«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El cardenal Cañizares «s’a pasao». Muchos pueblos.

La Iglesia es una institución pública. No sólo espiritual. Con un peso y una presencia importante en España. Que diga algo ante un acontecimiento político de la trascendencia de la abdicación del rey Don Juan Carlos se comprende. Y hasta que la diplomacia, el respeto e incluso la educación disimulen algo la realidad. No era cosa de poner verde al que se va y menos cuando su hijo, de momento, le vaya a suceder.

Al cardenal, además, le pierden sus amistades, a las que es fidelísimo, y ello embota más un juicio que tampoco era privilegiado. Más bien normalito tirando a menos. Lo que le hizo ser un mediocre profesor, un mediocre obispo de Ávila, un mediocre arzobispo de Granada, un mediocre arzobispo de Toledo y un mediocrísimo prefecto de la Congregación para el Culto Divino. La Iglesia, muy en su costumbre, le iba ascendiendo sin darse cuenta de que con ello no le hacía un favor. Porque cuanto más alto llegaba más se le notaban sus carencias. Que han llegado a una talla colosal. Aunque la suya sea tan menguada.

No digo con esto que Cañizares sea una mal obispo ideológicamente o de malos sentimientos personales. Me parece corrientito, moderadamente progre cuando eso se llevaba y moderadamente tradicional cuando eso parecía imponerse aunque de modo moderado. Y no le fue mal. Tanto ascenso le sirvió para hacer amigos, no todos recomendables, y a la amistad se entregó con toda el alma. Aunque ello le supusiera hacer alguna maldad. Como por ejemplo en Murcia.

La amistad con el Rey, próximamente exRey, desconociendo algo que todos saben, que los Reyes no son agradecidos y los Borbones además exageran en el desagradecimiento, le ha llevado a escribir un artículo tan desmesurado, tan pelotillero, que causa vergüenza ajena. Y no lo escribe un tal Cañizares, ignoto levantino del interior, casi conquense, sino un cardenal de la Santa Romana Iglesia. Aunque no pocos se extrañen de que haya llegado a tal.

Esta es la vergonzosa adulación que acaba de parir. Y que no hubo que sacársela con forceps sino que fue fruto de un alumbarmiento indoloro y gozoso para él. ¿Pensando tal vez en congraciarse al Gobierno y al nuevo Rey ante un próximo traslado? Yo no lo descartaría.

La inmensa mayoría de los españoles, si no la casi totalidad, nos hemos sentido con una profunda conmoción al escuchar la noticia de que nuestro Rey Juan Carlos anunciaba su renuncia al trono de España. Mis palabras seguramente resultarían torpes e insuficientes para manifestar mi profunda admiración y agradecimiento por su grandísimo e impagable servicio que ha entregado con verdadera abnegación y ejemplo a España a lo largo de su reinado. España ha sido y continúa siendo, su gran pasión y su indeclinable amor. 

Así lo ha expresado él mismo en sus palabras que ha dirigido institucionalmente al pueblo español.

Palabras hermosísimas y verdaderas, llenas de sinceridad y de sentido de responsabilidad,
que corresponden por completo a los hechos de su reinado que tanto han contribuido al bien común de todos los españoles, a nuestro inmediato pasado, al presente, y contribuirá para un futuro, que va a tener tanto que ver con su ingente, y al tiempo sencilla y humilde obra. Porque ha sido un Rey que con humildad, es decir, con verdad, ha sido capaz, sobre todo de servir, de ponerse al servicio de todos y de la unidad entre todos. Deja paso, ha señalado, a una nueva generación, a una generación joven. Hemos de reconocer que su gran preocupación, –así lo ha manifestaba él en muchas ocasiones– han sido los jóvenes, y son los jóvenes. 

Como homenaje sincero y agradecido, al tiempo que uniéndome por completo a esta preocupación suya, traigo sus palabras ante el Papa Benedicto XVI, en la Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid, hace poco más de dos años: «No son estos tiempos fáciles para una juventud tantas veces frustrada por falta de horizontes personales y laborales, y que se rebela ante los graves problemas que aquejan al ser huma no y al mundo de hoy». Y añadía: «En el trasfondo de todo ello se percibe una profunda crisis de valores. Los jóvenes necesitan no solo oportunidades, sino también la ejemplaridad de sus mayores; no sólo razones, sino actitudes que motiven, llenen e impulsen su existencia y alienten su esperanza». 

«Como ha afirmado vuestra Santidad en el Mensaje para esta Jornada Mundial: ‘‘Sentir el anhelo de lo que es realmente grande forma parte del ser joven’’. No podemos defraudar a los jóvenes en su legítimo anhelo de hacer realidad sus sueños Sus aspiraciones y problemas deben ser nuestras prioridades. En ello nos va su propio porvenir que es también de toda la sociedad. Es hora de redoblarles nuestro apoyo;
de aportarles todos los medios disponibles para que logren abrirse camino; de acabar con el intolerable paro juvenil; y de animarlos a tomar la antorcha de los valores que hagan grande a la humanidad». Estas palabras de nuestro Rey Juan Carlos, en agosto de 2011, han venido a mi recuerdo cuando le escuchaba, en la mañana de ayer, sus palabras que, en el fondo, también trasparentabas este sentir suyo hacia los jóvenes, hacia un futuro nuevo para ellos, dentro de una España nueva y renovada, que constituye el gran desafío y reto que nos deja a todos nuestro gran Rey. Un gran Rey al que siempre han animado y animan sus profundas convicciones cristianas, que nunca ocultó, base del rico patrimonio español que necesitamos también para abrir ese gran futuro que nos deja abierto como herencia el Rey Juan Carlos, quien también ahora, en estos momentos cruciales, me hace recordar aquellas otras palabras suyas, verdadero y cumplido compromiso suyo, cuando, en noviembre de 2011, acompañado de S. M. la Reina Sofía, visitaba la Conferencia Episcopal Española: Nos sentimos convocados «a custodiar activamente el rico patrimonio de fe cristiana y de cultura que ha impregnado notablemente nuestra historia. Nuestra dedicación puede caracterizarse por el esfuerzo en conciliar por una parte la fi delidad a esa rica herencia y por otra el ofrecimiento a nuestra sociedad de los valores que representamos e invitamos a todos a compartir y vivir, en el respeto a las legítimas opciones que cada ciudadano toma o puede tomar libremente». 

Y es así, porque la aportación del cristianismo ha sido y es «clave para comprender la personalidad histórica de España», como el mismo rey reconocía en su discurso de despedida del Papa Benedicto XVI en su último viaje a Barcelona, para consagrar el templo-basílica de la Sagrada Familia. Así es el Rey que acaba de anunciar su renuncia al trono de España. Sólo palabras
de agradecimiento, de admiración y de alabanza surgen de nuestros labios; y al mismo tiempo, de lo hondo de mi corazón surge una plegaria honda y confiada al Señor por Su Majestad el Rey Juan Carlos y la S.M. la Reina Sofía: que Dios siga acompañándolos siempre, los proteja y sientan su ayuda que nunca les deja; lo hago además pidiendo la intercesión de San Juan Pablo II, que tanto quiso a nuestros queridísimos Reyes y a sus hijos. Mi oración, mi apoyo y lealtad por el Príncipe de Asturias, Don Felipe, heredero de la Corona de España, y su esposa, la Princesa Letizia, que contarán siempre con la ayuda del cielo y con la lealtad y el apoyo de los españoles, entre los que tan honradamente me encuentro. 

Antonio Cañizares. © La Razón 

 No voy a desmenuzar el ditirambo porque se desmenuza solo. Siendo yo, además, uno de los escasísimos españoles, debemos ser otro y yo, que no se conmocionó lo más mínimo por la noticia. Pasiones y amores el Rey abdicante tuvo algunos más que el de España. ¿O Cañizares no se ha enterado? Y lo del bien común de todos los españoles será haciendo excepción de los abortados. Que deben ser como un millón. Casi nada. Y lo de que que Dios acompañó siempre al Rey parece más bien muy eutrapélico. Dios, en no pocas ocasiones, no estaba donde estaba el Rey. Y Cañizares lo sabe porque es de dominio público. No tengo ni idea de si Felipe VI contará siempre con la ayuda del cielo. ¿Habrá tenido alguna visión Cañizares? Y lo de la lealtad y el apoyo de los españoles no pasa del deseo del cardenal. Porque unos cuantos ya le están demostrando que ni la una ni el otro. 

Esta demasía cardenalicia, verdaderamente desorbitada, no tendría mayor importancia que la extralimitación de un cardenal al que se le fue la olla. Pero Cañozares es un problema para la Iglesia española. Él se quiere ir de Roma, donde además nadie le aprecia, y volver a España. Y en el Vaticano no saben que hacer con él. Lo de Barcelona suscitó tal repulsión en la minoría progrecatalanista que probablemente se cargaron la candidatura o el proyecto de ella. Madrid, mucho menos proclive a la contestación, sería la presa anhelada por Su Menudencia. Pero todos saben, el Vaticano el primero, que sería un pésimo nombramiento. Para otras cosas habría que hacer encaje de bolillos llevándole a Valencia, Sevilla o Toledo previo nombramiento para Madrid de alguno de esos arzobispos. Que ya no son jóvenes. Don Braulio presentará la renuncia en 2019 y Don Carlos y Don Juan José en 2020. Cinco o seis años de pontificado, más un par de ellos de prórroga, parecen muy pocos para una de las diócesis más importantes del mundo. 

Además Cañizares tampoco es un joven. Llevo un año diciendo que de la inmediata sustitición de Rouco no había nada. Que para junio o julio de 2014. Ya he acertado. Y los demás con sus múltiples globos explotados en sus narices. Cañizares cumple 69 años el próximo 15 de octubre. Estamos a tres meses y unos día de ello. Y voy a aventurar otro pronóstico. Ese día aún seguirá siendo arzobispo de Madrid Don Antonio María Rouco. Con lo que, de optarse por el utielano, no llegaría a la diócesis hasta la primavera de 2015. A cinco años y medio de presentar la renuncia. Madrid no se merece ese desecho de tienta.

Entiendo que el Papa no sepa que hacer con él y que a los cardenales hay que buscarles una salida honrosa. Tal vez lo más fácil sea mantenerle en Culto Divino donde no ha hecho nada. Nada bueno pero tampoco malo. Lo de capellán de la Universidad Católica de Murcia  seguramente sería demasiado hiriente. Hay otra opción. La de confesor del Rey abdicado. San Antonio María Claret, pese a tal cargo con la ilustre tatarabuela de nuestro actual monarca, aunque lo sea por días, llegó a los altares pese a tan complicado encargo. Por los pecados de la reina. Yo no digo más. Sólo pido a Dios que inspire al Papa Francisco para que no nos mande a Madrid la calamidad cañicerina. A quien parece que lo mismo le da Zapatero que el Rey Juan Carlos. Y pasarse con el uno o con el otro. 

 

 

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