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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

¿Tienen los coches de combustión los días contados?

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Muchos países han puesto ya límite a la venta y circulación de vehículos de combustión (diésel, gasolina, gas e híbridos) y apuestan por el coche eléctrico para imponer una movilidad sostenible y combatir los efectos del cambio climático.

Aunque no forma parte de la negociación climática, la apuesta por una movilidad sostenible planea sobre la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático (COP24) de Katowice (Polonia) como uno de los principales argumentos de los países desarrollados para mitigar el cambio climático.

En mesas redondas y eventos paralelos, el vehículo eléctrico es protagonista porque para muchos va a ser «indispensable» para combatir las emisiones más contaminantes y mejorar la calidad del aire sobre todo en grandes ciudades, pero para otros no es la herramienta clave en la transición a una economía descarbonizada.

La «clave», mantienen, es reducir de forma considerable el número de coches que circulan por las ciudades -también los eléctricos- y que la energía necesaria para cargar una flota de vehículos mayoritariamente eléctricos sea soportada con fuentes energéticas renovables.

El científico Xavier Querol, especialista en geoquímica medioambiental y contaminación atmosférica del Instituto de Diagnóstico Ambiental del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, señaló a Efe que si esa energía no procede de fuentes renovables «lo único que haremos es trasladar la contaminación de sitio».

El primer país que limitará la venta de vehículos contaminantes será Noruega, donde a partir de 2025 ya sólo se venderán vehículos cuyas emisiones sean «cero».

En Dinamarca, Irlanda, Finlandia, Suecia, Alemania, Holanda o Austria pretenden poner coto a los coches contaminantes en 2030 y en Francia, en el Reino Unido o en Italia la prohibición se establecería en 2040.

España ha fijado también esos límites, y ha establecido (en un borrador de ley que todavía tiene que completar toda su tramitación) en 2040 el límite para vender o matricular vehículos ligeros que emiten de forma directa dióxido de carbono (los propulsados por diésel, por gasolina, por gas y los híbridos).

En el año 2050 su circulación estaría ya prohibida.

La Agencia Europea de Medio Ambiente ha revelado que las emisiones de gases de efecto invernadero del sector transporte en la Unión Europea (UE) crecieron en 2017 por tercer año consecutivo, y que el diésel continúa siendo el combustible más vendido (el 67% del transporte rodado en Europa se mueve con diésel), aunque en 2016, por primera vez desde 2010, se vendieron más coches de gasolina que de diésel.

Además de las imposiciones que ya estudian muchos países, algunos de los principales fabricantes de automóviles han comenzado ya a apostar con nitidez por los vehículos eléctricos.

En los próximos años, el fabricante sueco Volvo sólo comercializará vehículos eléctricos o híbridos, la española Seat tiene previsto ofertar 50 modelos eléctricos en 2025 y la alemana Volkswagen va a acometer una inversión de unos 40.000 millones de euros para incorporar la fabricación de baterías y atender la creciente demanda de vehículos eléctricos.

Querol valoró la apuesta por los vehículos eléctricos, pero dijo que es importante que ésta se recargue con fuentes de energía renovables, y subrayó que, a corto plazo, esa «electrificación» de la flota es indispensable para mejorar la calidad del aire y la salud humana, y a largo plazo es imprescindible para combatir los efectos del cambio climático.

Este científico trabaja en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, un organismo con sede en Barcelona especializado en la calidad del aire como consecuencia de los problemas derivados de la contaminación urbana e industrial.

Querol subrayó que, más allá del coche eléctrico, el instrumento «clave» para combatir la contaminación a corto plazo y los efectos del cambio climático a largo plazo es el transporte público, y que éste tiene ser «rápido, económico, confortable y ecológico» para resultar competitivo

A su juicio, las buenas redes de transporte público y las flotas de vehículos mayoritariamente eléctricos deberán completarse, en el ámbito de la movilidad sostenible, con un sistema de reparto y descarga de mercancías que evite las horas de mayor tráfico urbano y con vehículos «limpios», y ha citado como ejemplo las medidas que se aplican en grandes ciudades como Nueva York (EEUU).

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