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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Salvini responde al estilo Trump a Francia: "¡Antes, los italianos!"

Como si fuese un émulo de Trump, Matteo Salvini, líder de la Liga Norte, ha reaccionado contra las críticas desatadas en la red social Twitter.

Cómo tienen que estar de desesperados con la coalición de gobierno que ya han empezado a gastar munición gruesa, que hasta mandan al órgano de la carcundia patria, el ABC a abrir con un manipulador ‘Italia se lanza al vacío’, y ya le han encontrado al primer ministro consensuado, Giuseppe Conte, un curso que dice que hizo y parece que no hizo, al estilo Cifuentes.
Pero Conte es una anécdota, es un conjunto vacío, es el profesor ajeno a toda labor de gobierno sobre el que ha sido posible ponerse de acuerdo. Pero si el establishment globalista y los eurócratas lograran cobrarse esa baja, sería pólvora malgastada: lo terrible, lo que les quita el sueño, es el acuerdo en sí de los dos vencedores en las pasadas elecciones, el pintoresco Movimiento 5 Estrellas y la populista Liga Norte.
Como si fuese un émulo de Trump, Matteo Salvini, líder de la Liga Norte, ha reaccionado contra las críticas desatadas en la red social Twitter:
«Un ministro francés «advierte» al futuro gobierno: no cambiéis nada o habrá problemas.
Otra inaceptable intromisión.
No he solicitado el voto y la confianza para mantenerme en la vía de la pobreza, de la precaridad y de la inmigración: ¡Antes, los italianos!»
La esperanza todo este tiempo es que Luigi Di Maio, del M5E, y Matteo Salvini siguieran chocando en las negociaciones para formar gobierno hasta que el presidente Mattarella se viera ‘obligado’ a imponer un gobierno ‘técnico’ -el quinto sucesivo- del gusto de Bruselas.
Pero se produjo el milagro, y los diez puntos del acuerdo de gobierno pusieron los pelos como escarpias a todos los eurócratas, que ven alejarse el sueño de acelerar la conversión de la UE en un megaestado, que es en lo que estaban.
No está, ni mucho menos, todo el pescado vendido, pero si la nueva coalición logra esquivar la bala habrá sido por los pelos. En Bruselas todo es un devanarse los sesos inventando fórmulas para hallar un mecanismo que impida a los Estados miembros no solo abandonar el club, como un Hotel California geopolítico, sino incluso recuperar un tanto así de la soberanía perdida. En ello está, por ejemplo, el presidente del Banco Central Europeo, que propone un «nuevo vehículo, más fuerte» como «instrumento de crisis» para salvar la Eurozona, algo así como un anillo del poder para atarlos y gobernarlos a todos.
Llámenlo, si quieren, instinto popular, pero el mensaje de los italianos parece bastante evidente y, por lo que cuentan las encuestas de intención de voto, cada vez son más los europeos convencidos de que se está fabricando una ‘nueva Europa’ a sus espaldas.
Los italianos parecen coincidir con Salvini en que el euro, administrado por Alemania en interés de Alemania, resulta ruinoso para el resto de países.
Por eso era esencial que este acuerdo nunca llegara a ver la luz, porque en las negociaciones con Bruselas, el nuevo gobierno tendría las mejores cartas. Va a apostar fuerte, porque puede: o Bruselas acepta sus condiciones -que los países del Norte acepten la consolidación de la deuda, entre otras- o aquí paz y después, gloria. Siempre podría alegar que ha hecho todo lo que ha podido y que ha sido la UE la que se ha negado a ceder.
Italia mira a Grecia y no está dispuesto a acabar como ella. Para empezar, no es Grecia ni de lejos, ni tampoco las condiciones de la UE son ahora como entonces. Las grietas en la estructura se están empezando a notar, y el club no soportaría un portazo de un país como Italia, miembro fundador del Mercado Común.
Los dos partidos son, lo hemos dicho, muy diferentes, pese a que los medios convencionales los agrupen en el paraguas común de ‘populistas’ -que no significa otra cosa que contrarios a los intereses del estamento gobernante-, y esa era la esperanza universal.
La Liga empezó, quién lo diría, un partido separatista de la Italia rica del norte que, harta de pagar, exigía responsabilidad fiscal e impuestos más bajos. El Movimiento 5 Estrellas, con más peso en el Sur pobre, al contrario, demanda pensiones generosas y un renta universal. La noche y el día, en fin, y si viviéramos en el panorama político de hace solo unos pocos años, esas diferencias bastarían y sobrarían para hacer imposible todo acuerdo.
Pero estamos a otra cosa, cosas más urgentes. En concreto, ambos coinciden en dos aspectos que decidirán el futuro del país -y de muchos otros-, la inmigración masiva procedente del Norte de África y el papel de Italia en la Unión Europea y, por extensión, la pregunta vital de si esta debe ser, como supuestamente hasta ahora, una alianza de Estados soberanos o debe convertirse, como anhelan en Bruselas, un país, una federación, quizá, esos Estados Unidos de Europa con los que sueña nuestro Albert Rivera.

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