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LA GACETA DE LA SEMANA

Del loco feminismo al lustro de Ernest Urtasun

El ministro de Cultura y portavoz de Sumar, Ernest Urtasun. Europa Press

Loco feminismo. La ideología dominante posee algunos rasgos que cualquier psiquiatra identificaría como patologías. Esquizofrenia, paranoia, trastorno de la personalidad y alguna más relacionada con la pérdida del sentido común. Se trata de un fenómeno de fácil identificación: cada vez que se produce en el mundo algún acontecimiento perturbador, esa ideología acude, a través de sus voceros (políticos profesionales, periodistas serviciales y vulgo movilizado), a interpretar los hechos a su enferma manera. Y, como pasan cosas todos los días (y si no, se las inventan), el marco obsceno de pensamiento único lo va encerrando todo entre sus muros manicomiales. Al final, sólo nos queda una realidad sin matices, qué digo, una realidad absoluta. Por ejemplo: resulta que el feminismo considera ahora al velo, que tapa y simboliza la pertenencia de la mujer al hombre, es un signo de libertad. Faltan pocos días para que esas feministas cada vez más psico-islamizadas nos convenzan incluso de que el burka, versión perfeccionada del tapamiento, es una prenda liberadora.

Anecdótica. Así calificó el presidente Sánchez la visión de las filmaciones del último progromo palestino en Israel, matanzas del siete de octubre pasado. Después de la anécdota, corrió al paso de Rafah para montar un conflicto diplomático y, además, hacer peligrar el intercambio de rehenes. Este hombre no parece tener límites. El caso es que Carmen Álvarez Vela, señora de carácter fuerte, ha visto algunas de esas imágenes en la Embajada hebrea en España y nos cuenta algo: «Los ríos de sangre que nacían de las puertas de las casas, la matanza de la fiesta por la paz donde cientos de jóvenes fueron acribillados hasta el último lugar donde se habían escondido, sus temblores de un pánico desconocido, el interior del bar lleno de muertos, cadáveres calcinados en sus coches, familias enteras muertas en sus casas. Toda una matanza convertida en una macabra fiesta». 

Idiocracia. El nuevo ministro del folklore, Ernest Urtasun, promete días de gloria y riqueza culturales. Declaraba solemne esta semana: «Hoy hace 25 años que nos falta Gloria Fuertes. Medio lustro».

La matraca climática no cesa. Escribe Agustín Benito que en la próxima Cumbre del Clima de la ONU (tendrá lugar en el muy democrático Dubái, Emiratos Árabes) «se volverán a plantear exigencias inasumibles a la población para terminar con su prosperidad y su libertad… y se condenará a los disidentes al silencio por el hecho de cuestionar la versión catastrofista». Además de carísimas, estas fiestas son un soberano cachondeo. La India, tercer país más contaminante del mundo, ha hecho un llamamiento a una transición energética «justa, inclusiva e igualitaria». Como dice Benito, «le faltó decir «LGBTfriendly» para hacer pleno».

Guerra cultural. Esta cosa de la ‘guerra cultural’ cansa mucho. Y, además, no tengo claro en absoluto que sirva para nada. El orgullo del ignorante es mucho más poderoso. Y si está ideologizado, imagínense. Nada. Hay que volver a las catacumbas. Con buen whisky y mejores compañías.

Sectarismo hasta en Fiestas. Ni el devoto Oriol Junqueras ha podido ahorrarnos a los barceloneses otro bochorno republicano-navideño. El palacio que gobierna su partido (ERC) ha aparecido decorado con etiquetas gigantes que cuelgan en la fachada. Son carteles reivindicativos, llenos de tiernos deseos, como uno que reza «por una Cataluña con más médicos, maestros y mossos [policía autonómica] que nunca». En otro puede leerse «por una Cataluña que decidirá su futuro democráticamente y en libertad». Que no falte de nada, la casa por la ventana, que es Navidad. La petición de más mossos yo creo que amaga un mensaje: por una Cataluña sin policía nacional. Quizás el rey mago Sánchez, tan generoso, conceda también este deseo a los independentistas. Hecho a faltar la petición de más dinero. Aunque quizás el Ministerio de Hacienda ha calmado de momento la saciedad del nacionalismo: Cataluña es la comunidad autónoma que más pasta ha recibido hasta noviembre.

¿El gordo Michelin sería sostenible? Todo lo inunda el wokismo y sus mandamientos, ay de quien los ignore. La reciente asignación de Estrellas Michelin cuenta, también y por supuesto, con sus galardones «sostenibles». Se otorgan a los restaurantes más verdes (no van los camareros y camareras en pelotas, témplense las cabezas) y todo ese rollo ecologista calenturiento. Hablando de otras cosas, la cocina sostenible sería, pongamos, como el sexo sostenible, una estupidez.

Delicias sorprendentes. La pasión por el recetario español no conoce fronteras. En los mundos de ahí fuera hay infinidad de seres humanos que, habiendo en algún momento visitado nuestro país, siguen recordando sus bondades culinarias. En las redes uno puede deleitarse viendo a una ama de casa inglesa preparando una imaginativa paella o una tortilla con más de diez ingredientes. La novedad para este que escribe es el reciente descubrimiento de un producto preparado que se vende en supermercados del extranjero. Se trata de unas «spanish chorizo paella croquetas». Inigualable síntesis de todo el imaginario guiri respecto a la gastronómica españolidad.

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