Finalizando el pasado mes de septiembre, se llevó a cabo en México el IX Encuentro del Grupo de Puebla, organismo fundado en julio de 2019 y conformado por presidentes, expresidentes y personalidades de América Latina, España y Portugal. El mismo es derivado del Foro de Sao Paulo, que reúne a movimientos y partidos políticos de izquierda y extrema izquierda.
Originalmente, el GdP guardó distancia de Cuba, Nicaragua y Venezuela, en un intento por aparentar que son de tendencia democrática, sin embargo, en este último encuentro, el GdP dejó atrás tal simulación al incluir entre sus invitados al canciller de Cuba, Bruno Rodríguez y a la vicepresidente de Venezuela, Delcy Rodríguez, dos representantes de férreas dictaduras. Pero también estuvieron invitados y presentes, el coordinador general de la Internacional Progresista David Adler y el embajador de China en México, Zhang Run.
El Encuentro estuvo plagado de individuos condenados por diversos delitos, como el expresidente Rafael Correa, prófugo de la justicia ecuatoriana; el expresidente colombiano Ernesto Samper, cuya campaña electoral recibió dinero del narcotráfico; el expresidente boliviano, Evo Morales, quien perpetró un fraude electoral en su país; el juez español Baltasar Garzón, condenado por prevaricación; además de los ya mencionados Bruno Rodríguez, en representación de la tiranía cubana, y Delcy Rodríguez, sancionada en Estados Unidos y Europa. También hubo menciones a la distancia como el presidente de Brasil, Lula da Silva, y de la expresidenta argentina Cristina Kirchner, ambos condenados por casos de corrupción.
Una de las principales características del evento fue el uso continuado de los términos «relato» o «narrativa» para tergiversar la verdad, para lo cual se anunció la publicación de un libro (en dos tomos) titulado «Las guerras jurídicas contra la democracia, el lawfare en América Latina», según el cual ni Lula da Silva, ni Dilma Rousseff, ni Rafael Correa, ni Cristina Kirchner, cometieron actos de corrupción, pese a las pruebas abrumadoras al respecto; sino que todos son inocentes, y objetos de la persecución judicial por parte de la derecha.
De la misma manera, Evo Morales no perpetró un fraude electoral -a pesar del contundente informe que al respecto presentara la OEA- sino que fue víctima de un golpe de Estado. Y el expresidente peruano Pedro Castillo, nunca quiso llevar a cabo un golpe al Congreso, sino que fue destituido como producto de una conspiración.
De la misma manera, el GdP culpó a las sanciones de Estados Unidos y Europa por la crisis humanitaria que existe en Cuba y Venezuela, responsabilizando al país del norte en ser el causante de la masiva migración de venezolanos, a pesar que existen suficientes evidencias de que la debacle venezolana se debe al saqueo del régimen cubano, a la corrupción del chavismo y a las desastrosas políticas de Nicolás Maduro. Por supuesto, que en el IX Encuentro del Grupo de Puebla nada se dijo de los crimines de lesa humanidad que se cometen recurrentemente en esas naciones. De lo que si se cuidaron fue en no apoyar a Daniel Ortega, puesto que éste -aún para los estándares de la izquierda regional- se ha extralimitado en la instauración del horror.
En este IX Encuentro se hizo más evidente la tendencia que existe dentro de la izquierda latinoamericana de asociarse con las ideologías progresistas, para de esta forma buscar apoyo del globalismo. Prueba de ello es que todos los ponentes mencionaron, en algún momento de su exposición, el tema del «cambio climático» y la necesidad de combatirlo.
Ya el presidente de Colombia, Gustavo Petro, a principios de año había declarado al Folha de Sao Paulo, que esta «segunda ola» de la izquierda latinoamericana debía ser modelo de progresismo en el mundo para garantizar su permanencia en el poder. En carta enviada a este IX Encuentro, Petro habló de “descarbonizar la economía”, lo cual sería, sin duda, un golpe mortal para Occidente, puesto que China y Rusia jamás se prestarán a cumplir con esa propuesta.
En esa misma dirección progresista, el Grupo de Puebla defendió la igualdad de género, el fracaso de la guerra en contra del narcotráfico, las bondades del modelo plurinacional, y la necesidad de abrir libremente las fronteras a la migración ilegal.
Llama particularmente la atención el señalamiento de Rafael Correa, condenando la encíclica de Juan Pablo II, «Centesimus Annus», porque esta «enterró la teología de la liberación», mientras que alabó las dos encíclicas del Papa Francisco, «Laudato Si» y «Fratteli Tutti».
En diversos momentos de esta reunión, los ponentes defendieron la política de fronteras abiertas respecto a la migración ilegal, a sabiendas del peligro que representa para la economía, la estabilidad y la paz de Estados Unidos y de Europa. No podemos poner en duda que el Grupo de Puebla quiere repetir -pero en mayor escala- el «Éxodo del Mariel», que Fidel Castro lanzó en 1980 contra Estados Unidos como herramienta de desestabilización.
Evo Morales en su exposición, fue aún más lejos y habló con optimismo del proceso de descolonización que vive África y de esta forma reveló –quizás sin percatarse– de la intervención directa del Foro de Sao Paulo en los procesos africanos. En ese sentido, tanto el Foro de Sao Paulo como el Grupo de Puebla, continúan con la injerencia que llevó a cabo Cuba durante los años setenta en varias naciones africanas, entre ellas, Angola, Zambia y Mozambique.
Llama la atención la intervención de Pedro Sánchez a través de un mensaje grabado. En el pasado el jefe de Gobierno español se cuidaba en no aparecer en estas reuniones, aunque enviaba a ellas funcionarios de su Gobierno. Pero en esta oportunidad, Sánchez se exhibió expresando alegría porque el Grupo «impulse valores progresistas en la región» y, felicitándoles por promover «la igualdad, la prosperidad y la justicia social» a sabiendas de que en Cuba y Venezuela -participantes del evento- no hay justicia, tampoco igualdad y mucho menos prosperidad.
Desde la conformación del Grupo de Puebla, hemos observado cómo a través de comunicados y notas de prensa, visitas de sus miembros a países en los cuales tienen interés en que sigan o se instauren regímenes totalitarios, interviene indebidamentamente en los asuntos internos de esas naciones explayándose en opiniones sesgadas sobre procesos judiciales, candidaturas presidenciales, medidas tomadas por presidentes en ejercicio y hasta apoyando protestas vandálicas en contra de gobiernos democráticos.
Este IX Encuentro no fue la excepción, los participantes se mostraron abiertamente en favor de las candidaturas presidenciales de la ecuatoriana Luisa González y la mexicana Claudia Sheinbaum. En el caso de González, la anunciaron como ganadora en las elecciones de este mes de octubre, obviando que las encuestas favorecen por diez puntos de diferencia al otro candidato, el empresario Daniel Noboa.
¿Qué más hablaron? El chileno Marco Enríquez-Ominami, coordinador del Grupo de Puebla, opinó que esta organización es una opción real de poder, puesto que cada día crece más y más siendo la «alternativa al caos»; nada más lejos de la realidad.
Y es que este año, la izquierda perdió poder en Perú, fue barrida en las elecciones en Paraguay, fracasó en los comicios chilenos para escoger los consejeros constitucionales, y todo indica que los candidatos izquierdistas saldrán derrotados en las elecciones presidenciales de Argentina y Ecuador.
Por otra parte, las cifras de popularidad de los presidentes de Chile, Gabriel Boric y de Colombia, Gustavo Petro, son de las más bajas en la historia de ambas naciones, aparte que los dos mandatarios están inmersos en denuncias por corrupción. En Bolivia, el Movimiento al Socialismo está dividido entre las corrientes del presidente Luis Arce y del expresidente Evo Morales; mientras que, en Honduras, el vicepresidente Salvador Nasralla, ha abandonado la coalición de Gobierno y se ha unido a la oposición.
Así las cosas, la supuesta fortaleza del Grupo de Puebla no está basada en sus propios méritos, sino, primero, en la actitud complaciente de las actuales autoridades norteamericanas y europeas, y segundo, en la falta de articulación de la centroderecha regional. Ambas circunstancias pueden y deben cambiar en el mediano plazo. ¡La libertad y la justicia bien merecen el esfuerzo!