500 días sin homicidios. Era el impresionante titular que medios de El Salvador y de todo el mundo replicaban el pasado lunes. El mayor logro del actual presidente del país, Nayib Bukele, que ha combatido de forma implacable a las maras y conseguido récords de popularidad históricos. El mismo día en que otra noticia igualmente importante pasaba prácticamente inadvertida: Bukele colocaba a su secretaria personal, Claudia Juana Rodríguez de Guevara, como jefa del Gobierno para centrarse en su reelección. El Parlamento le había autorizado a dejar la Jefatura del Estado durante seis meses para poder ser reelegido.
Para ello, prohibido expresamente en al menos cinco puntos de la Constitución de El Salvador, —de 1983—, que no permite la reelección inmediata tras ostentar la Presidencia. El líder salvadoreño había obtenido el pasado jueves, 30 de noviembre, una licencia aprobada por el Parlamento, tras el movimiento iniciado por la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia en 2021, que modificó su criterio anterior para permitirlo. El lo mismo que hizo la Justicia en Honduras y Nicaragua para permitir las reelecciones inconstitucionales de Juan Orlando Hernández y Daniel Ortega, que después se perpetuaron en el poder durante años —Ortega sigue ocupándolo—.
Durante sus cuatro años de mandato, Bukele ha hecho gala de un estilo peculiar que le ha valido unos índices de popularidad en torno al 86%, a años luz de los de la mayoría de líderes de la región. Son innegables sus esfuerzos para combatir la delincuencia. Antes de su llegada al poder, en el país, donde las maras habían tomado el control, se producían más de tres homicidios al día. En 2021 se produjeron 1.147 asesinatos. En febrero de 2020, para garantizarse la obtención los 109 millones de dólares que necesitaba del Parlamento para lo que llamó su «estrategia de seguridad interna», invadió con militares la Asamblea Legislativa.
No cabe duda de que sus políticas de mano dura con las mafias han funcionado: la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes pasó de 51 en 2018 a 35,8 en 2020, la más baja en aquel momento desde 1992. Y ahora, según datos del propio Gobierno, se celebran 500 días —503 ya— sin homicidios.
Bukele también ha instaurado en estos cuatro años una curiosa forma de gobernar, por ejemplo, dando las órdenes a sus ministros a través de Twitter, según él, en aras de la transparencia. «Se le ordena a la Ministra de Vivienda, Michelle Sol, que remueva al hijo del ex Presidente de la República de su plaza en Fonavipo», se podía leer en su cuenta de X al poco de llegar al poder. «Ahorita mismo Presidente», era la respuesta de la aludida.
Se le ordena a la Ministra de Vivienda, @misol140, que remueva al hijo del ex Presidente de la República de su plaza en @FONAVIPO y que sus $4,000 de salario pasen a ahorro de la Institución.
— Nayib Bukele (@nayibbukele) June 4, 2019
Otro de los asuntos en torno a Bukele que han creado polémica es la religión que profesa el líder salvadoreño. Es hijo del fa Armando Bukele Kattán y Olga Marina Ortez, ambos musulmanes. Armando Bukele, originario de Belén, Cisjordania, impulsó en su momento una de las primeras mezquitas en Iberoamérica y es un defensor público y acérrimo de la causa palestina. El presidente, al igual que el resto de su familia, es musulmán, y uno de sus hermanos es imán.
Bukele padre, químico e intelectual de izquierdas y muy respetado en El Salvador, hizo fortuna al conseguir una exención de impuestos del Gobierno para importar maquinaria y materias primas, al igual que otros inmigrantes árabes en los años 70. Uno de sus tíos le ganó en 2012 una demanda millonaria a McDonald’s por incumplimiento de contrato y la multinacional americana se vio obligada a pagar 23 millones de dólares. La familia también era propietaria de la discoteca CODE, una de las más famosas de San Salvador, en la Zona Rosa, la mejor de la ciudad.
En cuanto a la carrera política de Nayib, también resulta imposible saber a día de hoy si el presidente es de izquierdas, de derechas, o simplemente populista. Pero desde luego es el artífice del fin del bipartidismo instalado en el poder en su país desde 1989. En 2019 llegó a la Presidencia al frente de la derechista Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA). Un partido de nueva creación.
La familia Bukele simpatizaba con la guerrilla izquierdista del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), algo parecido a un partido comunista. El hoy presidente se ofreció trabajó como publicista para este grupo cuando se convirtió en partido político, y después fue candidato a la alcaldía de Nuevo Cuscatlán, que ganó en 2012 y en la que se mantuvo hasta 2015. Gracias a su carisma el FMLN lo presentó como candidato para recuperar la alcaldía de San Salvador que estaba en manos de la derecha, la cual logró en 2015. En 2017 él mismo provocó su expulsión por discrepancias con la cúpula, interesado en dar un giro centrista con el que lograr más apoyos y poder lograr la presidencia. De hecho, el El FMLN es, a día de hoy, uno de los partidos integrados en el Grupo de Puebla, el antiguo Foro de Sao Paulo.
Tras su salida del Frente fundó el movimiento de centro Nuevas Ideas, que no pudo concurrir a las elecciones de 2019 por no inscribirse a tiempo como partido político, lo que obligó a Bukele a buscar una alternativa de emergencia. Fue en ese escenario en el que, a escasos minutos de que venciera el plazo, sorprendió al inscribirse como candidato de GANA, una formación de derecha y radicalmente opuesta al FMLN. En menos de seis meses sabremos cómo continúa la trepidante y difícilmente clasificable trayectoria política de Nayik Bukele. Un político imposible de prever.