«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
las bendiciones se dan a las personas, aunque sean pecadoras, pero nunca al pecado

El Vaticano niega la validez de las parejas homosexuales: «No se pretende legitimar nada, sino sólo abrir la propia vida a Dios»

El Papa Francisco en un rezo del Ángelus en el Vaticano. Europa Press.

No. El Papa Francisco no ha aprobado un documento doctrinal que permita la bendición de parejas entre personas del mismo sexo y otras «irregulares». Aunque el titular ha aparecido en todos los medios de comunicación como tal, no es cierto que la Iglesia bendiga uniones homosexuales. No lo hace porque no puede hacerlo.

Vayamos al fondo de la cuestión. Aunque algunos han celebrado el nuevo documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe como un avance progresista de la Iglesia, lo cierto es que las palabras del prefecto Víctor Manuel Fernández no pueden estar más cerca de la Tradición. En el texto se lee, con meridiana claridad, que «no se debe ni promover ni prever un ritual para las bendiciones de parejas en una situación irregular».

La negativa se da en el fondo pero también en la forma. No en vano el documento se ha publicado como una «declaración». Esto es, como una comunicación informal o como una mera nota de prensa. El Dicasterio, así, no ha querido cargar de valor doctrinal esta aclaración, sino que se ha limitado a iluminar una duda que ha sido planteada por miles de fieles y numerosos cardenales: «Esto explica que el texto haya adoptado la forma de una “Declaración”».

Sobre el contenido, la declaración viene a confirmar el Magisterio de la Iglesia, que siempre ha bendecido a los pecadores y nunca lo ha hecho con el pecado. «La presente Declaración se mantiene firme en la doctrina tradicional de la Iglesia sobre el matrimonio, no permitiendo ningún tipo de rito litúrgico o bendición similar a un rito litúrgico que pueda causar confusión».

Precisamente en marzo de 2021 el entonces prefecto del Dicasterio, monseñor Ladaria, explicaba que «la Iglesia no puede bendecir las uniones de personas del mismo sexo». La declaración del cardenal Fernández, entre palabras algo ambivalentes, viene a confirmar lo mismo: «Esta bendición no pretende la legitimidad de su propio estatus, sino que ruega que todo lo que hay de verdadero, bueno y humanamente válido en sus vidas y relaciones sea investido, santificado y elevado por la presencia del Espíritu Santo».

Lo que explica el documento, precisamente, es esta naturaleza de las bendiciones. Como sacramental que puede ser ofrecido a todos, las bendiciones a parejas homosexuales tienen dos características: se dan individualmente —porque se bendice a la persona y no su unión— y no tienen nada que ver con el matrimonio —«unión exclusiva, estable e indisoluble entre un varón y una mujer, naturalmente abierta a engendrar hijos»—: «Cuando la oración de bendición la solicite una pareja en situación irregular, aunque se confiera al margen de los ritos previstos por los libros litúrgicos, esta bendición nunca se realizará al mismo tiempo que los ritos civiles de unión, ni tampoco en conexión con ellos».

Es, con palabras del nuevo prefecto, una confirmación de la responsum del cardenal Ladaria: «No excluye que se impartan bendiciones a las personas individuales con inclinaciones homosexuales, que manifiesten la voluntad de vivir en fidelidad a los designios revelados por Dios así como los propuestos por la enseñanza eclesial, pero declara ilícita toda forma de bendición que tienda a reconocer sus uniones». Ese texto de 2021 fue también confirmado por el Papa Francisco.

La bendición, por tanto, no es absolución ni tampoco legitimación. Es un sacramental que todos podemos recibir sin unas disposiciones previas específicas —«no se les debe pedir una perfección moral previa»—. Por eso se bendicen homosexuales como se bendicen a los presos de las cárceles como nos bendicen a los impacientes, a los iracundos y a los egoístas. La Iglesia ofrece la bendición a todos, como la tiene para los perros y gatos en el día de San Antón o como la tiene para figuritas, oficinas y hasta gimnasios.

Por eso la Iglesia siempre bendecirá al pecador y jamás podrá bendecir el pecado. Porque Dios, en palabras del Papa Francisco, «nos toma como somos, pero no nos deja nunca como somos».

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