Cada 12 de octubre los hispanos recordamos la gesta inmortal del almirante Colón, quien atravesó el Atlántico en tres naves de madera y descubrió un Nuevo Mundo para la gloria de Castilla y la Cristiandad.
Por más que los pigmeos retiren —o derrumben— sus estatuas e incendien las redes sociales con propaganda y berrinches en esta fecha, Colón persiste como el gigante de la Historia que es y será, mientras que los insignificantes que sueñan con arrojarlo al olvido son quienes están destinados a desaparecer sin dejar huella alguna en la memoria de la humanidad.
Es cierto que la gratitud hacia la labor civilizatoria de España ha menguado, que en muchos países donde se habla español y se reza al Dios cristiano ya no se recuerda que alguna vez todos estuvimos hermanados bajo un mismo ideal y proyecto, y que, si hay lazos innegables entre nosotros, ya sea la lengua, la religión o hasta la comida, es porque fuimos España y lo seguimos siendo.
El 12 de octubre es la fecha clave que hermana a todos los hispanos en un escenario en el que la subversión cultural y política pretende dividirnos aún más, ahondando las diferencias, muchas de ellas superfluas, con tal de traer abajo una estirpe orgullosa de su mestizaje que debe resistir ante los que pretenden alienarnos con complejos de inferioridad y sentimientos de culpa irresueltos.
Son los países de la América española, pero también las Filipinas y Guinea Ecuatorial; así como los hermanos lusos, el legado de una empresa espiritual que no ha logrado ser borrada por más que nuestros enemigos persistan en borrarla con todos los recursos que disponen. Tercos, como los pueblos que guerrearon y forjaron alianzas para un bien común y mayor, nos negamos a desaparecer, pese a los avances del globalismo apátrida.
La Hispanidad, contra todo pronóstico, emerge renovada en el siglo XXI, no como un reducto de nostálgicos, sino como un movimiento político y cultural que convoca a las naciones de la Iberosfera a unir esfuerzos para preservar sus tradiciones y libertades contra los bloques geopolíticos que temen perder su hegemonía.