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RELEVO EN COLOMBIA

El establishment político y el empresariado se coloca del lado de Petro

El candidato de extrema izquierda Gustavo Petro. Reuters
El presidente electo de Colombia, Gustavo Petro. Reuters

Una de las grandes mentiras que se planteó para aplacar el nerviosismo con el triunfo de Gustavo Petro en Colombia era que habría una potente oposición a su inminente proyecto liberticida. Particularmente, se ponía sobre la mesa la idea de que tanto políticos como empresarios serían un muro de contención. Ingenuos.

Se decía que la clase empresarial colombiana no era como la venezolana, porque a diferencia de la última, la colombiana jamás desarrolló una relación dependiente del Estado, sabía lo que era trabajarse la plata y había defendido su patrimonio y propiedad de la extrema izquierda. En parte esto es cierto, porque el empresariado venezolano siempre fue, en su mayoría, bastante parásito, subordinado a la generosidad del Gobierno. Sin embargo, cuando las condiciones cambian, todos se ajustan.

En los últimos días hemos visto cómo empresarios se van sumando uno a uno al proyecto de Petro, ventilando su peligrosa ingenuidad e insoportable oportunismo. Se ponen a disposición del Estado, listos para cooperar. Particularmente una expresión que escuché por un audio que se volvió viral entre grupos de Whatsapp me pareció muy grotesca: el reconocido empresario antioqueño Iván Obando, quien en el audio reconoce su uribismo y su labor por evitar que Petro llegara a la presidencia, dice que el Gobierno electo le brinda una gran oportunidad que no hay que desaprovechar. Asume una neutralidad inaudita y llega incluso a afirmar que, aunque Petro no combatirá el narcotráfico, eso no es necesariamente malo para la economía colombiana ya que “el narco genera mucha plata”.

Es vergonzoso, pero en Venezuela ya lo vimos. Y los colombianos no son ajenos. Los empresarios, uno a uno, se irán acomodando, jurando que eso hará que el monstruo no se los trague. Ignorarán la amenaza que significa Petro para la propiedad privada, el emprendimiento y la prosperidad. Mirarán a un lado; pero todos, absolutamente todos, tienen un número en la espalda. No saben cuándo les tocará, pero les tocará. El monstruo se los devorará.

Y lo mismo ocurre con los políticos. La corrupción es la mejor arma de los proyectos autoritarios. Desde la Unión Soviética hasta nuestros días, los regímenes comunistas siempre han corrompido a sus élites, para luego suprimirlas y neutralizar cualquier disidencia. La plata y los contratos que fluyen como el agua, son la clave. Y es lo único que puede explicar cómo es que, de ser oposición hace un par de semanas, tanto el Partido Liberal como el Partido Conservador pasaron a integrar las filas del petrismo en el Congreso.

En pleno, el Partido Liberal de César Gaviria anunció que apoyaría la agenda legislativa del presidente electo Petro. Y, casi en pleno, el Partido Conservador hizo lo mismo —sin eludir que congresistas de otros partidos otrora adversarios de Petro ya se declararon como independientes, resistiendo a la idea de ser opositores.

Aunado a eso, luego de aceptar su curul en el Senado como le corresponde por haber perdido contra Petro en segunda vuelta, el ex candidato presidencial Rodolfo Hernández anunció que no será oposición y que colaborará con el presidente electo. Así, Petro gana a otro aliado en el Senado y millones de electores son traicionados. A este ritmo, la única opositora será María Fernanda Cabal.

Bajo la noción de que son independientes, más no oposición, para no entorpecer el desarrollo económico del país, la clase política colombiana allana el camino para el desarrollo dictatorial de Gustavo Petro. El tráfico de principios y la venta de ideas entierra la dignidad de ese establecimiento que es culpable, al final, del surgimiento de la extrema izquierda en Colombia. Y verlos hoy, enérgicos y entusiasmados con su sometimiento asoma un futuro espinoso, para no decir que aterrador, para Colombia.

El Estado necesita contrapeso, en cualquier contexto. Y ahora, cuando es clara la naturaleza y el potencial autoritario de Petro, mucho más. Sin nadie que le haga resistencia, la vía es libre para que, poco a poco y con la complicidad de la élite empresarial y política de Colombia, Gustavo Petro vaya desmantelando las instituciones e imponiendo, a su vez, la dictadura socialista con la que sueñan las FARC y todo grupo terrorista del continente.

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