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De triunfar el golpe, ya serían cinco los países africanos gobernados por juntas militares

Derrocado el presidente de Gabón, amigo del sultán de Marruecos y de Macron

Mohamed VI y Alí Bongo. Fuente: Reino de Marruecos
Mohamed VI y Alí Bongo. Fuente: Reino de Marruecos

La noche del 29 al 30 de agosto se ha producido un golpe militar en el país africano de Gabón, limítrofe con la excolonia española de Guinea Ecuatorial, que ha derrocado al presidente civil, Alí Bongo, jefe de Estado desde hace catorce años.

De triunfar el golpe, ya serían cinco los países africanos gobernados por juntas militares: Mali (desde mayo de 2021), Guinea-Conakry (desde septiembre de 2021), Burkina Fasso (desde enero de 2022), Níger (desde julio de 2023) y ahora Gabón. Los cinco fueron colonias francesas y están dentro de la ‘Francofonía‘, de la que no han recibido los beneficios que cabría esperar en los años 60.

Gabón ha sido hasta ahora un aliado fiel de Francia y, también, de Marruecos. El sultán Mohamed VI se encontraba de vacaciones en su palacio en la costa de Gabón cuando en febrero de este año Pedro Sánchez y numerosos ministros viajaron a Rabat para la Reunión de Alto Nivel (RAN). Se trató de otra de las groserías que tuvo el monarca alauita con el socialista español.

El país, de menos de 2,5 millones de habitantes, es miembro de la OPEP debido a sus yacimientos de petróleo, gracias a los cuales tiene la tercera renta per cápita más alta de África (la de Guinea Ecuatorial es la segunda); pero esa riqueza se queda en el presidente, su familia y su camarilla. Una de las justificaciones de los militares sublevados es la pobreza del pueblo debido a la corrupción; y otra el fraude electoral que aseguran se cometió en las elecciones presidenciales, en las que, con una participación del 56%, el presidente recién derrocado, Alí Bongo, obtuvo un tercer mandato, gracias a recibir el 64% de los votos.

A pesar de ser nominalmente una república, el país sólo ha tenido tres presidentes desde su independencia de Francia en 1960 y dos de ellos son familia. En 1967 accedió al Gobierno Albert-Bernard Bongo (que en 1973 se convirtió al islam y tomó el nombre de Omar) y se mantuvo en él hasta su muerte en 2009, con la ayuda militar y económica de los diferentes Gobiernos franceses. Al morir, como en una monarquía, le sucedió su hijo Alí, que ha desempeñado el cargo de presidente ininterrumpidamente hasta ahora. En la tradición francesa inaugurada por los Bonaparte, el padre y el hijo presidieron la Gran Logia de Gabón, sometida a la Gran Logia de Francia.

Dentro de África, uno de los principales aliados y socios de los Bongo ha sido la familia real alauita. La amistad entre Hassán II y Omar Bongo era tan cercana que éste pasaba mucho tiempo en Marruecos; su segunda esposa, Edith, falleció en un hospital marroquí y su hijo Alí compartió juegos y visitas con Mohamed. La madre de Alí, Patience Dabany, le dio a luz en 1959 y se divorció de su padre en 1987. Aparte de una jefatura de Estado heredada y de una inmensa fortuna, Alí Bongo comparte con el sultán marroquí una mala salud que le aparta periódicamente del Gobierno y que se aprecia en sus apariciones.

Algunas de las consecuencias políticas de esta amistad entre familias reales son el no reconocimiento por Gabón de la República Árabe Saharaui Democrática y la permanencia durante varios años de una unidad militar marroquí en Libreville para la protección de los Bongo.

El Comité para la Transición y la Restauración de las Instituciones que ha tomado el poder ha cerrado las fronteras del país y disuelto las instituciones de la República: el Gobierno, el Senado, la Asamblea Nacional y el Tribunal Constitucional.

El ‘flanco sur’ de la OTAN

Este golpe de Estado indica el malestar de amplios sectores de los países africanos tutelados por París con la antigua metrópoli. La V República francesa, desde el general De Gaulle hasta Macron, ha procedido al saqueo de estos países, sin aportarles ni desarrollo económico ni seguridad.

La importancia de los sucesos rebasa Gabón. Una nueva junta se hace con un país más en el África Occidental mientras Francia, EE.UU. y sus aliados de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) tratan de derrocar a los militares que gobiernan Mali, que ha expulsado a las tropas francesas presentes allí para luchar (con poco éxito) contra los separatistas y los terroristas islámicos, y Níger, donde se halla una de las mayores bases de drones del Ejército del Aire de Estados Unidos.

Varios de los países de la CEDEAO (Nigeria, Ghana, Costa de Marfil, Senegal, Togo, Benín, Sierra Leona, Liberia y Gambia) se han declarado dispuestos a realizar una intervención militar conjunta en Níger en las próximas semanas si la junta no restaura al presidente depuesto, Mohamed Bazoum. Pero el Gobierno de Mali, dirigido por el general Assimi Goitia, ha anunciado que apoyará al de Níger, con lo que el precio de restaurar la democracia en el Sahel podría ser una guerra, con más oleadas de inmigrantes a Europa.

Por último, el alzamiento militar se ha producido unos días después de la conclusión el 23 de agosto de la cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), en la que estas potencias han aceptado la incorporación de seis nuevos miembros a su alianza económica, entre ellos dos africanos: Etiopía y Egipto.

Ésta es la frontera sur a la que se refería la OTAN después de la cumbre celebrada en Madrid en 2022, no a Ceuta y Melilla, ni al control de la inmigración ilegal por parte de Marruecos, país cada día más vital para Estados Unidos, Francia y la OTAN, a diferencia de España, dirigida desde hace años a la irrelevancia y el empobrecimiento.

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