El «sí» ha arrasado en los dos referendos legales celebrados en las regiones italianas de Lombardía y Véneto en los que se consultaba a la ciudadanía si querían aumentar el autogobierno y la autonomía con respecto a Roma.
Bruselas ha ofrecido sus bendiciones al proceso, al tiempo que insiste en que no reconocerá una secesión catalana inconstitucional y decidida en un referéndum sin garantías. Visto desde la escena española -imposible hacerlo de otro modo con la que está cayendo-, el resultado se ha prestado a dos lecturas antagónicas.
Para los secesionistas catalanes, la abrumadora victoria del «sí» en ambas regiones italianas es la prueba de un saludable «efecto contagio» y la confirmación de que la tendencia es hacia una Europa formada por nuevos Estados, nacidos del ‘sentimiento’ nacionalista.
Los constitucionalistas, por el contrario, apuntan al carácter absolutamente legal y aceptado de sendos referendos, contrastándolo con el catalán, así como al hecho de que lo que se busca en ellos no es en absoluto la independencia, sino una autonomía que se acerque algo más a la que disfrutan ya nuestras comunidades. En casi todas las crónicas se insiste, de hecho, en que el independentismo en estas regiones es, más que minoritario, marginal y políticamente insignificante.
Sin embargo, creo que los primeros se acercan más a la realidad que los segundos. Y por una razón muy sencilla: hace treinta años, el independentismo expreso también era marginal en Cataluña. Inicialmente se demandaba autonomía y, posteriormente, sucesivas ampliaciones de ese autogobierno, en una estrategia resumida por Jordi Pujol en su célebre «primero, paciencia, y luego, independencia».
Si en un sentido Italia es una realidad muy vieja, políticamente es un Estado relativamente joven, más joven que Estados Unidos o las repúblicas latinoamericanas, y a diferencia de los ejemplos citados, formada a partir de repúblicas y monarquías con una historia consolidada, centenaria, relevante y gloriosa. No es, creo, una ofensa al Estado italiano aventurar que la Serenísima República de Venecia tuvo tanto o más peso en la historia que éste, y otro tanto podría decirse de Génova, el Milanesado, el Reino de las Dos Sicilias…
talia se formó mediante guerras seguidas de plebiscitos que todos los historiadores modernos declaran amañados. En el Reino de Nápoles, por ejemplo, la feroz resistencia de diez años dejó devastado un Estado próspero y avanzado, convertido en el atrasado y pobre ‘Mezzogiorno’ de nuestros días.
Esa difícil unificación es lo que explica que el Estado italiano se haya resistido hasta hace poco a reconocer ningún ‘hecho diferencial’, a conceder autonomía a las regiones o a llamar a lenguas con una rica historia literaria otra cosa que ‘dialetti’, que el sistema educativo se ha esforzado en erradicar. El peligro de disolución era demasiado evidente.
Pero, al igual que en nuestro país, las reivindicaciones nacionalistas no han venido tanto de los territorios con más razones históricas para exigirlas como de los más ricos. Con una cuarta parte, aproximadamente, de la población de Italia, el Véneto y la Lombardía concentran casi un tercio de la producción, tienen menos paro que la media y contribuyen más que la media a los ingresos fiscales. Lombardía contribuye con 54.000 millones de euros más al Fisco de los que recibe; la cifra en el caso del Véneto es de 15.500 millones.
¿Les suena? Sí: Roma ‘ens roba‘. De hecho, la primera campaña de la Lega Nord en los inicios del autonomismo -el que quería reunir ambas regiones más la Toscana en una artificial ‘Padania’- hizo popular la imagen de la ‘Roma ladrona’.
El economista Lorenzo Codogno, ex alto funcionario del Ministerio de Hacienda, declara a Breitbart que, «aunque no amenaza la unidad del Estado, este proceso podría abrir la caja de Pandora y desatar las fuerzas centrífugas en Italia».
Apostaría el cuello, signore Codogno.
Alguna publicidad valiente y la ayuda desinteresada de muchos lectores como tú han hecho posible esta noticia. Conoces nuestra línea editorial, a contracorriente de la ideología dominante y desacomplejadamente comprometida con la dignidad humana, la unidad de España y la identidad de Europa. No es fácil ni es barato sostener un medio de comunicación que beba de estos postulados, siempre contra los más poderosos. Por eso te pedimos que nos ayudes con una aportación, que formes parte de nuestro proyecto, que ayudes a que sigamos incordiando al Poder. Puedes hacerlo de varias maneras, infórmate aquí.
Duro editorial de Le Monde contra las mentiras de Puigdemont y TV3
Así combate el Reino Unido el debate territorial en Irlanda del Norte