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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Crítica: La Teoría del Todo, el precipicio del tiempo (3,5/5)

De La Teoría del Todo (The Theory of Everything) se dice que el mismo Stephen Hawking lloró al verse a sí mismo en la pantalla. Y esta es la razón por la que la película de James Marsh es de visionado obligado en plena vorágine de biopics: porque la interpretación de Eddie Redmayne es real en el papel del astrofísico y sublime en su retrato del padre y marido en la lucha contra la enfermedad que le deja postrado en una silla de ruedas de por vida.

A pesar de su título, La Teoría del Todo pasa sólo de puntillas por los conceptos físicos que encumbraron a Stephen Hawking como una de las mentes más brillantes de nuestro tiempo. No es intención del equipo de la película explorar el conocimiento que sentó las bases de buena parte de lo que hoy conocemos del universo, sino que su trabajo se utiliza como telón de fondo para acompañar al romance entre Stephen Hawking y su primera esposa, Jane Wilde.

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Basada en las memorias de Wilde, este melodrama narra de forma artística e íntima el desarrollo del matrimonio desde la boda, poco después del diagnóstico de la enfermedad, haciendo hincapié en el deterioro progresivo de las facultades neurológicas de Hawking que erosionan de forma irremediable a la pareja. De esta forma, Jane se alza como una protagonista que, al mismo nivel interpretativo, es capaz de conmover por su fortaleza y su debilidad y crear empatía por su abnegación pero, también, por sus deseos de buscar una vida distinta cuando todo está roto.

La película busca deliberadamente un tono objetivo durante, al menos, la primera mitad de su metraje, si bien es cierto que se acaba desprendiendo de él hacia el final de la película. Y aunque la historia real de las memorias de Jane Wilde queda retratada de forma notable por James Marsh, la mayor parte del mérito del éxito de la película se sustenta en las interpretaciones de Eddie Redmayne y Felicity Jones, ambos a la par en un nivel interpretativo muy alto en el que, mientras Redmayne se transforma ante nuestros ojos en Stephen Hawking, Jones comunica con igual efectividad el dolor y su lucha interna entre el aguante y la claudicación.

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La Teoría del Todo tiene muchos aciertos, pero también defectos que la dejan a un paso de ser totalmente satisfactoria: mientras acierta en el relato de la historia realista del amor y el desamor, se echa en falta la profundización en los logros de una vida dedicada a la ciencia y la superación a sí mismo del hombre cuyo diagnóstico inicial era de dos años de vida.

No obstante, en plena fiebre por los biopics, La Teoría del Todo se alza como una apuesta sólida para conocer la historia personal del hombre que desafió a su propia enfermedad con el fin de contribuir de forma brillante a nuestro conocimiento del universo.

Puntuación: 3,5/5 

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