Si hay un lugar en el mundo que algo sabe de fascismo es allí donde se inventó, en Italia. Y aunque todos los grandes medios del mundo y los propios políticos de otras latitudes han insinuado, o dicho abiertamente, que el “fascismo ha vuelto a Italia” con la victoria electoral de Fratelli d’Italia, el partido de la probable próxima primera ministra Giorgia Meloni, en la escena nacional, al menos, conocen la verdad incluso los enemigos políticos de la vencedora.
CNN, quizá el más poderoso instrumento mediático del globalismo, se ha despachado a gusto, recurriendo incluso a material de archivo en blanco y negro para retrotraernos al triunfo de Mussolini, pero al recurrir a los rivales más serios de Meloni en el panorama político italiano, con la esperanza de confirmar la absurda tesis, han pinchado en hueso.
“Personalmente me oponía a Giorgia Meloni”, respondió el exprimer ministro y rival político Matteo Renzi en la cadena de televisión norteamericana. “No soy su mejor amigo. Somos rivales, pero no representa un peligro para la democracia. La idea de que hay un riesgo de fascismo en Italia es absolutamente ‘fake news’«.
Renzi fue el primer ministro no electo de Italia de 2014 a 2016 después de haber sido alcalde de Florencia, una ciudad tradicionalmente de izquierda.
La propia Meloni ha afirmado repetidamente que no es fascista y que simplemente quiere representar los intereses de los italianos y no los de las «élites globalistas nihilistas, impulsadas por las finanzas internacionales».
Pero como hemos visto en los últimos días, desde el anuncio de la victoria, cualquier referencia a las élites globalistas, o la expresión del deseo de ser independiente del férreo control de las finanzas internacionales, es ‘fascismo’ para los mismos que están imponiendo en Occidente un recorte de libertades personales que hubiera puesto los dientes largos a Stalin. Naturalmente, otro tanto se puede decir de cualquier reivindicación de la familia, cualquier mención a la patria, cualquier referencia a la posibilidad de una realidad transcendente.
Ideas que hace no tanto hubieran parecido demasiado obvias y universales para incluirlas en un programa, perogrulladas que eran comunes prácticamente en todo el espectro político democrático, anuncian hoy, para las élites que nos informan, una nueva Marcha sobre Roma. Se atribuye a Churchill que cuando el fascismo vuelva lo hará bajo la bandera del antifascismo. Hoy se sentiría reivindicado.