

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