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Boric consiguió que Allende muriera de nuevo

La segunda muerte de Allende

La conmemoración del 50 aniversario del derrocamiento de Salvador Allende, que el presidente Gabriel Boric concibió como el acto principal de su administración para enaltecer la imagen del socialista (y la propia, presentándose como su heredero), desembocó en una situación inesperada.

La ceremonia —que ha implicado onerosas jornadas con invitados nacionales e internacionales dentro y fuera de Chile— abrió las puertas a análisis críticos a la gestión de la Unidad Popular, la aparición de libros que evidencian su fracaso económico y político, la división del gobierno y la orfandad de Allende, y ha sido golpeada por encuestas que revelan que los chilenos otorgan mayor aprobación a Pinochet que al socialista y que ambos se disputan la máxima responsabilidad del quiebre democrático.   

La pesadilla para Boric comenzó en Madrid, cuando en un homenaje a Allende distinguió con medalla al exjuez Baltasar Garzón por su rol en la detención de Pinochet en Londres en 1998, olvidando que el entonces gobierno de centroizquierda de Eduardo Frei Ruiz-Tagle lo defendió para que no fuera juzgado en el exterior por un asunto de dignidad republicana: el general fue Presidente de Chile.

Boric olvidó asimismo que Garzón asesoró a Evo Morales en su demandas territoriales contra Chile, lo que desató críticas.

La conmemoración del 11 (aunque presidencial, controlada por el PC) no logró sumar a la oposición al acto unitario, lo que debilitó aun más la escuálida aprobación de Boric (27%), y está afrontando reparos fiscalizadores por su falta de pulcritud.

Como si esto no bastara, la izquierda dura volvió a desatar su violencia en las calles atacando incluso a La Moneda.

50 años después, Boric consiguió escenificar con su conmemoración la segunda muerte de Salvador Allende.

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