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ni los tiempos son los de la Dama de Hierro

Liz Truss no es Margaret Thatcher (ni falta que le hace)

La reina Isabel II recibe a Liz Truss. Europa Press
La reina Isabel II recibe a Liz Truss. Europa Press

Liz Truss, antigua ministra de Asuntos Exteriores con Boris Johnson, ha sido elegida por abrumadora mayoría para convertirse en la próxima primera ministra del Reino Unido, derrotando al que fuera ministro de Finanzas, el millonario Rishi Sunak, por un breve tiempo favorito en las quinielas.

Hay mucho de nostalgia en este voto. Truss se presenta de forma más o menos explícita como reencarnación de Margaret Thatcher, un nombre venerado en las filas conservadoras por muchas razones, no siendo la menor que se ha convertido en sinónimo de victoria.

Pero, pese a lo que diga el tango, en política veinte años son muchísimo, no digamos cuarenta, y la visión pro libre mercado de Truss, siguiendo a su heroína, la ya denominada ‘trussonomics’, se arriesga a convertirse más en una caricatura que en una copia del programa de Thatcher. Los tiempos, en fin, no son los mismos.

¿Qué piensa Truss qué le espera al Reino Unido con ella al frente? En una entrevista concedida al diario The Sun, Truss se define como “una conservadora amante de la libertad y partidaria de recortar impuestos”, y explica que con ella Gran Bretaña podrá superar la presente crisis “buscando el crecimiento mediante medidas audaces como recortes de impuestos, reformas decisivas y eliminación de trámites burocráticos sin sentido”. Truss aspira a “aprovechar el poder de la libre empresa mediante la creación de nuevas zonas de inversión con bajos impuestos y regulaciones”, revertir las subidas en el impuesto de sociedades, eliminar el nuevo gravamen del Seguro Nacional y congelar temporalmente las ‘tasas verdes’ para abaratar la factura de la luz.

Es, en definitiva, seguir uno de los dogmas del thatcherismo, la teoría del goteo, según la cual si se favorece a los ricos, creadores de riqueza, el efecto creado acabará derramándose sobre toda la sociedad, aumentando la prosperidad general.

De Thatcher acá, sin embargo, sabemos cosas que ella misma no sabía. Sabemos que la teoría del goteo no funciona con la facilidad que explica la formulación. Sencillamente, en la práctica histórica no ha ido así. A menudo la receta se ha traducido en un ensanchamiento de la sima que separa a ricos y pobres.

Tampoco la fiebre privatizadora de Thatcher funcionó exactamente como se esperaba, por decirlo suave. La privatización prometía ofrecer costos y precios más bajos, mejores servicios y mejores condiciones de trabajo. Se suponía que cambiaría sin problemas a los trabajadores del sector público al privado y, por lo tanto, evitaría una pérdida general de puestos de trabajo. Unos 40 años después, ninguna de estas promesa se ha cumplido. Hay, más bien, evidencias de que el experimento se ha caracterizado por la falta de inversión, la falta de transparencia financiera, la mala calidad del servicio y los precios más altos.

Truss tiene el tiempo en contra. Dada la dramática situación del país, tiene un plazo que se mide en días, ni siquiera en semanas, para restaurar la confianza en el sistema, para lo que necesitará unas capacidades de las que, hasta el momento, no ha dado prueba alguna.

Truss no es Thatcher, ni los tiempos son los de la Dama de Hierro. No es una gran comunicadora, y una de sus misiones clave en este punto va a ser comunicar claramente cuál es su programa y por qué va a sacar al Reino Unido del agujero en que se halla. Prometer recortes de impuestos y menos regulaciones es estupendo, pero tendrá que concretarlo.

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